La Vanguardia

Natalia de Molina, libre

La actriz brilla en ‘Animales sin collar’, donde encarna a una esposa que despierta de su sueño de felicidad con un marido corrupto

- FERNANDO GARCÍA

Cuando Natalia de Molina conoció a Jota Linares, el director de Animales sin collar, ella trabajaba de taquillera y camarera en el teatro madrileño Garaje de Lumière, donde él dirigía ¿A quién te llevarías a una isla desierta? La pieza resultaba de un proyecto fílmico reconverti­do en obra teatral por falta de financiaci­ón, aunque el año que viene lo veremos en Netflix como película. El caso es que desde aquel encuentro, hace seis años, la actriz y el cineasta mantienen una estrecha relación personal y profesiona­l que en el filme que ambos estrenan este fin de semana se traduce en una perfecta compenetra­ción.

Animales sin collar, primer largometra­je de Linares, narra el despertar de una mujer joven, Nora, que aprende a ser libre y fuerte después de un prolongado letargo en el sueño de presunto amor y felicidad –fruto del autoengaño– junto a su esposo Abel (Daniel Grao). “Al igual que en la realidad, pues como Nora las hay a cientos de miles en este país, ella ha pasado de hija a esposa sin llegar a desarrolla­rse ella misma como mujer”, explica la actriz.

Abel es un político en ascenso que está a un paso de ganar las elecciones en Andalucía. Pero tiene un cadáver en el armario sin saber que Nora guarda un importante secreto al respecto. Cuando un tercer personaje envuelto en el asunto amenaza con sacarlo todo a la luz, Abel se juega su fulgurante carrera. Y lo que al final estropea con su actitud es aún más importante que eso. El argumento pilota sobre distintas formas de manipulaci­ón y corrupción, sobre todo corrupción moral, con Nora en medio de todo sin tener la culpa de nada. “Ella se cree libre sin serlo, hasta que al final se da cuenta de dónde está metida”, sigue De Molina. “Es lo que hay: a nosotras nos han educado para gustar y cuidar a los demás, como ella hace con Abel, mientras a los hombres se les prepara para que se realicen”.

El de Nora es sin embargo “un papel rico, con muchas aristas”, señala la intérprete. Y Linares lo corrobora: “No quería caer en el cliché de mujer oprimida. Nuestra protagonis­ta viaja en taxi, es lista y culta, pero aún así está desapareci­endo para que su marido exista”. Tal es el punto de partida de un viaje lento pero inevitable, aunque no previsible, hacia la emancipaci­ón.

La cinta tiene un aire de peli del oeste, aunque en este caso se trata de un western a lomos de taxis y Fiat Uno por las luminosas llanuras de Andalucía: una luz que contrasta, a propósito según el director, con las oscuridade­s de Abel y de otros personajes más sombríos que él.

De Molina empezó en el cine hace cinco años y ya ha ganado dos Goya. Su carrera parece más sólida que la del tal Abel. Y eso que –nos comenta– rechaza propuestas “más a menudo de lo que quisiera”; muchas veces por el cariz machirulo del papel que le proponen: “Todavía se escriben muchos guiones con una mirada machista hacia los personajes femeninos”, dice. Y aunque reconoce que hitos como el movimiento #MeToo y el último Ocho de Marzo han propiciado avances, “queda mucho por hacer”. La prueba está sin ir más lejos en Animales sin collar, al fin y al cabo libre adaptación de una obra, Casa de Muñecas, de Ibsen, de 1879. Y es que “en según qué cosas, aunque hayamos progresado, algunos planteamie­ntos del siglo XIX siguen vigentes”.

Con dos Goya en 5 años de carrera, la actriz ha rechazado papeles a menudo por el cariz machista de los guiones

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LA CANICA FILMS Natalia de Molina en un fotograma de Animales sin collar

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