La Vanguardia

La felicidad es efímera

- Ramon Aymerich

Son las nueve de la mañana y la gente está medio dormida cuando el tren llega a la estación de Sarrià. A alguien que está leyendo en el móvil le entra una de esas publicidad­es inesperada­s y medio vagón puede oír el anuncio de Arriaga Asociados. “No es una cuestión de números. Se trata de recuperar lo que te pertenece”. La frase penetra como una verdad científica en el cerebro de los viajeros. El vecino de al lado se gira y sonríe con suficienci­a: “Yo, cuando llegue a la oficina voy a llamar al paleta, a ver cuánto me cuesta cambiar el baño”. Dice en voz alta lo que piensa mucha gente ese viernes por la mañana. Que Dios existe y se les ha aparecido en forma de Tribunal Supremo dispuesto a repartir unos miles de euros por cabeza.

Son las nueve de la mañana y en los departamen­tos de bolsa y mercados de los bancos el ambiente que se respira es muy diferente. La bolsa acaba de abrir y los inversores siguen vendiendo acciones. Quedaba la esperanza de que se hubiera producido una sobrerreac­ción el jueves. Pero no. El castigo continúa y algunos bancos acumulan a esa hora una pérdida de valor del 10% en 24 horas. Circulan informes en los que se aventuran los costes del cambio de criterio del Supremo para cada una de las entidades financiera­s. En el mejor de los casos, asciende a 1.800 millones de euros para todos. En el peor, alguna de ellas deberá asumir en solitario hasta mil millones de euros. Los más arriesgado­s aseguran ya que por este camino Bankia no se privatiza. “¿Quién se la quedará? Se hicieron los valientes con las cláusulas

Los ciudadanos comprueban, perplejos, que una sentencia del Tribunal Supremo también puede ser revisada

suelo porque ellos eran banca pública. Cómo van a decir que no ahora a cualquier cosa que les pidan?”. Los bancos de inversión ya mandan notas sobre fusiones inevitable­s. Un alto ejecutivo se muestra indignado. “Vamos a presentar los resultados trimestral­es la próxima semana. ¿Qué vamos a decir? ¿Qué números vamos a dar?” Los bancos están obligados a recoger en sus cuentas las pérdidas previstas. Lo tienen, pues, muy difícil para esquivar el golpe. “¿En qué estarían pensando los magistrado­s?”

El estado de shock de la banca dura hasta minutos antes de las 14 horas. A esa hora ya ha trascendid­o que El Supremo, después de una mañana de watsaps y de llamadas, opta por congelar la aplicación del fallo publicado el jueves. En la práctica, congela el mercado hipotecari­o porque, ¿quién va a materializ­ar, y en qué condicione­s, préstamos hipotecari­os durante los próximos días?

La tarde del jueves, los departamen­tos jurídicos de los bancos se preparaban para una defensa pírrica. Públicamen­te lamentaban “la insegurida­d jurídica” en la que se mueve el sistema financiero. Pero ayer por la tarde eran sus clientes y los ciudadanos en general los que descubrían perplejos que una sentencia firme del Supremo puede ser revisada. Tanto los que habían echado ya las cuentas con los miles de euros que iban a pillar como los que no.

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