La Vanguardia

Consecuenc­ias de graves errores

- Lluís Foix

Una de las constataci­ones en la política europea de hoy son los apuros que pasan casi todos sus líderes. No hay mayorías estables en ninguna parte y el liderazgo es frágil. Theresa May administra el caos del Brexit con divisiones profundas en el país, en su partido y también en su Gabinete. Emmanuel Macron ha tenido que remodelar su Gobierno para levantar su valoración en las encuestas, que está bajo mínimos. Angela Merkel ha recibido un aviso serio en las elecciones de Baviera y está más débil políticame­nte. En Italia, es tal el protagonis­mo populista y xenófobo de su ministro del Interior, Matteo Salvini, que nadie cuenta con el primer ministro. La coalición de la extrema derecha y la izquierda extrema en el Gobierno es algo que sólo los italianos deben entender.

La fragilidad de los gobiernos va desde Suecia, sin primer ministro todavía, hasta España. Otra cosa son los países como Polonia y Hungría que navegan con el euroescept­icismo hacia no se sabe dónde.

Pedro Sánchez lleva poco más de cien días en el Gobierno y sabe que con 84 diputados no podrá prolongar la legislatur­a sin malabarism­os que le harán perder su iniciativa. Su alianza con Pablo Iglesias para aprobar los presupuest­os era imprescind­ible, pero el precio que tendrá que pagar será alto.

Que el líder de Podemos tenga que acudir mañana a recabar el apoyo de Oriol Junqueras en la cárcel no deja de ser extravagan­te, lo nunca visto. Tanto ERC como el PDECat venderán muy caro su apoyo a los presupuest­os. Piden que el Gobierno actúe sobre la Fiscalía para que haga un gesto sobre los políticos encarcelad­os y para los que se encuentran en el extranjero.

Claro que el Gobierno puede dar instruccio­nes a la Fiscalía General del

La situación irá a peor hasta que todos sean consciente­s de sus limitacion­es y reconozcan su fracaso

Estado. Lo que no es seguro es que la Fiscalía pueda imponer su criterio sobre los jueces, que son los que tienen el poder para tomar decisiones sobre los sumarios. La separación de poderes no se puede saltar por la convenienc­ia del Gobierno.

Empieza a verse la magnitud del error de Mariano Rajoy al no recurrir a la política a partir del 2012 cuando el independen­tismo se adueñaba festivamen­te de las calles de Barcelona.

Quim Torra afirma que es imposible negociar los presupuest­os “con la situación de los presos y exiliados”. Junqueras, que está en la cárcel, quiere negociar y Puigdemont ordena a Torra desde Waterloo que no tuerza el brazo y siga desafiando al Estado.

El independen­tismo está fracturado y también pierde fuerza. La situación va a empeorar hasta que todos sean consciente­s de sus limitacion­es y reconozcan su fracaso. Sólo faltaba que uno de los ideólogos de la Crida Nacional per la República, Agustí Colomines, soltara ayer que “sin muertos la independen­cia tardará más”. ¿Quién va a poner los muertos? Qué irresponsa­bilidad. Lo más peligroso es cuando de las palabras se pasa a los hechos.

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