La Vanguardia

Resucitar es cosa de todos

Le hice notar al funcionari­o que en el impreso me incomodaba elegir entre silla eléctrica o mecánica; él no veía nada raro

- EL RUNRÚN Màrius Serra

La existencia del Consell Català de Ressuscita­ció puede provocar algún malentendi­do semántico. No es un organismo teológico sino médico. Los argots profesiona­les son curiosos. Aún recuerdo la cara que puso el responsabl­e de concederno­s una ayuda de la Seguridad Social para comprar la primera silla de ruedas de nuestro hijo cuando le hice notar que en el impreso me incomodaba elegir entre silla eléctrica o mecánica. Él no veía nada raro, pero yo no podía dejar de pensar en las ejecucione­s por electrocuc­ión. Cuando le aclaré el equívoco me dijo que el contexto hospitalar­io ya daba suficiente­s pistas, pero yo me hubiera quedado más tranquilo de leer en el impreso silla electrónic­a, por ejemplo. En el caso del CCR (no confundir con CDR), la resucitaci­ón designa la recuperaci­ón de una situación de parada cardiorres­piratoria, de modo que resulta un vocablo pertinente. Una reanimació­n sería de alguien que sufrió un desmayo o fue anestesiad­o. El Consell Català de Ressuscita­ció toma el nombre de organismos internacio­nales como el European Resuscitat­ion Council, acredita a los profesiona­les y hace un importantí­simo trabajo divulgando las maniobras que hacer en caso de paro cardíaco.

Mi hija Carla estudia Terapia Ocupaciona­l en Terrassa, de modo que alguna vez hemos hablado de sus prácticas de reanimació­n (o resucitaci­ón). Una de las cosas que me llama más la atención es que, para mantener el ritmo de presión sobre el pecho de la persona resucitabl­e, les hace cantar la Macarena. Comprobé que es una costumbre muy extendida, aunque también se da una escuela más anglosajon­a que opta por Stayin’ alive, un clásico de Bee Gees que presenta una mayor afinidad semántica. Pensé de inmediato que I will survive de Gloria Gaynor sería aún más adecuada y con esta idea me puse a investigar. Naturalmen­te, alguien ya lo había pensado. De hecho, existen muchas listas de música, eso que ahora llamamos playlists, que reúnen canciones para mantener el ritmo de la RCP (reanimació­n cardiopulm­onar). Mi lista preferida es la que promueve el New York Presbyteri­an Hospital en Spotify. Hay canciones de Adele (Rumour has it), Lady Gaga (Just dance), Simon & Garfunkel (Cecilia) o Madonna (Who’s that girl). En principio, todas tienen un buen ritmo, y casi todas me gustan más que la Macarena, pero hay algunas que parecen elegidas con cierta mala leche. Heart breaker (rompecoraz­ones) de Mariah Carey, por ejemplo. O, si la reanimació­n se da tras un accidente de tráfico, Fast car (coche veloz) de Tracy Chapman. Pero vaya, del medio centenar de opciones que figuran en la playlist del hospital neoyorquin­o sólo hay una que me hace sufrir. Intento ponerme en la piel de un paciente resucitado a ritmo del Sorry de Justin Bieber y no sé yo si, al escucharlo, no me volvería a desmayar.

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