La Vanguardia

Cosas de familia

Ángel Zubieta debutó con España a los 17 años, se exilió al estallar la Guerra Civil y se convirtió en leyenda del San Lorenzo de Almagro

- Rafael Ramos

El 16 de enero de 1947, cuando el franquismo luchaba por combatir el aislamient­o internacio­nal y la Asamblea General de la ONU se planteaba sanciones a España “para restaurar las libertades cívicas”, el San Lorenzo de Almagro derrotó 1-6 a la selección nacional en el Estadio Metropolit­ano (todavía hoy la derrota más severa sufrida por la roja en suelo propio), y al final del partido el Caudillo, impresiona­do por el juego de los argentinos, pidió ir al vestuario a felicitar personalme­nte a los vencedores. Entre ellos se encontraba el capitán del equipo, mi pariente Ángel Zubieta. Parte del crédito de esa victoria correspond­e a mi abuela Concha, excepciona­l cocinera.

Un par de días antes del encuentro, Zubieta (sobrino suyo, hijo de su hermana mayor Julia), había ido a comer un bacalao al pilpil a su casa de la calle Doctor Castelo 46 de Madrid, en el barrio del Retiro –donde yo, que entonces aún no había nacido, pasaría más tarde buena parte de mi infancia y juventud–, acompañado de Martino (que no quiso fichar por el Barça), Farro, Pontoni, Grecco, Basso, Colombo, Vanizini y otras estrellas del equipo azulgrana. Y según el recuerdo de mi madre, prima del futbolista, que a los 90 años tiene una memoria excepciona­l, hicieron un magnífico papel y se comieron hasta las raspas. Mi abuela, que había pasado hambre durante la guerra en Bilbao, no permitía otra cosa. “Antes reventar que dejar”, decía cuando alguien no rebañaba convenient­emente el plato, o lamentaba que después de los aperitivos y el pescado no le quedaba hueco para el cordero o cochinillo.

Hacía más de una década que ningún equipo extranjero visitaba España, y que mi abuela Concha no veía a Ángel, que tiene los récords del jugador más joven en debutar con la selección española (17 años y 284 días), y el de mayor tiempo transcurri­do entre su debut y su último partido (20 años, dos meses y seis días), y tras estallar la guerra se fue de gira por Europa y América con una selección de Euskadi creada para fomentar la imagen del país y recaudar dinero para los refugiados, fichó por el San Lorenzo de Almagro y ya no regresó hasta mucho tiempo después. Su hermano mayor Santi se quedó en España y fue estrella del Santander.

Fue un reencuentr­o emotivo, con cita a las dos y media en punto, la hora a la que se sentaba a la mesa mi abuelo don Juan Marín lloviera o tronase. Se sirvieron vinos sacados de la despensa, aunque él, como siempre, sólo bebió un mejunje de agua mezclada con levadura. Era todo un personaje, que en la Catalunya de la República organizó combates de boxeo y corridas de toros con mujeres, fue promotor de circo, tuvo una imprenta y editó dos revistas pioneras, Pantallas y escenarios y Barcelona Financiera. Tras evitar in extremis el fusilamien­to gracias a la intervenci­ón del alcalde comunista de Zornotza, se recicló en el Madrid de la posguerra como asesor fiscal de la Assicurazi­oni Generali italiana, y tuvo uno de los primeros coches Studebaker que circulaban por la capital.

Tras el opíparo ágape (todos en casa de mi abuela lo eran, fui testigo todos los jueves y sábados de mi vida hasta que me fui a vivir a Barcelona), el primo Ángel le regaló dos entradas a mis abuelos para el partido del día 16 en el estadio Metropolit­ano. En los prolegómen­os, se acercó a la tribuna para entregar a su tía Concha un ramo de flores, y luego le dedicó el gol que marcó en la histórica victoria por 1-6 (Farro hizo un triplete, y también anotaron Pontoni y Óscar Silva). Fue el mismo día que aterrizó en España el embajador argentino, Pedro Radio, enviado por el general Perón, junto con cargamento­s de carne para aliviar el hambre. Tal vez por eso Franco decidió felicitar al “ciclón”.

Antes de la visita a la casa de Doctor Castelo, el San Lorenzo había ganado al Atlético Aviación y perdido con el Madrid 4-1 en el Metropolit­ano el día de Navidad, tras una farra espectacul­ar la Nochebuena. El 1 de enero derrotó 5-7 a España en Les Corts, el día 5 empató a tres con el Athletic en San Mamés (el regreso de Zubieta a Euskadi, donde cerraron los comercios), y el día de Reyes jugó un partidillo de dos partes de veinte minutos en Galdakao, contra un combinado del equipo local y los leones.

Fue cuando por primera vez, tras la guerra y el exilio en América, volvió a ver a su madre, la hermana de mi abuela.

Ángel Zubieta y sus compañeros regresaron a Argentina en febrero del 47, tras su gloriosa gira, habiendo derrotado dos veces a España y otras dos a Portugal, marcado cuarenta y seis goles y engordado por término medio cuatro kilos. Parte del mérito, hay que reconocerl­o, es de mi abuela.

En su gira por la Península (1946-47), los jugadores del San Lorenzo eran vitoreados al paso del tren

 ?? EL GRÁFICO ?? Zubieta, en la portada de El Gráfico del 17 de enero de 1941
EL GRÁFICO Zubieta, en la portada de El Gráfico del 17 de enero de 1941
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain