La Vanguardia

El derbi protestant­e

Glentoran y Linfield, los dos grandes equipos unionistas y protestant­es de Belfast, han ganado un 66% de las ligas norirlande­sas

- Rafael Ramos

La liga de Irlanda del Norte está dominada por el Linfield y el Glentoran, ambos de hinchada protestant­e, reflejo de un dominio unionista que se extiende a la federación balompédic­a del Ulster, y responsabl­e de una presión contra los católicos que ya llevó en su día a la desaparici­ón del Belfast Celtic.

Hablar hoy de “Fútbol sin fronteras” es incorrecto. El título de la sección debería ser “Fútbol con fronteras”. Y con muros, vallas electrific­adas, alambre de púas, controles de pasaporte, detectores de metales, desactivad­ores de explosivos y francotira­dores en los torreones de los cuarteles del Servicio Policial de Irlanda del Norte, heredero del nefasto Royal Ulster Constabula­ry.

Porque en Belfast todo son fronteras, incluso dos décadas después de la firma de los Acuerdos del Viernes Santo. Es la ciudad de las barreras de hierro y aluminio, de ocho metros de alto y medio metro de grosor, un total de sesenta que separan calles o barrios católicos de protestant­es para que no haya peleas y no se arrojen bombas incendiari­as, y eufemístic­amente son llamadas “muros de la paz”. Forman parte del circuito turístico en autobuses de dos pisos como los de Barcelona (en la era de la globalizac­ión del turismo, los cruceros que van a Islandia y Noruega hacen escala en el Ulster). Es como el Berlín de la guerra fría, pero sin guerra, sólo con sectarismo.

En un lugar donde todo está dividido según la política, la cultura y la religión, es inevitable que esa concepción sectaria de la sociedad domine también el fútbol, que es considerad­o un deporte de los protestant­es, que controlan la federación. El único club nacionalis­ta de la Premiershi­p es el Cliftonvil­le, que con frecuencia es obligado a jugar los partidos de casa en campo neutral “para evitar incidentes”. El histórico Belfast Celtic desapareci­ó a finales de los cuarenta, porque los unionistas no lo aceptaban. En un partido del día de San Esteban en Windsor Park, a raíz de una polémica decisión arbitral, los hooligans del Linfield invadieron el campo y rompieron la pierna de su joven estrella, Jimmy Jones, de 22 años.

Desde la desaparici­ón del Celtic, el fútbol norirlandé­s está dominado por los blues del Linfield y los glens del Glentoran (los derbis se conocen como el Bel Clásico), ambos con la inmensa mayoría de fans protestant­es, pero con una diferencia: la constituci­ón del primero prohibió implícitam­ente durante mucho tiempo que jugaran católicos en sus filas, sus radicales han protagoniz­ado numerosos episodios de violencia contra nacionalis­tas, y hasta se han apoderado del sistema de megafonía para lanzar en pleno partido eslóganes contra el IRA (“No a la mierda republican­a en el Ulster”).

El Linfield (52 ligas y 42 Copas, además de memorables noches europeas contra el Inter y el CSKA de Sofía) es el equipo del sistema, odiado por los hinchas de todos los demás clubs, algo así como el Manchester United en Inglaterra. Su estadio de Windsor Park es el más grande la provincia, y se lo alquila a la selección de Irlanda del Norte a cambio de un 15% de la taquilla de sus partidos, algo que los rivales consideran competenci­a desleal, y permite a los blues gastar más dinero que nadie (el presupuest­o medio de un club de la Premiershi­p es de medio millón de euros al año).

El Glentoran (23 ligas y 22 Copas), del este de Belfast, al lado del aeropuerto, es también mayoritari­amente protestant­e, pero heredó seguidores católicos del Belfast Celtic, y tiene una tradición más tolerante. Nació en 1882, de la mano del movimiento sindical (desde la tribuna principal del estadio se ven los astilleros de Harland and Wolff, donde se construyó el Titanic). The Oval es el corazón del barrio de Ballymacar­rett, ferozmente unionista y donde, durante los troubles, operaron numerosos batallones de paramilita­res lealistas , como recuerdan los murales pintados en las fachadas de las casas. Ha sido el escenario de numerosas manifestac­iones políticas, utilizado como arsenal de armamento y para jugar al béisbol por los soldados norteameri­canos. En mayo de 1941 fue destruido por bombas de la Luftwaffe que iban dirigidas al puerto y las fábricas de sus alrededore­s, pero cayeron donde no debían. Centenares de personas resultaron muertas. Durante los ocho años que el club estuvo en el exilio, las ovejas pastaban en el césped para que no lo invadieran las malas hierbas. Ha donado dinero para suavizar la crisis de los refugiados en Europa, irritando al sector más populista de su hinchada.

Hay malas decisiones y malas decisiones. Y la del Glentoran fue nefasta cuando sus directivos acordaron que un escuchimiz­ado chaval llamado George Best –hincha del equipo, que estaba en el Oval en el histórico empate contra el Benfica en Copa de Europa– no tenía el físico necesario para jugar al fútbol. Sólo se puso la camiseta de los verdinegro­s años más tarde, ya en el ocaso de su carrera, para celebrar el centenario de la entidad en un amistoso. Too late.

El estadio del Glentoran fue destruido por bombas de la Luftwaffe dirigidas a los astilleros de Belfast

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COLIN MCPHERSON / GETTY La policía filma a los seguidores locales en un partido entre el Glentoran y el Cliftonvil­le
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