Erdogan denuncia un “asesinato político” ordenado desde Riad
El líder turco desmonta la versión oficial saudí de la muerte de Khashoggi
El caso Khashoggi es “un asesinato político” y no otra cosa, según las esperadas palabras de Recep Tayyip Erdogan. La coartada saudí sobre la muerte supuestamente accidental del periodista Jamal Khashoggi en su consulado de Estambul ha quedado pulverizada, después de que el presidente turco rompiera su silencio ayer en el parlamento de Ankara.
Erdogan demostró que “fue un crimen premeditado” con una meticulosa reconstrucción de los movimientos en territorio turco del comando enviado por Riad. Y exigió, en consecuencia, la depuración de responsabilidades “al máximo nivel”, además de respuestas.
“¿Quién los mandó?”, se preguntaba Erdogan. “¿Quién dio la orden de no cooperar al consulado durante días y días?”. Y sobre todo, “¿dónde está el cadáver?”. El político islamista, compañero de viaje ideológico de Khashoggi, terminó advirtiendo de que “cargar la responsabilidad a funcionarios de seguridad o inteligencia no nos satisfará, ni a nosotros ni a la comunidad internacional”.
Sin embargo, Erdogan se cuidó mucho de no romper los puentes con Arabia Saudí y en especial con el rey Salman, mientras guardaba un estudiado silencio acerca del todavía príncipe heredero Mohamed bin Salman, a cuyo círculo privado pertenece la mayor parte de los 18 arrestados.
Quien esperara revelaciones bomba, ayer pudo quedar decepcionado. Mientras Erdogan juega sus cartas, no cabe duda de que se guarda algunes ases bajo la manga. Para saber cuáles, ayer aterrizaba en Turquía la mismísima directora de la CIA, Gina Haspel. Al fin y al cabo, quien manda en Arabia no depende de Estamsi bul –desde hace ya un siglo–. Aun así, el presidente turco reveló que el día anterior a la desaparición, miembros del comando saudí ya estaban inspeccionando áreas boscosas de las afueras de Estambul y de Yalova. No para un picnic. Y también confirmó el envío por Riad de un doble de Khashoggi, que se paseó por la mezquita Azul con barba postiza y vestido con las prendas de la víctima.
Sin embargo, Erdogan no entró en detalle sobre los últimos momentos del periodista crítico, para lo cual debería haber revelado los métodos de escucha de la inteligencia turca. En cualquier caso, hasta ahora habían sido los medios afines a Ankara los que habían ido filtrando datos de la investigación, ayer fue el presidente quien corroboró el truculento relato de la ejecución. Y algún detalle suculento, como la desactivación del sistema de cámaras del consulado.
Cabe decir que Erdogan se refirió en dos ocasiones al rey de Arabia Saudí como “guardián de los santos lugares” y valoró “su sinceridad”, mientras reservaba sus dardos, sin nombrarlo, para su hijo Bin Salman, azote de la política internacional de Turquía y Qatar.
Recep Tayyip Erdogan, jaleado por los suyos, también se permitió un brindis al sol. Sugerir que los 15 miembros del comando homicida, más los otros tres también detenidos en Arabia Saudí, sean juzgados en Estambul. Es más, llamó a la creación de un comité internacional imparcial para avanzar en las pesquisas. Un portavoz de Naciones Unidas mostró luego la buena disposición de la organización, si media una invitación formal.
Finalmente, Erdogan, que dio el pésame a la prometida de Khashoggi, Hatice Cengiz –afín a su partido y ahora bajo protección policial– transmitió luego sus
ESTRATEGIA
El mandatario protege la relación con el rey Salman dejando a su hijo a la intemperie
DEMANDA
El presidente de Turquía reclama que los responsables sean juzgados en el país
condolencias por teléfono a la familia del periodista.
Por otro lado, el vehículo del consulado saudí abandonado en un parking desde hacía quince días albergaba en su interior tres maletas y un ordenador, aunque no se ha confirmado su relación con Khashoggi.
Asimismo, la cadena británica Sky News asegura que según dos de sus fuentes, restos de Khashoggi –incluido su rostro, desfigurado– habrían sido hallados en el jardín de la residencia del cónsul saudí. Algo que no ha corroborado ningún otro medio.
Mientras tanto, a trescientos metros, el jardín frente al consulado de Arabia Saudí se ha convertido en un plató, con una veintena de televisiones a cualquier hora del día. Detrás, en el Club de Tenis de Levent, los socios dejan las llaves de sus Porsche al portero con muy pocas ganas de hacer declaraciones. “Miedo”, se limita a murmurar una socia.
La vida sigue también en la calle de detrás del consulado, por donde supuestamente salió el cadáver rebanado de Khashoggi. Allí está el consulado de Pakistán con sus cámaras, muchas menos, en cualquier caso, que la guardería que queda justo enfrente.
Ahmet, un ingeniero turco en Arabia Saudí, se mofa de “la aparente sorpresa de EE.UU.” y lamenta la baza que “la crueldad beduina” le proporciona a Erdogan. Así, quien hasta ayer era tildado de “carcelero de periodistas” ahora se permite presentarse como su único valedor en el caso Khashoggi. Mientras que “el príncipe reformista” y “visionario” –veintisiete milllones gastados en lobbies en Washington en el 2017, según Time– está acorralado. Material de reflexión también para el diario en que colaboraba Khashoggi, que el año pasado dio la bienvenida a Washington a Erdogan con una columna de su némesis, Fethullah Gülen.