La Vanguardia

El salto del heptacampe­ón.

El catalán apuntala su época al conquistar su quinto título de MotoGP y séptimo mundial

- TONI LÓPEZ JORDÀ

Marc Márquez celebró ayer en Japón la consecució­n de su séptimo campeonato del mundo y el quinto en MotoGP con tan sólo 25 años .

Devorador de mitos, Marc Márquez Alentà, 25 años, agrandó en Motegi su leyenda interminab­le. La leyenda del indomable niño de las maravillas, que dejó atrás a referentes de las dos ruedas como Freddie Spencer –el más joven campeón–, maestros como los tricampeon­es Rainey y Roberts, o los tetra Surtees, Hailwood, Duke y Lawson. Ayer dio caza nada menos que al pentacampe­ón Mick Doohan y ya ha puesto el punto de mira en los 7 cetros de Valentino Rossi. Que se prepare el Dottore. Antes de que se retire, Marc le habrá alcanzado. Si no es que el 46 se jubila antes...

La era Márquez es incuestion­able. Como lo fueron antes las de Rossi y las de Doohan (5 títulos seguidos cada uno). Por si alguien lo dudaba aún, ayer en Japón, de nuevo ante sus jefes de Honda –nunca el presidente de HRC había exterioriz­ado en público tanta alegría–, Marc apuntaló su época con el quinto trono en la cilindrada reina (en 6 años) y el séptimo mundial (en 11 temporadas). El de Cervera sólo hace que seguir su curso, avanzando niveles, como si fuera un videojuego. Como había prometido.

Hace justo 7 meses, en el estreno del Mundial en Qatar, Márquez confesaba en una entrevista a este diario que estaba dispuesto a alcanzar las 7 coronas de Rossi en la cilindrada reina, su referente de infancia y ahora irreconcil­iable enemigo –porque el italiano se niega a firmar la paz–. “Trabajaré para poder luchar cada año por el título: esta será la presión que me pondré y mi ambición”. Marc no mira más allá. Año a año, carrera a carrera.

Y esta temporada le ha salido todo a pedir de boca. Sin los problemas con la Honda que tuvo el curso pasado –que le causaron estrés y ansiedad–, y sin la oposición en todo el año de las dos Yamaha, desapareci­dos Rossi y Viñales, Márquez sólo ha tenido que preocupars­e de las Ducati y ser constante, puntuar en todas las carreras. Casi ha logrado la perfección: en los 16 GP disputados, ha acabado en el podio en 14; sólo en dos se quedó sin puntuar (Argentina –el día del toque con Valentino– e Italia). “Sí, ha sido el Mundial de la constancia”, admite Marc. “Si ves los números, he sido constante rodando rápido y en el podio. Cuando sufríamos estábamos en el podio, y eso es algo que no debemos perder. Esta constancia es la que entendí en el 2016 y eso es lo más importante”.

De modo que, reducida la competenci­a a las Ducati –seis victorias le han quitado, 3 Lorenzo y 3 Dovizioso–, y salvando las lesiones en las caídas, tan numerosas todavía (18, el que más en MotoGP), Márquez fue edificando su campeonato con los ladrillos de la constancia, sumando puntos instalado en el podio. Y en la segunda parte de la temporada, tras el parón veraniego, con una renta sustancios­a (46 puntos sobre Rossi y 77 sobre Dovi), se pudo permitir arriesgar, fiel a su estilo, cuando las Ducati más le apretaron. De hecho, en las seis carreras de la segunda parte del Mundial sus únicos rivales fueron los pilotos rojos. Más fácil de controlar. Y más sin Lorenzo después de Aragón.

La fruta fue madurando y tenía que caer en Japón. Como el curso pasado, su único oponente por el título era Dovizioso. Pero si en el 2017 el de Forlì llegó con vida hasta la última partida y luego en el duelo final no apareció, en esta ocasión el italiano sí estuvo a la altura.

Desde la pole –la única que había logrado este año–, Dovi opuso resistenci­a desde la salida, dispuesto a retrasar la coronación del catalán. De hecho, llevó la iniciativa durante casi toda la carrera, liderando hasta la vuelta 20 de las 24. Marc, que salía más retrasado que de costumbre (6.º), se veía obligado a escalar. No falló: en el arranque ya era 3.º (pasó a Crutchlow, Zarco y Iannone) y

Como el año pasado, Dovi fue el gran rival por el título, pero esta vez se cayó a falta de dos vueltas

antes del primer paso por meta superó a Miller y se situaba 2.º. Comenzó ahí la persecució­n a Dovi, al que puso a prueba a media carrera (v.11) adelantánd­ole con un interior. El italiano se la devolvió en la recta, en la que Marc metió la rueda en la tierra. Salvó el susto, y volvió a la carga a falta de 4 vueltas. Con otro interior le arrebató el mando, y Dovi ya no pudo replicar. Intentó acercarse a falta de dos giros, pero en la curva 10 la Ducati le deslizó cuando se inclinaba a la derecha y el italiano acabó por el suelo. Marc lo había llevado hasta el límite. Ya era pentacampe­ón. Y heptacampe­ón.

“Me siento muy bien, pero ha sido un poco decepciona­nte porque Dovi merecía estar en el podio con nosotros”, reconocía con deportivid­ad el 93. Como su jefe, Alberto Puig. “Todo el respeto por Dovizioso, ha sido muy difícil ganarle. Pero ahora es la hora de Marc”. Es la era de Márquez.

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TORU HANAI / REUTERS
 ?? KIMIMASA MAYAMA / EFE ?? Marc Márquez logró en Motegi, la casa de Honda, su octava victoria de la temporada, con la que certificab­a la consecució­n del título de MotoGP
KIMIMASA MAYAMA / EFE Marc Márquez logró en Motegi, la casa de Honda, su octava victoria de la temporada, con la que certificab­a la consecució­n del título de MotoGP

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