Tricicle: adiós en plena forma
La compañía comienza con una larga ovación sus funciones de despedida en el teatro Victòria
6Tricicle comienza la despedida de los escenarios. Con enorme éxito. Incluso los gags más simples de HITS hicieron descuajeringarse anoche a la audiencia que abarrotaba el teatro Victòria para comenzar meses de funciones de adiós de la ciudad en la que comenzaron. Un ejemplo: casi al final de la función hay un gran casting en el que Paco Mir, Joan Gràcia y Carles Sans dan vida a todo tipo de personajes rocambolescos con números desastrosos a los que una potente voz en off corta invariablemente : “Ya le llamaremos”. Alguno de ellos va tan fumado o es tan inocente que incluso cree que eso es bueno. Al final del casting aparecen los tres actores y dicen en un guiño –el año próximo Tricicle cumple 40 años de carrera– que son el grupo Forever Young. Señalan silenciosamente al pelo que le falta a uno, la barriga que le ha aparecido a otro, y dicen que van a interpretar a dos lonchas de beicon y una butifarra en una plancha de bar. Y lo que contado parece una tontería que no va a ir mucho más lejos, una vez visto, con los tres crepitando como beicon y butifarra –la butifarra es fácil imaginar quién es– tumbados en el suelo, hace que todo el mundo se doble en el asiento.
Y es que en una velada que contó con una nutrida representación de caras conocidas que iban de Óscar Tusquets a Xavier Sardà, Judit Mascó, La Maña, Joan Laporta, Lluís Bassat, Carles Puyol, e incluso Manuel Valls y Susana Gallardo, Tricicle demostró que se despide de los escenarios en plena forma, sin esperar a que les retire nadie, ni que les fichen festivales de verano como viejas glorias. Anoche Tricicle hizo reír de nuevo sin parar incluso a los espectadores menos entregados con ese humor que se aprovecha de nuestros pequeños defectos, de nuestras ganas de competir con los otros –incluso orinando en un lavabo público–, de ser más. Un humor que saca partido de las ganas de reírnos un poco de los pequeños percances y fracasos de los que nos rodean y que conecta tantas veces con nuestro eterno espíritu infantil, de niños mayores, en forma de una gestualidad y unos ruidos más o menos escatológicos que, como se vio anoche, desde que comienzan en la escuela nunca pasan de moda.
Un humor que, en todo caso, radica en el ritmo y la habilidad gestual que sigue teniendo Tricicle cuarenta años después y que le permite a Joan Gràcia hacer el número de la maleta inmóvil en el aire, que trata de arrastrar con todas sus fuerzas para un lado y para otro y no lo consigue, con una facilidad pasmosa, incluso girando alrededor de ella mientras está suspendida. O que permite a los tres intérpretes sentados en unas butacas de cine hacer casi una fabulosa radiografía social del mundo masculino. Tres hombres sentados en unas butacas que de repente son las de un cine porno, 20 segundos después las de una iglesia – que parece más bien un gimnasio, porque los feligreses se tienen que sentar y levantar más que en una clase de jogging–, un poco más tarde son los asientos de un estadio con fans enloquecidos, luego los de un partido de tenis, de otro de ping pong, de uno de fútbol, las butacas de un cine en el que se proyecta Lo que el viento se llevó –y sale de él un hombre que desprecia la película cuando un momento antes lloraba– o sillas de una carpa de circo: ahí la cara de Carles Sans es capaz con su movimiento espiral y su sorpresa preocupada y atónita de hace que el público logre ver cómo cae un equilibrista en un triple salto mortal.
Tricicle mostró anoche algunos de sus mejores gags, a veces remozados por la tecnología –los omnipresentes móviles–, y, acabada la función, dejó con la sensación de que, si quieren, su humor sin palabras tiene aún recorrido. Por lo pronto, por ahora, unos meses en el teatro Victòria.
Al inicio de la despedida de Tricicle acudieron Óscar Tusquets, Judit Mascó, Laporta, Puyol, La Maña y Manuel Valls