Los ultranacionalistas polacos se revalidan en las elecciones locales
Ley y Justicia aspira a ganar las legislativas del 2019 y seguir desafiando a la UE
Cuando millones de polacos acudieron ayer a las urnas para elegir presidentes y consejos municipales, así como asambleas de las voivodias (provincias), para muchos de ellos no era sólo una votación para determinar quiénes gobernarán sus comunidades locales, sino un plebiscito a favor o en contra del gobierno nacionalista en Varsovia.
Por lo tanto, lo que estaba en juego era la suerte misma del rumbo que Polonia había tomado casi treinta años antes al dejar atrás el comunismo para abrazar la democracia liberal y el retorno a Europa.
Los sondeos a pie de urna de Ipsos indicaban anoche una victoria del partido ultranacionalista Ley y Justicia en las asambleas provinciales por un 32,3%, contra un 24,7% de la coalición de partidos centristas y un 16,5% del PSL-FP, el partido campesino. Los resultados finales se sabrán el martes o el miércoles.
Para el régimen nacionalista, en el poder desde hace tres años y firmemente centralista, se trata de un paso decisivo para vencer el rechazo de muchísimos polacos volcados en la gestión de sus pequeñas patrias, suprimir el poderoso sistema de autogobierno local y así acabar tomando todo el poder. Para la oposición, liberal, de izquierda y agraria, fue un último toque de alarma para impedir que esto ocurriera e intentar salvar el autogobierno, un último reducto de poder que aún se resistía a la ofensiva de los nacionalistas.
La gran mayoría de las provincias (15 de las 16), así como casi todas las grandes ciudades, como Varsovia, Gdansk, Poznan, Cracovia, Wroclaw y Lodz, están gobernadas por dirigentes y fuerzas contrarias al Gobierno que defienden con sumo celo su poder ante sus pretensiones centralistas. Así, en Varsovia venció ayer el centrista Rafal Trzaskowski, con un 54,1%, según los sondeos.
Y en Cracovia, los centristas obtenían un 43,7% que, de confirmarse, los llevaría a una segunda vuelta el 4 de noviembre.
En particular, son las provincias y las ciudades las que absorben y gestionan con notable eficiencia importantes fondos de la Unión Europea que ayudan al desarrollo de la infraestructura local, mientras que el gobierno nacionalista no calla su ambición de arrebatarles el control de esta crucial fuente de financiación. El resultado del domingo puede incidir decisivamente en el desenlace de la próxima contienda parlamentaria en el 2019, cuando se jugará la suerte del régimen nacionalista, cuya máxima ambición es hacerse reelegir para poder proseguir su revolución autoritaria que ya ha puesto Polonia en pie de guerra con la Unión Europea.
Ninguna de las dos partes, el partido Ley y Justicia de una parte, y la oposición liberal, de izquierda, agraria o de fuerzas autónomas locales por la otra, ha ocultado que se trata de unas elecciones cruciales. El régimen lanzó a la campaña todos sus pesos pesados, incluidos el máxi- mo caudillo e ideólogo Jaroslaw Kaczynski y el jefe de gobierno, Mateusz Morawiecki. Los dos han recorrido ciudades y provincias para apoyar a candidatos nacionalistas sin ocultar ante los habitantes que el Gobierno estará dispuesto a colaborar con y financiar a aquellas ciudades y provincias que elijan a sus delegados y, en cambio, boicotearán aquellas que opten por candidatos de la oposición o por los numerosos líderes locales independientes que responden a las comunidades locales al margen de los partidos nacionales.
El propio jefe de Gobierno prometía respaldo o amenazaba con retirarlo según cómo votaran habitantes de tal o cual ciudad. El candidato del Gobierno para la crucial alcaldía de Varsovia Patryk Jaki llegó a exclamar que si perdía la elección ante su rival liberal, Rafal Trzaskowski, el Gobierno central no iba a ayudar a financiar nuevos puentes en el río Vístula.
Acto seguido, el mismo dirigente sucumbió a una grotesca exaltación nacionalista equiparando la votación a la insurrección armada contra el poder nazi en Varsovia en 1944.
La oposición, que en muchas provincias y ciudades creó por primera vez coaliciones o frentes para resistir el embate de los nacionalistas, puso el grito en el cielo denunciando que la táctica del Gobierno de ofrecer ayuda a cambio de la obediencia electoral equivalía a despreciar los intereses reales de las comunidades municipales y provinciales y a chantajear a los electores.
La oposición antinacionalista y las fuerzas autónomas locales cerraron filas en contra del Gobierno, denunciando asimismo que su cada vez más clara deriva antieuropea estaba creando el espectro de un Polexit que acabaría con las perspectivas de desarrollo de Polonia.
A los millones de polacos euroentusiastas les vino como anillo al dedo el auto que dictó el Tribunal de Justicia de la UE el pasado viernes y que ordena a Polonia suspender la llamada reforma del Tribunal Supremo, que de hecho no es más que su toma por el poder ejecutivo. El régimen, claramente irritado por el auto, ha declarado que apelará la decisión pese a que la medida no admite apelación.
DENUNCIA DE LA OPOSICIÓN El partido de gobierno condicionó las ayudas a los municipios a la obediencia electoral
REVOLUCIÓN AUTORITARIA Para la oposición era la última ocasión de salvar el autogobierno de la ofensiva centralista