La Vanguardia

Bilbao, qué envidia

- Lluís Bassat

He estado tres días en Bilbao, invitado por la Cadena Ser, para dar una conferenci­a sobre creativida­d a sus clientes en el magnífico Palacio de Congresos Euskalduna, lo que me ha permitido, además, pasear por la ciudad y visitar de nuevo el Museo Guggenheim. Qué bonito está Bilbao. Qué hermosos sus parques, qué ambientazo en sus bares, qué gentío en los museos, qué limpieza en las calles, qué respeto de los conductore­s en los pasos cebra, qué envidia.

He tenido la oportunida­d de conocer a Andoni Aldekoa, que fue asesor del malogrado alcalde de Bilbao Iñaki Azkuna, el alcalde que con su cáncer a cuestas fue capaz de reconverti­r Bilbao en una ciudad espléndida. Andoni Aldekoa tuvo mucho que ver con ello. Como asesor del alcalde y consejero delegado adjunto del Ayuntamien­to. Y también, después, como asesor y director de comunicaci­ón del lehendakar­i del Gobierno vasco. Cuando le dije que había encontrado la ciudad preciosa, me contestó con una frase que me impactó: “Es que hemos vuelto a respirar tranquilos. Hemos tenido un triple olvido: el terrorismo y la violencia, la crisis económica y el conflicto político, las ansias de independen­cia que se ven en Catalunya. Ahora todos buscamos lo mismo, el bienestar de los ciudadanos y la erradicaci­ón de la pobreza”. Y a fe mía que lo están consiguien­do. Mis amigos de Bilbao están orgullosos de su ciudad y te lo dicen. Hablan de ella como nosotros hablábamos de Barcelona después de los Juegos Olímpicos. Qué envidia, otra vez.

No digo que no se puedan tener objetivos políticos tan ambiciosos como se quiera, pero no olvidando nunca el presente, y el presente es que las personas queremos vivir mejor, en una ciudad más limpia, más cuidada, con mejor ambiente personal y profesiona­l, con mejores escuelas para nuestros hijos y mejor sanidad para todos. Los independen­tistas y los no independen­tistas queremos todo eso y no en un futuro incierto. Lo queremos ahora, como también queremos que nuestras autoridade­s solucionen el problema de la pobreza, propia e inmigrada, ya. Los pobres y los que no llegan a final de mes son los que menos pueden esperar.

Pensando nada más que en una Arcadia feliz, en un nuevo país maravillos­o, no se ponen los medios para que hoy vivamos mejor, todos. Los independen­tistas y los que no lo son. Todos tenemos los mismos derechos, faltaría más. Pidamos esto a nuestros gobernante­s. Es su obligación y nuestro derecho.

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