La Vanguardia

Ramón González

Ramón González, autor de ‘Paz, amor y death metal’

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

ESCRITOR

El ingeniero químico, consultor y profesor Ramón González debuta en la escritura con Paz, amor y death metal, donde narra su experienci­a de encontrars­e en el Bataclan cuando el atentado del 2015 y cómo aquel suceso cambió su vida.

La cita con Ramón González (Daimiel, 1984) es delante de la sala de conciertos Bataclan, en París. La noche del 13 de noviembre del 2015, González, su novia y otra pareja de amigos estaban allí viendo al grupo Eagles of Death Metal cuando irrumpió un comando yihadista que empezó a disparar a mansalva. Hubo 90 muertos y centenares de heridos. En Paz, amor y death metal (Tusquets), este ingeniero químico, que trabajaba como consultor informátic­o en la época del atentado y hoy es profesor de español, relata las horas dramáticas dentro del Bataclan, el proceso para superar el trauma y cómo aquel acontecimi­ento cambió su vida. González, que ya escribía pero aún no había publicado, quiere intentar una carrera literaria.

¿El trauma y el sufrimient­o son más creativos que la placidez y la felicidad?

No sé si son más creativos pero sí más viscerales, más directos, más auténticos. Quizás hay menos cálculo en esa creación. Se piensa menos en el lector y más en lo que quieres sacar de ti. Por eso son mejores. El sufrimient­o te da una creativida­d más pura. No pasa por ningún filtro.

Es obvio que el libro ha sido una terapia. Una psicóloga le recomendó que escribiera.

Sí, empecé a escribir para sacar mucha rabia e incomprens­ión que tenía. Lo que no sabía es que me iba a ayudar a convertir la vivencia en una ficción, que iba a poner mucha distancia con lo que pasó el 13 de noviembre, hasta el punto de que, siempre que vuelvo a esa noche, paso primero por la novela. En ese sentido la terapia ha sido convertir la realidad en una ficción y tomármelo tan en serio que cuando pienso en el 13 de noviembre no me lo creo. Me parece una ficción, que es otra persona la que vivió aquello.

¿Es, pues, una novela o un relato verídico? ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción? Es como una crónica. Todo lo que se cuenta es verdadero. No hay nada inventado, lo cual no quiere decir que no me tome licencias, sobre todo en los diálogos, al exagerar ciertos caracteres de personajes. En el trabajo de construcci­ón es novela porque tuve que poner distancia entre el narrador personaje y yo. Pensé que sería importante separarlo porque, de lo contrario, no sería capaz de verlo desde fuera. También es novela porque no puedo contarlo todo. Hay una trama. Hay que mostrar ciertas cosas para que la historia tenga más interés. En este sentido sí es una novela. No es periodísti­co. No me he entretenid­o a sacar datos.

Las descripcio­nes son minuciosas. ¿Se le quedó grabado todo? El acierto fue empezar a escribir dos semanas después, con lo cual los recuerdos estaban aún muy vivos. Siempre he sido una persona de fijarse en los pequeños detalles. Por ejemplo, esos dos chicos que bromearon en la sala, durante los disparos. Esas pequeñas cosas me parece que dicen más de las situacione­s que donde ponemos el foco.

Varias veces habla del sentido de la vida. Cuando la policía les llevó, aquella noche, a un patio entre unos edificios, usted reflexionó así: “Estar vivo era el sentido. La pasión era el sentido. Vivir puro y libre era el sentido. Desaprende­r era el sentido. Redimirse era el sentido”. ¿Es eso el núcleo del libro, que lo ocurrido le ha llevado a una búsqueda muy intensa del sentido de su vida?

Sí, estoy de acuerdo. En mi vida real, no novelada, eso siempre ha estado muy presente. Si hoy tengo que recordar algo de esa noche es el momento del patio, esa euforia de haber sobrevivid­o, cuando la adrenalina y algo más, no sé si llamarlo espiritual o no, me hace sentir como un elegido y hace que te replantees muchas cosas a nivel de emociones.

A una amiga, en un viaje a Madrid, le dice: “No voy a perder el tiempo tratando de comprender algo que es irracional”. ¿No se ha interesado a fondo por el fenómeno yihadista?

No. Para ser sincero, no

¿Por qué?

En algún momento digo que lo he visto como algo externo a mí. Sentía y siento que no tiene nada que ver conmigo. La paradoja es que, no teniendo que ver conmigo, me he visto de lleno envuelto en ello. Es un tema que no me interesaba antes del atentado y, extrañamen­te, el atentado no ha cambiado eso.

Es curioso. Pasó unas horas en el cráter de un volcán contemporá­neo, la lucha de ese fanatismo contra la civilizaci­ón occidental.

No ha salido de mí ir a investigar sobre los terrorista­s o sobre el Estado Islámico. Tampoco he intentado comprender­lo racionalme­nte. Puedo entender ciertas cosas pero no he tenido ese impulso.

¿Este libro será el inicio? ¿Se va a dedicar desde ahora a escribir?

Sí, digamos que no hay excusas. Estoy de lleno escribiend­o la segunda novela. Tengo novelas inacabadas, otras ya acabadas, mucha poesía, pero lo tomo como un periodo de formación literaria. Ahora me quiero dedicar en serio, pero sin perder de vista que la escritura es algo muy complicado. Como tengo mi trabajo de profesor, creo que es compatible.

No hay mal que por bien no venga.

En la conversaci­ón con mi amiga, dijo esa frase bastante maléfica, “los terrorista­s te han hecho un favor”. Es dura, porque de favor, nada, pero sí, no hay mal que por bien no venga. Van por ahí los tiros.

LA DISTANCIA LITERARIA “La terapia ha sido convertir la realidad en ficción; me parece que no lo viví yo”

UN FENÓMENO AJENO

“El yihadismo no me interesaba antes del atentado y tampoco después”

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EUSEBIO VAL Ramón González, ayer, en la estación de metro de Oberkampf, la misma de la que salió la noche del atentado para ir a la sala Bataclan

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