Examen en el campo, desgaste en el palco
No está Messi, llega el Madrid (antes el Inter) y la junta del Barça vive nuevos momentos de zozobra tras encajar un revés en la asamblea de compromisarios del sábado. Si releen la frase anterior parece que se le venga el apocalipsis deportivo e institucional al conjunto azulgrana. Cualquiera diría que el equipo recuperó el liderato, aunque fuera preñado de dolor por la lesión del ídolo. Pero el modus vivendi y el operandi del Barcelona como entidad es ese. La balsa de aceite es un concepto que jamás se maneja. Cuando no sucede un contratiempo, se provoca otro. Y cuando no es el rival el que le mete un gol es el equipo o el club el que se lo introduce en propia puerta. En este sentido, la directiva del Barça se ha metido varios en los últimos tiempos y producto de esas torpezas llegaron los sinsabores para ellos de la asamblea. Nadie había pedido, ni siquiera de tapadillo, una actualización del escudo del Barça. Y aunque es cierto que quien opine que la propuesta no supone (o suponía) un cambio sustancial tiene argumentos para defenderlo se trata de material sensible, especialmente dentro de una masa social tradicional y conservadora en lo respectivo a los símbolos. El malabarismo de Bartomeu retirando la votación del escudo in extremis no apagó los ánimos. Al contrario. El fuego ya venía encendido por la votación, como paquete, de todos los nuevos directivos, sin distinción, cuando el perfil de Marta Plana provocaba suspicacias entre una parte de los socios por su postura ante el conflicto entre Catalunya y España. Llegados a ese punto la junta no sacó adelante la eliminación del límite de deuda y perdió una votación, circunstancia que casi nunca ocurre en esos foros.
Siempre se dice que el órgano que más controla una directiva es la asamblea de compromisarios. El sábado no sucedió así, lo cual demuestra que el Barça sigue siendo diferente y más democrático que los demás y también que el equipo de gobierno de Bartomeu no pilota precisamente con mano de hierro. A la sospecha, por no decir certeza, de que los jugadores tienen un peso excesivo en la toma de decisiones se suma ahora esta derrota. La junta vive un desgaste y bien hará en salir de su reflexión, sobre el escudo y otros temas, con una hoja de ruta más firme, sin dar tantos tumbos y sin dudar. El Barcelona hace en estos momentos buena aquella frase clásica de Daniel Sánchez Llibre, la de que en el fútbol lo que hoy es blanco mañana puede ser negro. Máxima que no transmite una imagen de autoridad. Al contrario.
Acostumbrados a fiar gran parte de la estabilidad a la bota izquierda de Messi, ahora todos esperan que figuras pagadas a un precio bárbaro, como Coutinho, den un paso al frente para conservar el liderato, mandar a la picota al Madrid e ir ganando tiempo para que las aguas se encaucen. Aunque eso dentro del barcelonismo suele ser una quimera.