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La decisión de Pablo Casado de elevar a Bruselas sus críticas a los presupuestos, y las dificultades para hallar una solución al problema irlandés en las negociaciones del Brexit.
LA frontera norirlandesa se ha convertido en el principal escollo para llegar a un acuerdo para que la implementación del Brexit sea lo menos perjudicial posible para la Unión Europea y para Gran Bretaña. La posibilidad de que el Ulster disponga de un status especial en la UE, mediante el establecimiento de una frontera invisible entre las dos Irlandas, durante un tiempo indeterminado, pone de los nervios al unionismo, temeroso que esa solución se convierta en el caballo de Troya por donde se les cuele la definitiva unión entre Dublín y Belfast.
Los veinte días transcurridos desde el fracaso de la cumbre de Salzburgo del 20 de septiembre pasado, no han servido a la primera ministra británica, Theresa May, para deshacer el nudo de la cuestión. Más bien al contrario. Algunos ministros, buena parte de los tories y la ultraderecha británica exultante con el Brexit, apenas le han dado opción. Tampoco los socios norirlandeses del Partido Unionista Democrático (DUP), cuyos votos sostienen la exigua mayoría de May en el Parlamento de Westminster, le han servido para ofrecer una opción a la UE, reunida desde la tarde de ayer en Bruselas con la convicción de que no hay ninguna posibilidad para el acuerdo y que el Brexit duro, hoy por hoy, es inevitable.
La cuestión es que la idea de que Gran Bretaña disponga de dos mercados en su interior (el del Ulster y el del resto) es rotundamente inaceptable para Londres, mientras que para Bruselas no es asumible que no haya ningún control sobre los bienes que entran en la República de Irlanda desde el norte de la isla, a menos que se acuerde una llamada frontera invisible. Una posibilidad que significaría que el Ulster, que es una provincia británica, estaría en la unión aduanera, lo que los partidarios del Brexit consideran una humillación y para la DUP sería abrir la puerta a la desbritanización del Ulster. Por lo tanto, no hay acuerdo en el horizonte ni parece que lo vaya a haber hoy. Lo más probable es que unos y otros se den un margen hasta diciembre para seguir negociando una salida al conflicto.
Lo peor, sin embargo, es que el debate puede reabrir heridas cerradas hace casi cuatro lustros, después de los acuerdos del Viernes Santo de 1998, cuando el entonces primer ministro británico Tony Blair y los representantes del Sinn Féin establecieron las bases para la paz entre unionistas y republicanos irlandeses, mediante un poder compartido, que se ha mantenido hasta ahora. Por esa razón es tan importante que unos y otros lleguen a un acuerdo respecto de la implementación del Brexit.