Último ajuste en Sant Antoni
El mercado recuperará algunos de los colores del escudo que se restauró en 1982 tras numerosas objeciones vecinales a la nueva versión
VECINOS ATENTOS
A pesar de que las obras duraron diez años, la gente no olvidó los colores originales
COMPLICADA MISIÓN
Encontrar un tono de rojo que quede bien sobre un fondo granate demoró la operación
Ultimo ajuste en el mercado de Sant Antoni. No, no se trata de una solución para las goteras. Técnicos municipales se encaramarán hoy al equipamiento y comenzarán a repintar los ocho escudos que despuntan sobre sus accesos. La idea es recuperar los símbolos que contemplaron todo el barrio durante cerca de cuatro décadas, desde la conmemoración de su centenario en 1982. Al menos recuperarlos parcialmente. Los trabajos se prolongarán durante varios días. Son bien complejos.
Los arquitectos encargados de llevar a cabo la gran reforma del primer mercado de Barcelona construido más allá de las murallas decidieron pintar de color rojo todos los emblemas. Fue una decisión principalmente estética, una propuesta que al Ayuntamiento le pareció oportuna. Al fin y al cabo no se trata del último escudo oficial de la ciudad, sino de uno con un murciélago y unos laureles que rigió unos pocos años entre los siglos XIX y XX. Y la verdad es que los de Sant Antoni, antes de que comenzaran las obras que costaron 80 millones de euros, una década atrás ya estaban bien descoloridos y desgastados, hechos un asco, como todo el edificio.
Pero la gente se fija en los detalles mucho más de lo que parece. Los vecinos del barrio siguieron la evolución de los trabajos con gran atención. Este lugar siempre fue un cruce de caminos. El Lidl de sus bajos es probablemente el supermercado más multicultural de Barcelona. La arqueóloga municipal del Plan Barcino Carme Miró explica que por aquí pasaba la Via Augusta y la carretera de Madrid. Que aquí, los agricultores del Baix Llobregat ya vendían sus cosechas en el siglo XVII. “Podrían tardar tres horas en llegar, y otras tantas en regresar a casa”. Al mercado aún le quedaba mucho... Y los comerciantes ponían sus puestos a este lado de la muralla. Si entraban en la ciudad tenían que pagar impuestos. Son curiosidades, salvo la del Lidl, que uno aprende fijándose en los plafones informativos que el Ayuntamiento acaba de instalar en las puertas del mercado. Miró es una de las responsables de esta nueva señalización. En este barrio a los vecinos les gusta mucho fijarse en estos detalles. En las librerías proliferan los estudios sobre la historia de estas calles.
Y muchos vecinos se preguntaron a santo de qué dejaron los escudos todo colorados, y no como estaban antes. Qué manía con cambiarlo todo... La asociación de comerciantes del barrio se hizo eco de la estupefacción vecinal.
“Los comerciantes somos las antenas de lo que dicen los vecinos del barrio –explica Vicenç Gasca, el presidente de la entidad–. Cuando se celebró el centenario del mercado en 1982 los escudos fueron restaurados, y el laurel lucía de color verde, y el murciélago de negro, y las bandas de rojo... y la gente, cuando terminaron las obras de reforma, nos preguntaba por qué los habían dejado rojos, si acaso aún no habían terminado los trabajos... Y es que este mercado simboliza todo el barrio de Sant Antoni. Ningún detalle pasa desapercibido, aunque pasen diez años. Uno de los días que vino la alcaldesa Ada Colau a ver cómo funcionaba el nuevo mercado, porque vino varios días, se lo comentamos, y nos dijo que lo mirarían. Fue en junio. Al parecer el proceso se demoró porque la homologación de los colores no es tan sencilla como pueda parecer”.
“Es que encontrar un tono de color rojo que quede bien sobre un fondo granate no es nada sencillo –explica Màxim Lòpez, gerente del Institut Municipal de Mercats–. La verdad es que nos llevó varias semanas. Los escudos se pintaron todos de la misma tonalidad durante las obras de la reforma a fin de que armonizaran con el resto del equipamiento. Ahora destacaremos las franjas rojas, pero el murciélago y el laurel continuarán como están ahora”. A buen seguro que el barrio no se mostrará indiferente.