Álvaro Enrigue
Álvaro Enrigue publica ‘Ahora me rindo y eso es todo’, epopeya de los últimos apaches con dosis de western y mucha épica
NOVELISTA
El escritor mexicano Álvaro Enrigue (49) busca raíces en Ahora me rindo y eso es todo, una novela total donde caben el western, la épica, la historia... Misioneros, colonos, indios y tribus que se resisten, en la frontera entre México y EE.UU.
Todos, en perspectiva, somos hijos de la mezcla. Todos tuvimos antepasados que nos convierten en mestizos. Y en esa búsqueda de raíces ha profundizado Álvaro Enrigue (México, 1969) con Ahora me rindo y eso es todo
(Anagrama). El resultado es una ambiciosa novela de amplio espectro donde caben dosis de western, épica, historia... Misioneros, colonos, indios y tribus que se resisten. El paisaje es fronterizo, entre México y EE.UU.
En ese universo que se vive mirando atrás destacan dos personajes: Camila (“miembro de una estirpe de criollos sin honra”), la mujer que huye por el desierto, y el teniente José María Zuloaga, que persigue a un grupo de indios que ha robado ganado. “La novela es un universo cerrado y a mí me gustaría que no tuviera fugas. Escritores mayores que yo no respetaban la crítica y tendrían sus buenas razones... pero yo no tengo idea general de lo que he escrito hasta que tengo un diálogo con la prensa”.
Los hechos suceden “en un lugar que un día fue un país entre México y EE.UU.”, explica un entregado Enrigue. “La mayoría de naciones indígenas pactaron con el gobierno. Pero hubo una a la que no le dio la gana rendirse: los que desde Occidente llamamos los apaches”.
El volumen arranca con una total declaración de amor a la literatura: “Al principio las cosas aparecen. La escritura es un gesto desafiante al que ya nos acostumbramos: donde no había nada, alguien pone algo y los demás lo vemos”. Cuenta el autor que en esta novela ha dado respuesta “a todas las preguntas que me han atormentado toda la vida”. Lo reconoce este escritor de madre española y padre mexicano, residente en Nueva York y con raíces catalanas que apuesta por una sociedad fluida en lo que algunos ya han bautizado como “la gran novela mexicana”, inabarcable, escrita desde una técnica compleja que sin embargo se resuelve.
Álvaro Enrigue (que intervendrá el sábado en la Bienal del pensamiento del CCCB) siguió un proceso de maceración larguísimo hasta llegar hasta aquí. La obra, que abraza tres libros, abre con un relato de western. Y eso a pesar de que los westerns son, para el autor, la leyenda que se cuentan los gringos para que prive en sus vidas la razón burocrática sobre los excesos de la voluntad individual. “Y desde mi perspectiva de profesor podría ser pedantemente intelectual y decir que la novela sigue una estructura que abarca de Cervantes a San Agustín”.
“Un chamán, según LéviStrauss, es una persona que tiene una relación concreta con el lenguaje, porque cura usándolo co- mo herramienta y medicina” escribe el autor. Lévi-Strauss aseguró en su Antropología estructural que para los científicos el problema con los chamanes “es que sí curan”.
Y como chamán define al legendario indio Gerónimo sobre el que ha investigado: “Era un chamán de guerra, un estratega. Su gente, que resistió lo que no está contado, se rinde finalmente en el cañón de Guadalupe. El ejército mexicano le dice a Gerónimo que van a fusilarlos y deciden tirar la toalla. Pero lo impresionante es esa imagen, cuando bajan del tren, ese colectivo que había puesto en jaque a toda una nación... ¡y solamente son 23 guerreros!”.
Es evidente que Álvaro Enrigue ha investigado en su propio árbol genealógico. Es así como ha logrado trasladar al papel un cruce de identidades. “El mundo en el que vivo no me gusta, ese de las naciones identitarias. Deberíamos
“Casi todas las naciones indígenas pactaron con el gobierno. Pero a una no le dio la gana de rendirse: los Apaches”
“El mundo en el que vivo no me gusta, ese de naciones identitarias. Deberíamos pensar en identidades fluidas”
pensar en un mundo donde las identidades fueran fluidas... No tiene nada que ver la idea oficial de mi país con lo que yo veo por la ventana. Las identidades son peligrosísimas, las fronteras deben ser flexibles”, añade este defensor del cosmopolitismo. “Ver los horrores del modelo neoliberal fue nutritivo para mi generación”.
Considera que parte fundamental de su oficio es mantener cierta resistencia siendo crítico, frente a las ideas establecidas que te han ido acompañando. “Fui un niño del nacionalismo revolucionario mexicano, cerrado en credos socialistas hacia afuera y capitalista feroz hacia adentro. A veces había leche y pasta de dientes y a veces no...”
Cierra su apuesta, este potente y complejo artefacto literario, así: “Le dijo que su vida empezaba justo cuando se iban los chiricahuas, que era una pena, que había nacido tarde, que seguiría la tierra pero se había acabado el mundo”.