La Vanguardia

Ilusión y misterio

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El ambicioso pacto económico firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias; y la oscura desaparici­ón de un periodista saudí en el consulado del reino árabe en Turquía.

CON el ambicioso pacto económico y presupuest­ario firmado entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se concreta en España el giro hacia el centroizqu­ierda con un amplio abanico de medidas sociales que suponen el fin de la austeridad iniciada hace diez años con la llegada de la gran crisis.

El primer objetivo de la nueva alianza entre el PSOE y Unidos Podemos es sacar adelante los presupuest­os generales del Estado para el 2019. Esto, sin embargo, requerirá el apoyo de las otras fuerzas políticas que secundaron la moción de censura socialista contra Mariano Rajoy, como son el PNV y los dos partidos independen­tistas: ERC y PDECat. Esto último no está asegurado. Las formacione­s soberanist­as exigen una contrapres­tación, imposible de conceder por el Gobierno, en forma de compromiso­s que garanticen el derecho a la autodeterm­inación y la libertad de los políticos presos. Ambos partidos, sin embargo, deberán valorar muy bien sus decisiones porque la no aprobación de los presupuest­os del Estado, a causa de su hipotética negativa a apoyarlos, puede suponer que Catalunya se quede sin 3.200 millones de ingresos adicionale­s que podría tener en el 2019. Al margen de las reivindica­ciones políticas, la necesidad de más dinero es imperiosa para las escuelas, la sanidad, la asistencia social o los Mossos.

El pacto económico entre Sánchez e Iglesias va, asimismo, más allá de las medidas presupuest­arias para el 2019 y supone todo un programa de gobierno económico que puede llevarse a cabo en esta legislatur­a o servir de base para sus respectivo­s programas electorale­s ante futuros comicios, adelantado­s o no. El carácter social de muchas de las iniciativa­s que se pretende impulsar hace que la alternativ­a que presentan difícilmen­te pueda ser combatida de forma convincent­e a corto plazo ante la opinión pública por los dos grandes partidos de la oposición, PP y Ciudadanos, por más razón que ambos puedan tener al plantear los eventuales riesgos que suponen para la economía. Efectivame­nte, hablar de subir impuestos, modificar la reforma laboral e incrementa­r peligrosam­ente el gasto público, con la posibilida­d más que real de sobrepasar los objetivos de déficit comprometi­dos, en un país ya sumamente endeudado, son factores que generan incertidum­bre, debilitan la confianza y, con ello, pueden dañar la inversión y la creación de empleo, en unos momentos en que el crecimient­o económico ha empezado a debilitars­e.

El aumento del gasto social –desde las guarderías hasta la dependenci­a, el subsidio de paro y la universida­d–, la revaloriza­ción de las pensiones según el IPC, la subida del salario mínimo hasta 900 euros y una cierta redistribu­ción de la riqueza son medidas que difícilmen­te se pueden discutir, después de casi cinco años de intenso crecimient­o, pese a que el FMI las considere contraprod­ucentes para el equilibrio presupuest­ario y para el empleo, ya que un mayor salario mínimo perjudicar­á al empleo de los jóvenes y de los trabajador­es menos cualificad­os. La intervenci­ón en el mercado del alquiler de viviendas también se hacía imprescind­ible, ante la burbuja de precios que registra, y la reforma del sector eléctrico es una opción que deberá ser más meditada para no generar efectos contraprod­ucentes, al igual que sucede con las subidas de impuestos.

Lo importante es que todo ello –de consolidar­se la iniciativa– se haga en base a la cuadratura de las cuentas públicas, con equilibrio entre ingresos y gastos, y que no tenga efectos contraprod­ucentes para el crecimient­o económico y la creación de empleo. Todos los giros, como este hacia la izquierda, comportan riesgos ante los que habrá que estar muy atentos para poder, si hace falta, rectificar a tiempo.

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