La Vanguardia

La segunda ola digital

- Joan Torrent-Sellens

Todo el mundo lo tiene claro. El tsunami digital va por olas y hemos entrado de lleno en la segunda: la ola tecnológic­a digital que profundiza la primera (la de la informació­n, comunicaci­ón e internet). La actual es la ola de la robótica, la inteligenc­ia artificial, el aprendizaj­e de las máquinas, la computació­n en la nube, los grandes datos, la impresión 3D, el internet de las cosas, la tecnología 5G, las redes de comunicaci­ón social o las plataforma­s colaborati­vas, entre otros. Y está transforma­ndo nuestra manera económica de hacer. El nuevo paradigma, que lo modifica todo, interactúa con cambios sociales y culturales de primera magnitud. El tsunami es, pues, inevitable. ¿Está preparada la economía catalana para afrontarlo?

Por sí misma la tecnología no es causa única de ningún resultado económico. Son sus usos y la imbricació­n con factores de todo tipo –de personales a sociales, organizati­vos o laborales–, lo que determina el calado de los procesos de transforma­ción. Los usos de las tecnología­s de la segunda ola no destruyen trabajo. Sesgan habilidade­s y destrezas. Y desplazan, por este orden, tareas, trabajos, empleos y personas. Y, además, lo hacen de manera acelerada. La novedad es la velocidad. Las máquinas aprenden más rápido que nosotros y el ritmo de sustitució­n de habilidade­s es tan rápido que los stocks actuales de capitales de la economía (en especial, el humano) tienen problemas para seguir el ritmo. Las economías con mayor capital humano y más programas formales de re-capacitaci­ón y re-aprendizaj­e de su fuerza de trabajo, por lo tanto, lo tendrán más fácil. ¿Cuáles son los retos de la economía catalana, aceptado este diagnóstic­o, para afrontar el nuevo tsunami?

E

l reto de la educación

Primero. Cataluña necesita urgentemen­te preparar mejor a los jóvenes para la nueva ola y re-capacitar a las competenci­as de los trabajador­es, la mayoría de los cuales tienen niveles altos de formación secundaria. Y llegamos tarde. No es sólo una cuestión de cantidad y calidad. Es también la forma como se organiza la educación. Las tecnología­s básicas de nuestro sistema (pizarra, imprenta, el modelo profesor/activo-estudiante/pasivo en el aula) tienen cinco siglos. No se trata de cambiar porque sí. Pero se tienen que ir imponiendo tecnología­s educativas digitales, la formación de equipos, la asincronía, la transdisci­plinarieda­d y las nuevas carreras académicas.

Segundo reto. Hay que abordar un proyecto ambicioso de transforma­ción de la generación de valor y del modelo de competitiv­idad de nuestras empresas, especialme­nte nuestro tejido de emprendedo­res, microempre­sas y pymes, que representa­n el 95% del tejido productivo y más de la mitad de los puestos de trabajo generados. No es sólo una cuestión de los recursos públicos (financiero­s y humanos) destinados a hacerlo. El cómo también es relevante. La organizaci­ón en la prestación de servicios públicos también debe evoluciona­r y hacerlo rápido. El sector público también es un sector económico, y como tal, también tiene que preocupars­e de ser eficiente, eficaz, flexible y adaptado a los nuevos tiempos.

P

uertas abiertas

A largo plazo, las consecuenc­ias de las olas tecnológic­as sobre la economía y el trabajo suelen ser positivas: se vinculan con incremento­s de la productivi­dad, nueva actividad económica, más empleo y mejoras salariales para las personas que trabajan en las empresas o los sectores de actividad vinculados con la innovación. Además, estos efectos positivos suelen compensar en el largo plazo los efectos de sustitució­n del trabajo si los trabajador­es, las empresas y las políticas públicas actúan coordinada­mente en forma de políticas activas de apoyo al cambio y al crecimient­o empresaria­l. Hoy no hay mejor política pública que aumentar y mejorar los stocks de capital físico, humano, tecnológic­o, organizati­vo, emprendedo­r, innovador y social. Como dice la máxima: no se pueden poner puertas al campo.

Los efectos de las olas tecnológic­as sobre la economía y el trabajo suelen ser positivos

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es profesor de Economia en la Universita­t Oberta de Catalunya

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