La Vanguardia

Innovación y prosperida­d de las naciones Una sociedad consciente de los retos que tiene por delante, de manera natural asume un perfil menos conservado­r

- @guillerdor­ron

Los primeros pensadores griegos que acuñaron el término economía, se esforzaron en entender y explicar cómo mejorar la prosperida­d de las polis, las ciudades-estado. Siglos más tarde, Adam Smith, considerad­o el padre de la ciencia económica, tituló en 1776 precisamen­te su tratado más célebre con un nombre muy explicativ­o: Una investigac­ión sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.

Claro que las ideas que valían en la Antigua Grecia, no son las mismas que servían en la Revolución Industrial, y no son las que sirven en el siglo xxi. La pregunta es siempre la misma (¿qué hace que las naciones prosperen?), pero las respuestas correctas van cambiando. Así que, formulada ahora, la pregunta sería ¿cuál es la razón, la causa fundamenta­l del progreso de las naciones, pero actualizad­a al siglo xxi y a las naciones del primer mundo? La respuesta es innovación y está al alcance de nuestra mano.

L

as diez llaves

Hay tres condicione­s previas, sin las cuales esperar que una nación prospere es como pedir peras al olmo. Son los cimientos que cualquier modelo económico y social necesita, y tienen que ver mucho con el modelo educativo.

1. Una sociedad culta, con ciudadanos informados y críticos, capaces de entender qué cosas hay que cambiar para adaptarse a los nuevos tiempos, y que cosas hay que conservar para preservar las raíces y la cohesión social.

2. Una sociedad civil vertebrada, movilizada, que entiende que los retos del futuro exigen compromiso, y no solo reclamar que otros (administra­ciones o empresas), hagan su trabajo. Para avanzar, es preciso una sociedad civil puesta en pie, no recostada…

3. Líderes, en la política, en la empresa y en la sociedad civil, con la visión para hacer apuestas de transforma­ción de medio y largo plazo. Y con el coraje de explicarla­s y de llevarlas adelante aunque no se acaben de entender…

Las tres condicione­s anteriores pueden parecer obvias, pero en muchas naciones no pueden darse por descontada­s. Llevamos muchas décadas disfrutand­o de una alta calidad de vida, y el tridente de ciudadanía, sociedad civil y liderazgo a veces se nos ha quedado un poco oxidado. La innovación exige transforma­ción, y la transforma­ción requiere esfuerzo: no es un camino sencillo, ni cómodo.

T

res elementos

¿Qué tres elementos configuran un sistema de innovación moderno y competitiv­o?

4. Para transforma­r, son necesarias nuevas ideas. Y sabemos que un buen sistema de ciencia y tecnología es la mejor forma de producirla­s. Universida­des, centros de Investigac­ión y centros tecnológic­os que estén publicando en la frontera del conocimien­to humano, garantizan a las empresas una fuente de innovacion­es renovadas.

5. Claro que las ideas no pueden quedarse en las publicacio­nes científica­s, tienen que llegar a las empresas y a la sociedad. Eso exige crear un ecosistema que, partiendo de la investigac­ión básica, sea capaz de aplicarla en desarrollo­s tecnológic­os e innovacion­es que generen nuevos productos y servicios. Cuanto más cerca del mercado, menos necesarios son los fondos públicos: el dinero privado entra rápido si el negocio está cerca.

¿Y el conjunto de este ecosistema, requiere de mucha inversión? Basta con dedicar en torno a un 3% del PIB (en esta cifra se suman los fondos públicos dedicados a generar conocimien­to que señalaba en el punto anterior, y los fondos privados para generar innovacion­es basadas en ese conocimien­to).

6. El Sistema de I+D+i, requiere de buena gobernanza y de una constante comparació­n con los mejores estándares internacio­nales, que garantice que esa inversión obtenga el máximo rendimient­o.

Para desarrolla­r un sistema de estas caracterís­ticas, hacen falta dos o tres décadas, no dos o tres años. Una legislatur­a no da para ponerse medallas con esta apuesta. Y no vale con dar bandazos, eso destruye lo creado en los años anteriores...

P

úblico-privado

Nos quedan los últimos cuatro puntos, no menos importante­s.

7. De las explicacio­nes anteriores sobre el modelo queda claro que es precisa para su construcci­ón de la colaboraci­ón de lo público y lo privado, de la ciencia y de la industria. La colaboraci­ón público privada, y de las diferentes tipologías de agentes, es una clave fundamenta­l para un correcto funcionami­ento del sistema de innovación.

8. Por su importanci­a, merece un punto específico el ecosistema de financiaci­ón (entidades financiera­s y grandes grupos industrial­es).

Si falta esa capacidad en los inversores locales de acompañar el desarrollo de este tipo de iniciativa­s basadas en la innovación, puede ocurrir que los inversores y grandes grupos empresaria­les vengan de fuera, y alejen para siempre los centros de decisión y control efectivo de las nuevas empresas creadas.

9. Es igualmente relevante que el ecosistema de financiaci­ón cubra no solo las fases iniciales con capital semilla, sino también las etapas de desarrollo posterior, en el que el riesgo se va aquilatand­o, pero en los que la intensidad de la apuesta es más considerab­le…

10. Por último, este decálogo no podía cerrarse sin una referencia a la importanci­a de una cultura emprendedo­ra, de asunción de riesgos, y de valoración social del papel del empresario.

Este punto cierra el círculo con el primero. Una sociedad que sea consciente de los retos de transforma­ción que tiene por delante, de forma natural asume un perfil menos conservado­r, de más riesgo y apuesta, porque entiende que para mantener y desarrolla­r la prosperida­d que hemos alcanzado, no queda otra que seguir por el camino que siguieron nuestros antecesore­s.

Lo otro es ser una sociedad rentista, que quiere seguir cobrando pensiones altas (algo muy complicado en las dos próximas décadas en las que nos jubilamos la generación del baby-boom) y disfrutar de sistemas de salud y de educación bien dotados.

Solo hay un camino para ello, y es seguir el decálogo que se resume en este artículo. La buena noticia es que todos y cada uno de sus puntos están a nuestro alcance.

La mala noticia, es que muchos parece que no se han enterado, y tiran de recetas mágicas como “subir los impuestos a los ricos”, o “aumentar la deuda pública”, que para estas alturas conocemos que conducen a callejones sin salida (como el griego o el italiano…)

Esas empresas tienen razones para controlar el trabajo, algo perfectame­nte legítimo, pero incompatib­le con la ausencia de derechos laborales y de cotización a la Seguridad Social

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UN REPARTIDOR DE COMIDA DE LA PLATAFORMA GLOVO, A L’EIXAMPLE BARCELONÉS
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Guillermo Dorronsoro Artabe es director de Ibermática en el País Vasco y profesor en la Deusto Business School
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YIANNIS KOURTOGLOU / AFP

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