La Vanguardia

“A las mujeres nos asusta menos enseñar la verdad”

Liv Ullmann, actriz

- CHARLOTTE PAVARD Lyon. Servicio especial

El Festival Lumière Rue du Premier Film, que impulsan el cineasta Bertrand Tavernier y Thierry Frémaux, su director, clausura este fin de semana su décima edición con la entrega del premio Lumière a Jane Fonda, actriz que estos días comparte protagonis­mo en Lyon con una larga lista de invitados entre los que figuran Javier Bardem, Asghar Farhadi, Monica Bellucci o Liv Ullmann. Esta última, a la que Ingmar Bergman considerab­a su Stradivari­us, conversó con La Vanguardia de la profesión de actriz (ha impartido una de las masterclas­s del certamen), de su filmografí­a como directora y de su fecunda relación personal y profesiona­l con el director sueco.

¿Qué representa para usted la invitación del festival?

No había tenido una experienci­a parecida en ningún festival hasta ahora. Si por casualidad has perdido la fe en el cine, este es el sitio adecuado para reencontra­r el amor por este arte. La gente, su entusiasmo, la atmósfera, nos recuerdan la importanci­a que tiene. No he visto muchas películas porque tengo una agenda apretada, pero si que vi El imperio del león, de Claude Lelouch, el día de la apertura. No la conocía. ¡De hecho pensaba que se trataba de un estreno hasta que me di cuenta que había sido rodada hace 30 años! Es una película tan moderna, además Belmondo se mantiene tan joven que me confundí. Me inspira, estoy encantada.

Entre sus películas proyectada­s aquí, está Infiel, cinta que rodó como directora en el 2000, y que está basada en un guion de Bergman. ¿Se tomó algún tipo de libertad visual o fue fiel al guion original?

Ingmar estaba obsesionad­o con la historia de Infiel, la de una relación que él había vivido antes de que estuviéram­os juntos. Él no tenía ningún poder sobre las imágenes (de hecho no lo dejé acudir al rodaje) porque yo dirigía, así que la única cosa que pudo hacer fue impedir que cambiara una sola palabra del guion. Nadie podía tocar lo que escribía Bergman. Es una película sobre las relaciones y sobre la mala conciencia que puede tener uno al acabar una relación. Ingmar había decidido llamar Ingmar al protagonis­ta y, sin embargo, seguía manteniend­o que no se trataba de él. Yo sabía que era él y que había pecado en la vida de lo que contaba en la historia. Así que le dije: “¿No puedes colocar la palabra perdón en el guion, para seguir con tu vida sin sentirte tan culpable?”. Él se negó, dijo que nunca se perdonaría a si mismo, y que no pensaba to- car el texto. Ahí decidí engañarle. En el guion, el personaje joven, el Bergman joven, tiene un monólogo donde cuenta lo culpable que se siente. En el guion, esta escena se hacía delante de un espejo. Pero yo puse al personaje joven frente a su doble mayor, y les hice juntarse las manos en un gesto de perdón...

¿Le gustó esa escena a Bergman?

Sí, creo que le gustó mucho. Y, por cierto, hay otra escena que le

gustó tanto que la puso en su propio documental. En una escena final, Bergman mayor se encuentra en su despacho, de hecho lo que era su despacho en la vida real, ya que me había prestado su casa de la isla de Farö para el rodaje (la casa donde habían vivido juntos cinco años). A la hora de mirar a través de la ventana como él siempre hacía, añadí un plano con la silueta de su doble joven paseando por la playa, sin ninguna palabra añadida. Furioso, Bergman me obligó a quitarla antes de estrenar la película en Cannes. Sin embargo al volver, me dijo “¡ponla de nuevo!”. Y, dos años mas tarde, cuando él hizo un documental sobre su vida, salió exactament­e la misma escena. Hasta ahora, nunca he sabido si había sido porque me había robado la idea o porque lo pensó antes de que la filmase yo. Eso simplement­e quería decir que yo sabía leer su mente. Por eso me utilizó tanto en sus películas, porque yo era él, como el personaje de Persona. Le cuento esto ahora pero él y yo nunca lo comentamos. Lo sé, nada más.

¿No está cansada de que le sigan preguntand­o sobre Bergman, después de ser más que reconocida como actriz y directora tanto en el teatro como en el cine?

No, para nada. Antes a lo mejor sí, pero ahora no. Es mi vida, tenemos un camino artístico en común, una hija en común. Y él era un genio, hubiera pagado para trabajar con él. Nadie como Ingmar sabía despertar la creativida­d en sus actores, nunca te decía lo que tenías que sentir. Y un buen director es el que deja al actor ser el creador.

De hecho es lo que usted decía de Javier Bardem, con quien ha compartido debates en las respectiva­s masterclas­ses del festival, donde ambos hablaron del poder de expresarse en los primeros planos. ¿Es ese el criterio de un gran actor?

A medida que se va acercando la cámara, las capas y las máscaras desaparece­n de la cara. Le dije a Javier Bardem que lo admiraba mucho por su capacidad de dar tanta vida a su cara. Su rostro no miente. Hay distintos tipos de actores, diferentes personalid­ades, algunos son del Actor’s Studio… y hay actores como Javier Bardem en Biutiful o No es país para viejos.

Cuanto más se aproxima la cámara, más sale de su piel, de sus ojos, y su dolor y su odio se va desvelando. Sólo se ve la verdad. Y así son los buenos actores. A Ingmar le gustaba filmar las mujeres, porque detrás de la belleza física está la verdad, y a las mujeres les asusta menos enseñarla. La mentira no es parte de la actuación.

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NURPHOTO / GETTY L a actriz Liv Ullmann, con el director del festival, Thierry Frémaux

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