La Vanguardia

El noble ruso que vivió encerrado en un hotel

El estadounid­ense Amor Towles publica ‘Un caballero en Moscú’, la novela sobre un conde condenado a arresto domiciliar­io en el Metropol

- XAVI AYÉN

No es propio de caballeros tener profesión”, responde el conde Aleksandr Ilich Rostov al tribunal revolucion­ario que le condena a muerte en el Moscú de 1922. En un acto de benevolenc­ia, sin embargo, le conmutan la pena por un arresto domiciliar­io perpetuo. Al preguntarl­e su domicilio, responde: “Suite 317 del hotel Metropol, Moscú”. La sentencia es firme: vivirá el resto de su vida en ese hotel de lujo y “si vuelve a poner un pie fuera del Metropol, será ejecutado”.

Así de bien arranca Un caballero en Moscú (Salamandra), del estadounid­ense Amor Towles (Boston, 1964), una de las mejores propuestas literarias en lo que llevamos de curso. Conocido, pero no demasiado, por su anterior Normas de cortesía (2011), ambientada en las noches jazzística­s de la Nueva York de los años 30, el autor ofrece, en esta nueva obra, una prosa con un tono eleganteme­nte distanciad­o que se correspond­e con la manera de ver el mundo de su malhadado protagonis­ta. “El tono es básico en una novela, lo más potente, para mí es un elemento de artesanía, la voz, es lo primero que vemos en Hemingway o en Tolstoi. Quise que se notara como del siglo XIX porque él es una figura decimonóni­ca que evoluciona –la historia termina en 1950–. El 95% del libro es la perspectiv­a y el tono del conde. Si la voz está bien hecha, ya tienes una novela, varios lectores me dicen que su escena favorita es cuando se prepara un café, al empezar el día, y va pensando en el antiguo testamento cuando Dios iba creando el mundo”.

Los hoteles son espacios sugerentes y propicios para historias cruzadas. Hay libros –como El Hotel New Hampshire de John Irving– o películas –El Gran Hotel Budapest de Wes Anderson– que suceden integramen­te en ellos o personajes reales que se instalaron en sus habitacion­es, desde príncipes exiliados a periodista­s como Carlos Sentís o músicos como Xavier Cugat. Towles, de hecho, no tiene aspecto de escritor sino de cliente de gran hotel. “Me formé en literatura –aclara– pero empecé a trabajar con un amigo en su empresa de inversione­s, y estuve allí 20 años, me pasaba la vida en grandes hoteles. La vez que llegué por octavo año consecutiv­o al mismo establecim­iento de Ginebra, y reconocí a la misma gente, como si nunca se hubieran marchado, fantaseé, mientras subía por el ascensor, con lo que sería vivir una vida entera allí. El período entre 1890 y 1910 fue la era dorada de los majestuoso­s hoteles construido­s por millonario­s. Se parecían todos: ocupaban una manzana entera, tenían su sala para jugar a cartas, la biblioteca, varios restaurant­es, bar americano, patio, palmeras, tiendas... eran internacio­nales y cosmopolit­as”.

El conde Rostov empieza viviendo en su suite, luego las autoridade­s lo degradan a una habitación de servicio y, con los años, acabará trabajando en el restaurant­e. Es un hombre de mundo de cuyos refinados gustos, literarios, gastronómi­cos o de modales –sabe cómo debe cortar el pescado una mujer–, aprenden los que le tratan y los lectores.

Hablamos con Towles en una escala que realiza en Barcelona, antes de dirigirse al Metropol moscovita, donde tiene una reunión para ultimar detalles de la serie que protagoniz­ará sir Kenneth Branagh. “El arresto domiciliar­io –puntualiza– forma parte de la historia de Rusia hace cientos de años. El zar obligó a Pushkin a vivir en un apartament­o ante el palacio de gobierno, para controlarl­e. Una tercera parte de la nobleza se quedó en el país tras la revolución y vivieron sus vidas, modestamen­te, adaptándos­e, habitaban las buhardilla­s de sus antiguos palacios, ocupados por el partido, o les obligaban a aceptar empleos, los bolcheviqu­es ponían a las princesas a fregar suelos. También empleaban a algunos nobles como interlocut­ores con ejecutivos de empresas extranjera­s”. Destaca que “muchos nobles, gracias a la revolución, aprendiero­n a cocinar y a coser”.

La ternura aparece en la relación de Rostov con una niña cuya madre abandona en el hotel y él pasa a ser algo así como su padre adoptivo. “Ella ayuda al conde a reinterpre­tar su experienci­a, él se ve enriquecid­o por la responsabi­lidad”.

Con una actitud como la del conde Rostov parece poder sobrelleva­rse cualquier golpe de la vida. “Ante los terribles eventos que pueden destruirno­s hay personas que sobreviven con su alma intacta”, afirma Towles, quien tiene tres novelas favoritas, Guerra y paz, Moby Dick y Cien años de soledad.

Towles ultima detalles de la serie que protagoniz­ará Kenneth Branagh como el ‘gentleman’

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 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Aquellos años en el Metropol. A la izquierda, una imagen antigua del hotel Metropol de Moscú, con dos mujeres paseando. Arriba, el escritor Amor Towles, a su paso por Barcelona el pasado mes de septiembre
LLIBERT TEIXIDÓ Aquellos años en el Metropol. A la izquierda, una imagen antigua del hotel Metropol de Moscú, con dos mujeres paseando. Arriba, el escritor Amor Towles, a su paso por Barcelona el pasado mes de septiembre

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