Diferentes formas de cinismo
MILAN Kundera escribió que en los tiempos que corren sólo puede ser optimista un gran cínico. Vivimos tiempos hipócritas, lo que produce perplejidad, antes de que nos asalte la indignación. El protagonista de la película Hotel Rwanda decía: “Cuando la gente vea esas imágenes, dirá ‘qué horrible’ y luego seguirá cenando”. A menudo vemos que quienes nos dan golpecitos en la espalda con una mano son los que esconden un puñal en la otra. El cinismo resulta un sentimiento de desconfianza en la sonrisa del otro, es la mentira envuelta en celofán. Un cínico acostumbra a ser alguien peor que un malvado. Stevenson, que era un buen conocedor del alma humana, los hacía transitar por sus novelas como personajes abyectos: “Odio al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa”.
En este universo despreciablemente cínico que nos toca habitar, causa sonrojo, irritación y repulsa conocer que el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, haya enviado sus condolencias a un hijo de Jamal Khashoggi, cuando la prensa internacional intuye su sombra alargada tras el crimen. No menos cínico es el ministro de Exteriores saudita que calificó la muerte del periodista crítico con el régimen como “un grave error”. ¿Error? ¿De quién? ¿Cómo puede alguien entrar en un consulado para realizar unos trámites para casarse y salir convertido en un steak tartare? Ahora las autoridades de Arabia Saudí aseguran que murió en el transcurso de una pelea, cuando se ha podido demostrar que en la legación entró una colección de espías, entre ellos un forense con una sierra, para hacerlo desaparecer. Londres, Berlín y París han censurado a Riad y Alemania ha suspendido la venta de armas a los saudíes. Mientras, el Gobierno español está consternado, tras autorizar el envío de armamento para no perder un contrato para construir corbetas.
Lo que es otra forma de cinismo.