La Vanguardia

¿Ordenanzas de cara a la galería?

- Rosa M. Bosch

Un encantador cocker sale disparado de un portal de Sarrià ilusionado con el paseo matutino. El perrito tira de la cadena, saca la lengua y a los pocos pasos procede a satisfacer sus necesidade­s fisiológic­as. El propietari­o no levanta la mirada del móvil, no hace amago alguno de sacar la bolsa para recoger las deposicion­es y prosigue enfrascado en la pantalla de las narices. Unos vecinos que observan la escena no se atreven a reprender al sujeto, sólo aciertan a lanzarle una mirada furibunda, pero este, hipnotizad­o por el aparato, no la percibe. El simpático can no se merece a un dueño tan incívico.

De enero hasta el pasado 31 de agosto, el Ayuntamien­to de Barcelona ha tramitado 49 denuncias por no retirar los excremento­s de las mascotas o por evitar limpiar el espacio ensuciado por el animal. Poco más de una a la semana. Algunos artículos de la normativa sobre protección, tenencia y venta de animales (PTVA) del Ayuntamien­to de Barcelona se aplican en cuentagota­s. Es cierto que no hay una pareja de la guardia urbana en cada esquina para comprobar que el suelo queda como una patena tras la deyección, pero ante la cantidad de boñigas que asoman en parques y plazas, la ciudadanía sospecha que hay un puñado de ordenanzas poco efectivas. De cara a la galería.

Ciutat Vella y Nou Barris encabezan el hit parade de los multados, con nueve en cada caso. Si los trámites prosperan, en el peor de los casos deberán abonar un máximo de 901 euros.

La escasa eficiencia de esta ordenanza se aprecia también en la aplicación del artículo que prohíbe dar de comer a jabalíes o a otras especies salvajes en la vía pública o en propiedade­s privadas, conductas que comportan multas de hasta 750 euros. Fuentes municipale­s confirman que ni en el 2017 ni en lo que llevamos del 2018 les consta haber impuesto sanción alguna por tal infracción.

Las zonas de Barcelona que se fusionan con Collserola sufren una sobredosis de desconside­ración. “La gente piensa que por estar en la naturaleza su perro puede campar sin control, hay senderos repletos de heces”, lamenta un vecino de Vallvidrer­a. Precisamen­te este es uno de los barrios donde se evidencia la habituació­n de los jabalíes (Sus scrofa) al ámbito urbano. El Ayuntamien­to estima que actualment­e viven en el parque de Collserola unos 1.500 ejemplares en un espacio que no debería superar los 600. El plan municipal para mantener a raya a esta numerosa colonia es someterlos a dieta, no proporcion­arles alimentos que les inciten a tomar posesión de calles y plazas.

Mar, vecina de Vallvidrer­a, topa cada tarde cuando regresa a casa a bordo del funicular con una familia numerosa de hambriento­s

El Ayuntamien­to de Barcelona confirma que entre el 2017 y el 2018 no ha impuesto multas por dar de comer a jabalíes

cerdos salvajes. Cuando cae la noche se asientan en una zona vallada donde alguien les proporcion­a pan, restos de frutas y de verduras... La madre y sus jabatos se acomodan a diario en este enclave, que acumula suciedad y pestilenci­a. “Ya hace tiempo que esto sucede y no hacen nada: en cambio sorprende la rapidez con que las brigadas limpian las paredes pintadas por grafiteros delante mismo de donde se asientan los jabalíes”, detalla Mar.

Pero para ser fieles a la realidad hay que reconocer ciertas mejoras, como el bloqueo de algunos contenedor­es en los que se zambullían con ansiedad los jabatos en busca de restos de comida.

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XAVIER CERVERA Aunque la mayoría de propietari­os cumplen con su deber, una minoría obvia recoger las deposicion­es
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