Buscando la armonía
‘Juditha Triumphans’
Intérpretes: La Capella Reial de Catalunya. Le Concert des Nations. Solistas Dirección y viola: Jordi Savall Lugar y fecha: Obertura del Cicle d’Antiga de L’Auditori (17/X/2018) Siguen las buenas nuevas de comienzo de temporada. La producción de la Juditha Triumphans de Vivaldi por Jordi Savall en L’Auditori es sin duda una de ellas. A medio camino entre la ópera y el oratorio, más cerca del primero, Vivaldi da muestras de su genio creador con todos los recursos de la música escénica del momento, que serían más tarde explotados por Händel, también en ese cruce de caminos; algo que dependía más que del compromiso del autor con una u otra forma, de las circunstancias de producción, de ocasión (generalmente política) y también de la disposición del público ya que éste empezaba a pesar fuera del ámbito cortesano especialmente en Händel. Aunque la República de Venecia tenía sus propios derroteros, y la sociedad contaba mucho en esa apuesta por la armonía (una fuerte alianza entre la razón y la fe) que dirigía sus políticas aunque fuesen guerreras.
Así, con buen criterio, para preludio instrumental de esta obra compuesta para la celebración de un triunfo militar de Venecia, Savall dispuso de dos pequeñas piezas instrumentales como obertura, en las que unas frases del solo de violín reflejaban el conflicto con –más que desafinación– descalabro, tan bien logrado por el concertino Manfred Kraemer, columna de las construcciones de Jordi Savall. Hay que señalar que el apartado instrumental cuenta siempre en Le Concert des Nations con solistas y músicos de primera, un elemento importante en esta obra ya que el color, el timbre y sus referencias simbólicas interaccionan constantemente.
Como hemos dicho en otras ocasiones, Savall cuida siempre su apartado instrumental en cuanto a capacidad tímbrica, pero en este caso es el propio Vivaldi quien establece disponer de instrumentos singulares (viola d’amore, cuarteto de tiorbas…) que enriquecen el conjunto habitual de vientos y cuerdas, echando mano de ellos en momentos destacados y muy bien resueltos en esta interpretación; véase por ejemplo la preciosa aria de Judit (Veni, mi sequere…) con el pequeño chalumeau (antecedente del clarinete) en manos magistrales de Lorenzo Coppola y en diálogo con la, para estos momentos excelente, Judit de Marianne Beate Kielland, no tan eficaz en la primera parte en la articulación y el fiato y proyección en el registro bajo. Otra carencia de las voces solistas en la primera fue la expresión; se echaba de menos mayor capacidad y énfasis en el gesto musical, algo apagado y de lectura. De subrayar en general la soprano Rachel Redmond (precisa, ornamental, expresiva –aria Armatae face–), el Holofernes de Marina de Liso y los papeles de Lucía MartinCartón y Kristin Mulders.
La versión resulta algo larga con la repetición de cada aria, a pesar de la belleza del contenido musical, que contó con un coro –todo es femenino en esta obra tan plena de simbolismos– muy sensible, transparente y armónico.