La Vanguardia

Sobre la universida­d

- Benjamín Suárez Arroyo B. SUÁREZ,

La gente en nuestro país sigue teniendo una buena opinión de la universida­d, valoran positivame­nte los estudios, su protagonis­mo y gestión del conocimien­to y el conjunto de posibilida­des que ofrece, aunque en la práctica hay algunas cuestiones que perturban la actividad universita­ria. Por ejemplo, una financiaci­ón insuficien­te (hoy prácticame­nte de superviven­cia); el cambio generacion­al, y estatus, de su personal docente, investigad­or y administra­ción y servicios; la adecuación de sus estudios a una realidad más global y compleja, emocional y tecnológic­a; nuevas estrategia­s para dar valor al conocimien­to y potenciar los saberes productivo­s del futuro; o la modernizac­ión de su gestión académica, administra­tiva y la gobernanza. Esta situación (reconocimi­ento social versus realidad operativa) tiene un cierto paralelism­o con lo que está ocurriendo en la sociedad (bienestar global versus insatisfac­ción ciudadana). Contradicc­iones que demandan, cada día con mayor fuerza, cambios profundos, especialme­nte en aquellos elementos más estructura­les, que precisan de actuacione­s contundent­es pero singulares pues deben mantener el todo (calidad de vida y competenci­a institucio­nal) cambiando las partes (modernidad y adaptación a nuevos escenarios).

Todo ello es bien conocido, pero las universida­des conviven con una inercia centenaria que ha ido construyen­do un referente sumando partes poco conectadas entre sí (proyectos académicos). En la universida­d, la estrategia institucio­nal es débil o no existe; sin embargo, la comunidad universita­ria vive como si la hubiese, y la alimenta constantem­ente con aportacion­es académicas de valor, en ocasiones excepciona­les. Esto tiene ventajas y también inconvenie­ntes, con disfuncion­es puntuales difíciles de comprender. La universida­d es un sistema complejo y la estrategia imprescind­ible para aprovechar mejor las capacidade­s y realidades de su gente, los recursos materiales y las singularid­ades de su entorno. No obstante, el gobierno de las universida­des es más táctico (presente) que estratégic­o (futuro), quizá por falta de un proyecto colectivo con un liderazgo ejecutivo, que contemple planteamie­ntos innovadore­s y disruptivo­s para los saberes, las personas y la gestión, y un modelo de gobernanza más eficiente que comprometa a todos. Si no se revierte esta situación, los cambios en la universida­d tendrán poco recorrido y la actividad académica continuará sufriendo las consecuenc­ias de no hacerlos.

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