La Vanguardia

El reciclaje

- Quim Monzó

La arquitecta Alba Arboix publicó en julio Barcelona. Esglésies i construcci­ó de la ciutat, editado conjuntame­nte por el Ayuntamien­to y el Arzobispad­o. El domingo, Mireia Rourera la entrevistó en El Punt Avui. En agosto había leído en The New York Times un reportaje sobre lo que ha pasado en el Quebec con las iglesias y por eso me llamó la atención el titular: “Los espacios religiosos en desuso hay que reconverti­rlos”. Como soy lego en la materia, me sorprendió una constataci­ón: “Hay más iglesias construida­s en estos últimos setenta años que en todos los siglos anteriores juntos. (...) En los momentos en los que hay olas migratoria­s, en los años veinte del siglo XX y después, en los años sesenta, hay un gran crecimient­o de la ciudad y se construyen muchas iglesias. Hoy hay 132”. Explica como hasta la edad media primero surgía una iglesia y en torno a ella nacía el núcleo urbano, y cómo la cosa va cambiando hasta que es en torno a las fábricas donde nacen los núcleos urbanos. Es al final de la conversaci­ón cuando plantean qué hay que hacer ahora que muchos espacios religiosos no se usan. La entrevista­dora pone el ejemplo de la parroquia de Santa Mònica, que hoy es el Arts Santa Mònica, y de la capilla privada de Manuel Girona, que ahora acoge a un supercompu­tador. La entrevista­da contesta: “Las iglesias normalment­e son edificios simbólicos, construido­s con buenos materiales, con una buena sonoridad... Son espacios libres, diáfanos; son muy fáciles de reconverti­r. La librería La Central del Raval es otro ejemplo, así como el Convent dels Àngels”.

En el artículo del Times neoyorquin­o sobre las iglesias del Quebec explicaban que, en la década de los cincuenta, el 95% de la población iba a misa. Ahora, sólo el 5%. Los motivos son la pérdida de fe que ha habido en general en el mundo pero también que la Iglesia católica se dedicó allí a censurar libros, se opuso al divorcio y presionó a las mujeres para que tuvieran más y más hijos. En los sesenta, toda una generación de mujeres se rebeló y empezó la bajada. En total se han reconverti­do 547 iglesias. En Montreal, la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es ahora el Théâtre Paradoxe. La de San Judas Tadeo se ha convertido en un gimnasio de lujo (con spa), donde levantar las pesas mientras contemplas sus ventanales neogóticos. La de San Matías Apóstol es ahora Le Chic Resto Pop, especializ­ado en brochetas de pollo. En el pueblo de Sainte-Élizabeth-deWarwick, la parroquia se ha convertido en la Fromagerie du Presbytère...

Nada comparable, sin embargo, a lo que pasó con los Banys de la Mercè, un antiguo balneario de Capmany, en el Alt Empordà, que, adosada a la fachada, tienen la iglesia de la Mercè. Tras la guerra del 36, el balneario se convirtió en hotel y a finales de los noventa en un prostíbulo, el Madam’s. En aquella época leí en el Diari de Girona un montón de cartas indignadas de personas que lamentaban que el lugar donde se casaron o bautizaron a sus hijos hubiera acabado convertido en una casa de hurgamande­ras. Realmente sabe mal pero, tal como dice Alba Arboix, “los espacios religiosos en desuso hay que reconverti­rlos”.

Realmente sabe mal, pero “los espacios religiosos en desuso hay que reconverti­rlos”

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