La ópera en el teatro del Bosque
El empleado, con gorra blanca de plato y uniforme más discreto, exhibe y custodia un anuncio voluminoso y tridimensional. Se ha plantado en un lugar de categoría de la Rambla: entre el palacio Moja y la iglesia de Betlem. Un par de ramblistas bien trajeados charlan con él. ¿Sobre el tema publicitario?
Se trata del teatro del Bosque, de Gràcia, sito en Rambla Prat. Se distinguía por una trayectoria considerable. Anuncia la ópera wagneriana Lohengrin. No se trataba de una ocurrencia, ni de una improvisación. Y es que Josep Valls, su propietario, era un enamorado de la ópera y de ahí que hubiera obtenido un contrato de colaboración con el Liceu
No sólo ofrecía calidad, sino también precios asequibles para convertir su oferta en éxitos populares. Pero había más: Valls tenía un innato sentido de la publicidad, servido con originalidad y valentía, lo que le reportaba unos resultados espectaculares.
Baste un ejemplo. Consiguió representar por primera vez fuera de Italia Madama Butterfly. El permiso le fue concedido por su historial: no sólo lograba numerosas representaciones de la obra contratada, sino que pagaba los derechos de autor.
Así pues, para lanzar con la fuerza debida aquel estreno, no se contentó con la fama que ya tenía Puccini, sino que desplegó una campaña publicitaria llamativa. Alquiló un tranvía de dos pisos: en la plataforma baja fue situada la orquesta, que tocaba fragmentos de la ópera, y la superior, descubierta, fue llenada de comparsas vestidos con quimonos que enarbolaban sombrillas; los laterales aparecían cubiertos con carteles. A diario cubría el itinerario entre las plazas Lesseps y Catalunya. Grupos de músicos actuaban en mercados y plazas.
Tanto esfuerzo no fue en vano: siete representaciones más que en Italia, y Puccini le hizo llegar su felicitación.
En junio de 1907 estrenaba Lohengrin. La prensa destacaba así a los cantantes: “Debuta la soprano señorita Vergeri y el tenor señor Saludas”. Se añadía el precio de la entrada general: 50 céntimos.
Con motivo de la verbena de Sant Pere era oportuno anunciar otros alicientes: “Baile, fuegos artificiales, concurso de patinaje, etcétera, etc.”.
Su dinamismo le impulsó a evitar concentrarse en el teatro del Bosque, y se convirtió en empresario de otros escenarios, como por ejemplo del Paral·lel. Tampoco se limitó sólo a Barcelona, sino que proyectó su labor en otras ciudades, hasta el extremo de montar una gira por Latinoamérica para promocionar una revista musical.
Y baste otro ejemplo: fue padrino de boda de Lluís Companys y le acompañó en el balcón de la Generalitat cuando éste proclamó la República.
FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC BARCELONA
Josep Valls, el propietario, era imaginativo, innovador, valiente y dinámico