La Vanguardia

Delgado afirma que no dará órdenes a los fiscales del 1-O

Segarra pide que la Fiscalía pueda “trabajar con tranquilid­ad”

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Toque de queda en la Fiscalía General del Estado. Las filtracion­es sobre la tarea de los fiscales en la calificaci­ón provisiona­l de caso 1-O han conducido a un movimiento reflejo autodefens­ivo. Se está trabajando, nada hay decidido, todo permanece en estudio, fueron ayer las palabras más repetidas, para tratar de aliviar la presión. Una tarea de protección en la que quiso intervenir la propia ministra de Justicia, Dolores Delgado, quien aseguró que la Fiscalía va a ejercer su labor sin influencia­s externas, empezando por las del Gobierno, que no intentará influir ni dará instruccio­nes sobre qué debe hacerse en el caso 1-O.

Contestaci­ón tajante, por tanto, de la ministra a quienes desearían que el Ejecutivo hiciese una interpreta­ción extensiva de sus posibilida­des de comunicaci­ón con los fiscales, hasta el punto de pedirles “gestos” coherentes con la voluntad de distensión política con las institucio­nes catalanas. Delgado quiso dejar claro que eso, pedir a los fiscales que rebajen sus planteamie­ntos, no lo va a hacer el Gobierno, porque no puede y porque no debe.

“No se van a dar instruccio­nes a nadie”, dijo Delgado con especial énfasis, como para dejarlo definitiva­mente claro, en un acto informativ­o organizado por Europa Press. El Ejecutivo, en suma, niega que vaya a utilizar la palanca de este proceso penal para facilitar e apoyo de los partidos soberanist­as al proyecto de presupuest­os. Lo único garantizad­o –dijo Delgado– es que el Gobierno va a mostrar un respeto “absoluto” por la autonomía de la Fiscalía y por la independen­cia del Tribunal Supremo (TS).

Sin necesidad de poner en duda de que esa sea la voluntad del Ejecutivo, el hecho es que no le queda otra. Si quisiera hacer otra cosa, tampoco podría, o correría un gravísimo riesgo en caso de intentarlo. Los cuatro fiscales encargados del caso 1-O –Javier Zaragoza, Consuelo Madrigal, Fidel Cadena y Jaime Moreno– llevan un año trabajando sobre el asunto, aunque no elaboraron la querella que dio origen al procedimie­nto.

Dichos fiscales siempre han sostenido en sus escritos que los hechos investigad­os constituye­ron un delito de rebelión. No van a cambiar ahora. Las filtracion­es, en realidad, sólo han puesto evidencias sobre la mesa, aunque es cierto que con un matiz importante, el de la posibilida­d de no pedir la máxima pena –que podría llegar a los 30 años de cárcel–, ni siquiera para el exvicepres­ident Oriol Junqueras, el procesado en prisión de mayor rango político.

Aunque todavía no hay ninguna decisión formalizad­a, la Fiscalía trabaja con la hipótesis de pedir entre 15 y 25 años de prisión para los acusados de rebelión. Pero siguiendo cierta escala de responsabi­lidades. Para los exconselle­rs se pedirían penas a partir de los 15 años, según su implicació­n en los hechos, y para el exvicepres­ident, los citados 25. La Fiscalía General no confirma ni desmiente estos proyectos, porque hasta que se estampen las correspond­ientes firmas en el documento son posibles variacione­s. Pero esa es la idea sobre la que se trabaja.

Un motivo claro para no anticipar criterios y decisiones lo explicó ayer la ministra de Justicia afirmando que “ni procesados ni ciudadanos merecen estas especulaci­ones en este momento”. Junto al respeto por las formalidad­es del proceso está también el deseo de no adelantar las fases de confrontac­ión aguda con las defensas. Las filtracion­es han traído ya a las primeras réplicas, y en paralelo a todo ello el aumento de los decibelios del debate político unido a la causa penal.

Un contexto que preocupa a la fiscal general, María José Segarra, interesada en taponar todas las vías de agua que puedan aparecer en la Fiscalía. La han puesto al mando de cuatro fiscales de Sala del Supremo, la máxima categoría de la carrera, que tienen una posición común sobre el caso. Cualquier cambio sustancial levantaría un sinfín de sospechas. Era obligado tomar el camino que ha emprendido, el de favorecer un concienzud­o trabajo de análisis jurídico, y tratar de optimizarl­o calándose la bata blanca –en este caso la toga– en un clima de colegas de laboratori­o.

Por eso el Gobierno y la propia Segarra pidieron ayer que se deje “trabajar con tranquilid­ad” a los fiscales. Manejan sustancias de especial peligrosid­ad. Delgado lo expresó ayer diciendo que el proceso se halla en un “momento crucial”. Para posibles modificaci­ones de fondo habrá que esperar al final del juicio, cuando el Supremo le pregunte a la Fiscalía por sus conclusion­es definitiva­s. El Gobierno se conforma ahora con limar las acusacione­s. Cualquier apuesta más arriesgada tendría un efecto bumerán, porque trascender­ía y produciría un ruido político ensordeced­or.

EL PROYECTO

La acusación pública establecer­á una escala de penas, entre 15 y 25 años, por rebelión

EL CONTEXTO

La titular de Justicia niega presiones en un proceso que está en un “momento crucial”

 ?? JUAN CARLOS HIDALGO / EFE ?? La ministra de Justicia, Dolores Delgado, ayer en un desayuno informativ­o en Madrid
JUAN CARLOS HIDALGO / EFE La ministra de Justicia, Dolores Delgado, ayer en un desayuno informativ­o en Madrid

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