Infidelidades que no se perdonan
MADAME de Sévigné, autora epistolar del XVII, pero sobre todo una dama mundana que tuvo el detalle de “experimentar todos los placeres” a partir de que su marido murió en un duelo, escribió que las infidelidades se perdonan, pero nunca se olvidan. Eso debió de pensar Angela Merkel cuando vio que sus socios, la CSU alemana, preferían al canciller austriaco, Sebastian Kurtz, para el mitin final en Baviera. Merkel, que fue excluida de la campaña, ha visto como Horst Seehofer, presidente de los socialcristianos y ministro del Interior de su Gobierno, se daba un batacazo descomunal, perdiendo el 10% de sus votos y la mayoría absoluta.
Seehofer basó su campaña en la inmigración como el origen de todos los males, a pesar de que en su land prácticamente no hay paro, ante el temor de que la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) les restara apoyo en las urnas. De hecho, AfD ha obtenido el 10,4% de los sufragios, exactamente los votos que han perdido los socialcristianos. Es posible que el presidente de Baviera, Markus Söder, conserve la presidencia que le cedió Seehofer cuando se fue a Berlín para asumir la cartera de Interior. Ellos dos tienen mala relación –Winston Churchill advirtió que la política hace extraños compañeros de cama–, aunque este consiguió su respaldo a cambio de atacar la política en favor de los refugiados de la canciller, que ha dividido a la sociedad bávara.
Después del resultado del domingo, no únicamente la CSU deberá buscar aliados –posiblemente el partido local Electores Libres–, sino que es posible que Merkel decida cobrarse la cabeza de su ministro del Interior, que se ha comportado como un rival más que como un socio. Pero la conclusión de estos comicios es que a la ultraderecha xenófoba sólo le queda obtener escaño en Hesse dentro de dos semanas y estará representada en los parlamentos de todos los estados federados.
Europa, tenemos un problema.