Despacho en prisión
DICE Pablo Iglesias en sus conversaciones con Enric Juliana, tituladas Nudo España (Arpa), que acaba de llegar a las librerías: “Oriol Junqueras es una figura de una gran profundidad. Recuerdo que un día, cenando en casa de Jaume Roures, le comenté que seguramente si continuaban con una estrategia –que a nuestro juicio era suicida– de chocar con el Estado iba a acabar en la cárcel. No sé si me creyó en aquel momento. Creo que ahora Junqueras encarna el retorno al pragmatismo estratégico de Esquerra República de Catalunya en contraste con Carles Puigdemont”. En eso está Iglesias, así que ayer se fue a ver Junqueras a la prisión de Lledoners. Y, por más que el líder de Podemos advierta que este es un encuentro solicitado por él hace tiempo, a nadie se le escapa la oportunidad de la visita para explorar la manera de conseguir el apoyo a los presupuestos. En cualquier caso, Pedro Sánchez avisó desde Bruselas que quien negocia las cuentas es la Moncloa y todo lo demás son brindis al sol. Pero los socios, socios son y con la entrevista Iglesias marca perfil, como si fuera un vicepresidente en la sombra.
Cuando el independentismo pone como condición para aprobar los presupuestos que el Gobierno haga un gesto con los presos, la imagen del presidente de Podemos entrando en la cárcel donde está Junqueras tiene significado político. Sánchez –y el Estado de derecho– no tiene apenas margen de movimiento, pero es evidente que después de ayer hay un puente más, no uno menos. En los próximos días habrá ruido, porque no deja de ser insólita la situación planteada por la visita. Y la derecha no perderá la oportunidad de agitar el Congreso. Lo malo es que son tiempos en los que la gesticulación domina la escena. Y nadie tiene un guión de cómo se desarrollará el acto siguiente.
En cualquier caso, dos políticos dialogando en una cárcel resulta lo más parecido a una tragicomedia de teatro del absurdo.