Tortura y muerte en el consulado de los horrores
Medios turcos afirman que Jamal Khashoggi fue descuartizado estando aún vivo, mientras la policía turca busca pruebas en casa del cónsul saudí
Nuevas informaciones difundidas ayer aportan aún más dosis de horror a la muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul. Medios turcos afirman disponer de grabaciones de entre siete y ocho minutos que demostrarían que el periodista fue descuartizado estando aún vivo. Según estas fuentes, el forense que dirigió las operaciones llevaba auriculares y aconsejó al resto de los presentes hacer lo mismo.
A los quince días de la desaparición del periodista saudí Jamal Khashoggi, la policía turca logró acceder en la tarde de ayer a la residencia del cónsul de su país en Estambul. Dos días antes, con nocturnidad pero sin alevosía, habían penetrado en el consulado, al que regresaron ayer, poniendo el foco en el patio trasero.
Los investigadores turcos fueron acompañados por colegas saudíes, aunque el cónsul Mohamed Otaibi no estaba en la puerta para recibirlos: regresó anteayer a Riad. Mientras la alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, llamaba a levantar inmunidades.
Asimismo, medios turcos y qataríes lo acusan de estar presente durante la presunta tortura del periodista en su despacho, de donde sólo se habría ausentado durante su presunto descuartizamiento. Estos medios aseguran la existencia de grabaciones de entre siete y once minutos que recogen el calvario de Khashoggi, que incluiría la amputación de dedos. el descuartizamiento –iniciado cuando aún estaba vivo– y la decapitación final. Con el forense a cargo de la sierra quirúrgica poniéndose música en los auriculares, “como siempre”, para tapar los alaridos –y aconsejando a los demás que hicieran lo propio–.
La residencia oficial también es sospechosa porque el convoy de matones enviado ex profeso habría hecho parada allí antes de regresar al aeropuerto y a Riad.
Cuando pocos dudan ya que el periodista y ex ejecutivo de prensa fue asesinado, lo que está en juego es la supervivencia política de quien cursó la orden. No hace falta ser Donald Trump para creer que el rey de Arabia no duraría ni quince días sin apoyo americano. Tampoco su vástago –y príncipe heredero a codazos– Mohamed bin Salman (o MBS).
Turquía, por su parte, tiene la obligación de investigar la desaparición forzada de Khashoggi en su territorio, aunque ésta se produjera en un consulado. Diríase que las autoridades turcas viven el caso menos como una humillación que como una oportunidad, con lo que van administrando la información policial en dosis mesuradas. La prudencia por parte de quien tiene la última palabra en Turquía, Recep Tayyip Erdogan, hace pensar que Arabia Saudí podría tener que pagar cara una salida airosa de esta chapuza sangrienta, que sólo pudo ser autorizada desde lo más alto
En el escuadrón de la muerte que interceptó al periodista habría cinco miembros del círculo de Bin Salman
de palacio, en Riad.
Por otro lado, el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, viajó ayer desde Arabia a Ankara, donde se reunió en el aeropuerto con el presidente Erdogan, su ministro de Exteriores y su jefe de Inteligencia. En la agenda, Khashoggi y Siria. Y mensajes sobre hasta dónde está dispuesto a colaborar el poder saudí con los dos países que tienen la sartén por el mango. El periodista, que pasaba cada vez más tiempo en Turquía, era residente en EE.UU.
Pompeo fue incapaz de responder si en Riad le habían aclarado por lo menos si Khashoggi estaba vivo o muerto : “No voy a entrar en eso. Ellos tampoco lo han hecho. Pero ha sido un éxito”. Acaso económico.
Pero descargar las culpas podría no colar. The New York Times revelaba ayer que varios de los nombres del comando que eliminó de la vista a Khashoggi forman parte del círculo privado de seguridad de MBS.
Mientras tanto, la cascada de deserciones del inminente Davos del desierto incluye hasta a Christine Lagarde, directora del FMI. Mientras que el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, ha suspendido una visita a Riad. Ahora caen en la cuenta de que Bin Salman prometía cine y palomitas, no democracia.