La Vanguardia

El asesinato de Khashoggi coloca a Trump en el laberinto saudí

La Casa Blanca se distancia del príncipe heredero mientras defiende su alianza

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

“Cuando una persona muere, es una tragedia. Cuando mueren un millón, es sólo una estadístic­a”, dicen que dijo Josef Stalin y ha empezado a comprobar Donald Trump.

La indignació­n nacional y global que no provocó su apoyo a Arabia Saudí en la mortífera guerra de Yemen o su dura represión de la disidencia local la ha suscitado, en cambio, el asesinato de un hombre, un periodista, Jamal Khashoggi, a manos de matones saudíes. Los intereses cruzados entre Estados Unidos y Arabia Saudí no son nuevos. Pero mientras espera las explicacio­nes de Riad sobre qué ocurrió exactament­e con el destacado disidente (Khashoggi trabajó antes como portavoz del gobierno), Trump se asoma por primera vez al laberinto saudí en que otros gobernante­s se han dejado sus ropajes éticos.

Arabia Saudí es más que un productor de petróleo clave o un estupendo comprador de armas (tienen entre manos un contrato por 110.000 millones de dólares). La alianza estratégic­a entre los dos países data de 1932, como ha recordado el secretario de Estado, Mike Pompeo, pero ninguna Administra­ción la ha colocado tan en el centro de su política exterior como esta.

Riad es el eje de su estrategia de presión total contra Teherán y en su alianza con Tel Aviv para una solución a su medida para el conflicto palestinoi­sraelí. También es central en su estrategia de retirada de la escena internacio­nal (más retórica que real) y de reparto del coste de operacione­s internacio­nales. El mismo día que Pompeo llegó a Riad para hablar de la desaparici­ón de Khashoggi, las autoridade­s saudíes ingresaron 100 millones de dólares en las arcas del Tesoro estadounid­ense en compensaci­ón por las actividade­s militares de EE.UU.

A pesar de la acumulació­n de intereses geoestraté­gicos, destacados senadores republican­os y demódel cratas han reclamado a la Casa Blanca una respuesta drástica a las informacio­nes que apuntan a que el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, líder de facto del país, está detrás del posible asesinato del periodista en el consulado saudí de Estambul. El senador Lindsey Graham, amigo personal de Trump, le ha acusado sin tapujos del crimen y ha pedido un liderazgo alternativ­o para el país árabe, formalment­e en manos del rey Salman, de 82 años.

La Administra­ción Trump ha empezado a ceder a la presión –al menos de cara a la galería, algo no menor para Riad– y ha elevado el tono de sus advertenci­as. El crimen de Khashoggi tendrá “severas” consecuenc­ias, dijo el presidente, que ya no ha vuelto a descartar suspender las ventas de armas al país o retirarle su apoyo en Yemen, como plantea el Senado a la Casa Blanca.

Trump ha empezado a comentar a su entorno que “no conoce tanto” al príncipe heredero, dijeron fuentes de la Casa Blanca al The New York Times. Su yerno, Jared Kushner, sin embargo, le aconseja que no deje caer a Bin Salman, porque cree que logrará capear el temporal. Kushner –asesor especial de la Casa Blanca, como la primera hija, Ivanka– ha trabado estos años amistad con el príncipe y es el gran artífice de la renovada alianza con Riad.

La presión también llevó al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, a cancelar su participac­ión en el llamado Davos del desierto que organiza el Gobierno saudí, como antes hicieron varios gobiernos europeos. Francia ha suspendido todas las visitas de alto nivel. Mnuchin, no obstante, mantenía ayer los planes de acudir a una conferenci­a sobre lucha antiterror­ista a finales de este mes, según The Washington Post.

Trump indignó al Congreso con su reacción inicial a la inquietant­e desaparici­ón de Khashoggi: dando total credibilid­ad a sus desmentido­s, igual que hace con Vladímir Putin respecto a la injerencia rusa en las elecciones del 2016. A pesar continuo goteo de filtracion­es del Gobierno turco que descartan que Riad no supiera nada de los siniestros planes del escuadrón de agentes saudíes que ese día entró en la legación diplomátic­a, Trump ha insistido en la presunción de inocencia del príncipe, comparando su caso con el de Brett Kavanaugh.

La sinceridad de su pena por el “feo asunto” de la muerte del periodista y la defensa del trabajo de la prensa que hizo su vicepresid­ente, Mike Pence, quedaron en entredicho a las pocas horas. En un mitin en Montana, Trump celebró las dotes pugilístic­as de Greg Gianforte, un senador republican­o condenado a seis meses de cárcel por pegar a un periodista de The Guardian, Ben Jacobs. “Es un líder increíble”, celebró. “No luchéis nunca contra él... Un tipo que puede hacer así un body slam [un movimiento que tumba al adversario de un golpe]... ¡ese es mi hombre!”, “un tipo duro”, le jaleó Trump ante sus seguidores en alusión directa a la agresión, de la que Gianforte se declaró culpable.

“Esto equivale a celebrar un delito”, criticó la Asociación de Correspons­ales ante la Casa Blanca. “Todos los americanos debería rechazar los elogios del presidente a una agresión a un periodista que hacía su trabajo, protegido por la Constituci­ón”, reclamaron. Otras asociacion­es de periodista­s y la oficina de comunicaci­ón del Gobierno británico criticaron también este nuevo ataque de Trump a la prensa. “Cuando Estados Unidos no defiende los derechos humanos y la libertad de expresión, las consecuenc­ias son trágicas. La aparente tortura y asesinato de Jamal Khashoggi es una de ellas”, criticaba ayer Eugen Robinson en una columna en la misma página que este solía firmar en el Post.

NUEVO CLIMA DE OPINIÓN

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POLÍTICA EXTERIOR

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DIVISIÓN INTERNA Kushner, yerno y asesor de Trump, le aconseja que no deje caer a Bin Salman

ATAQUE A LA PRENSA Trump aplaude las dotes de boxeo de un candidato que pegó a un periodista

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JONATHAN ERNST / REUTERS El presidente Donald Trump, recibido en la corte real de Riad en mayo del 2017

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