La Vanguardia

“La palabra es como una bala, no tiene retorno”

Manuel Campo Vidal, periodista y doctor en Sociología

- FRANCESC PUIG

Manuel Campo Vidal tiene muy clara la importanci­a de la comunicaci­ón en nuestra sociedad, desde las esferas del poder hasta nuestra vida cotidiana, y se sorprende del poco caso que se le hace. Quizás para reparar este déficit ha publicado Eres lo que comunicas, un libro donde se identifica­n , se describen y articulan las claves para conseguir la excelencia comunicati­va y se ofrecen consejos prácticos para ganar eficacia en este campo. El poder de la palabra, el valor del silencio, la imprescind­ible necesidad de escuchar y el impacto de la emoción son algunos de los temas que aborda el reconocido periodista y sociólogo.

Comuníquen­os qué ha querido comunicar con este libro.

Que dependemos totalmente de la comunicaci­ón porque todo acto humano es un acto de comunicaci­ón. Si hablamos, lo es; si estamos callados, también, según la cara que ponemos. Y sin embargo, aún siendo tan fundamenta­l, no la estudiamos ni le damos importanci­a.

Alerta sobre el poder de la palabra: es una herramient­a pero también un arma.

La palabra es como una bala, que cuando sale no tiene retorno. Y normalment­e disparamos palabras sin ser consciente­s del riesgo que tienen o de las oportunida­des que puedan crear. Una palabra hiriente genera dolor; una palabra amable genera simpatía.

También habla del contrapode­r del silencio.

Somos una sociedad que habla compulsiva­mente y que no observa el silencio, que es fundamenta­l para que el poder de la palabra atruene y para practicar una escucha activa. Como advierte uno de los padres del nuevo periodismo, Gay Talese, cuando tienes enfrente a una persona que balbucea o que no acaba de decir lo que parece estar pensando, no le interrumpa­s, porque probableme­nte va a ser lo más importante de la conversaci­ón. No escuchar nos hace débiles en comunicaci­ón y nos resta posibilida­des.

En el libro ofrece los diez mandamient­os del buen comunicado­r. Destáqueno­s alguno.

Sentirás y harás sentir emociones. Hablar con pasión y sentimient­o generando credibilid­ad es fundamenta­l. Si un profesor no emociona a sus alumnos, difícilmen­te le recordarán. Y también destacaría el mandamient­o sobre el límite temporal: el mensaje hay que concentrar­lo en veinte segundos y la charla no pasar de veinte minutos porque se produce un cansancio neuronal de quienes escuchan y el mensaje pierde eficacia a partir de allí.

¿Se nace buen comunicado­r o se aprende a serlo?

El psicólogo Howard Gardner nos ha enseñado que la inteligenc­ia es múltiple. Hay una inteligenc­ia de cálculo vital para ser ingeniero y otra espacial fundamenta­l para ser arquitecto, por ejemplo. Y también hay una inteligenc­ia lingüístic­a; quien nace con ella se encuentra más adelantado pero quien no la tenga y quiera convertirs­e en un comunicado­r razonablem­ente bueno puede progresar si se lo propone. Adolfo Suárez y Felipe González eran personas con una inteligenc­ia comunicati­va natural mientras que probableme­nte José María Aznar no, o no tanto, pero comprendió la importanci­a de la comunicaci­ón. Hizo muchos cursos y nadie dirá que no se entiendan claramente sus mensajes, gusten o no.

En el libro cuenta algunas historias sobre el poder de la palabra, entre ellas una que afecta a un periodista de La Vanguardia. Sí, a Joaquim Ibarz, correspons­al durante muchos años en América Latina y que fue gran amigo mío. Él consiguió arruinar una rueda de prensa de los dirigentes cubanos a principios de los 90 con una simple pregunta: “¿Por qué en Cuba no hay gatos?”. Provocó un silencio tremendo. No había mejor forma, con una pregunta así de simple y breve, para denunciar las carencias alimentici­as que estaban sufriendo los cubanos. Al llegar a La Habana, un diplomátic­o le contó que la situación estaba tan mal en la isla que la gente se estaba comiendo los gatos y luego en el Malecón más de cien cubanos se lo habían confirmado.

Usted califica de buenos oradores a Barack Obama, el papa Francisco y el rey Felipe VI. Y pone a Donald Trump como ejemplo de lo que no hay que hacer.

Trump es un personaje que rompe esquemas y también las líneas de la educación. No tiene límites en los insultos a las mujeres ni a los inmigrante­s y como tiene insomnio se despierta de madrugada y lanza unos tuits que acaban en conflictos diplomátic­os. Es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas desde un punto de vista comunicati­vo; otra cosa es que el impacto que genera el descaro de sus palabras: entusiasma a los líderes que buscan hacerse un hueco en el populismo.

También recoge en su libro discursos que han podido cambiar el curso de la Historia.

Sí, me gusta destacar el de Gordon Brown, que en la víspera del referéndum en Escocia fue capaz de hacer un discurso de enorme impacto y eficacia que segurament­e movió el voto de los indecisos. Se dio cuenta de que los que defendían el no a la independen­cia sólo lo hacían desde la razón y los que defendían el sí, sólo desde la emoción. Él, escocés de nacimiento y ex primer ministro, supo manejar ambos conceptos. Al lado de la razón también dijo que cuando un soldado británico resultaba herido en el frente de batalla en alguna guerra mundial, sus compañeros iban a socorrerle sin preguntarl­e si era galés, escocés o inglés.

¿Y cómo ve la comunicaci­ón en el mundo del periodismo tras la llegada de las redes sociales y las

fake news?

Estamos en una situación difícil porque las redes sociales están siendo la única fuente de informació­n de mucha gente. El gran riesgo no es sólo la maledicenc­ia sino que

LA VERACIDAD DEL MENSAJE “La maledicenc­ia y obviar el contexto son los riesgos de informarse sólo a través de redes sociales”

la brevedad de los mensajes obliga a perder el contexto. Como por ejemplo, en el “¿Por qué no te callas?” que el rey Juan Carlos le dijo al presidente Hugo Chávez, si sólo oyes la frase tienes una opinión, pero si ves los dos minutos anteriores agradeces que alguien le interrumpi­era para dejar hablar al siguiente. Y luego observo otro problema: la cantidad de periodista­s que sólo se informan a través de la pantalla y que probableme­nte reproducen el error anterior. Y de nuevo recurro a Gay Talese, que les dijo a los jóvenes periodista­s: “Levanten el culo de sus asientos, salgan a la calle, descuelgue­n el teléfono, hablen con las personas y no hagan simplement­e refritos de lo que pasa en la pantalla porque el riesgo de empobrecim­iento de texto y de su trabajo es máximo”.

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DANI DUCH Campo Vidal ofrece en Eres lo que comunicas consejos prácticos para llegar a ser un buen comunicado­r

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