La Vanguardia

Éxito sin narcisismo

Borja Iglesias brilla en el Espanyol como un delantero diferente y con gol

- RAMÓN ÁLVAREZ

En un mundillo lleno de egos y postureo como el del fútbol, ser discreto puede marcar la diferencia, y eso es lo que ha conseguido Borja Iglesias, un delantero desgarbado y a veces torpón en el campo y un tipo sencillo fuera de él, pero que ha irrumpido en Primera como el pichichi de un Espanyol que está sorprendie­ndo a propios y extraños.

En un mundillo lleno de egos y postureo ser normal puede marcar la diferencia. Es lo que ha conseguido Borja Iglesias, un delantero desgarbado y a veces torpón en el campo y un tipo sencillo fuera de él, pero que ha irrumpido en Primera como el pichichi de un Espanyol que esta campaña está sorprendie­ndo a propios y extraños.

Como un niño más, Borja empezó a jugar a fútbol en su colegio, el La Salle de Santiago de Compostela, su ciudad natal. Aunque su afición por el fútbol fue mucho más allá del patio y prácticame­nte cada fin de semana convencía a sus padres para acercarse al Aeropuerto de Santiago a la caza de alguna foto con los jugadores que esa jornada hubiesen jugado ante el Celta o el Deportivo antes de tomar el avión de regreso. Unas imágenes, aún en papel fotográfic­o, que el jugador guarda con celo.

Hasta que a los 14 años tomó la decisión de la que ahora está más orgulloso: probar en el fútbol base del Valencia, el club que apostó por él tras su primeros pasos en el Santiago de Compostela, un club volcado en el fútbol formativo que nada tiene que ver con el Compos. En Paterna estuvo tres años, dos como cadete y uno como juvenil, y se dejó tentar por el Villarreal, donde también jugó como juvenil antes de dar el salto a Tercera.

Siempre con gol, el Celta no dudó en repatriarl­o para su filial y Borja no desaprovec­hó la oportunida­d: en tres años se convirtió en el máximo realizador de la historia del equipo, con 72 tantos. En su última campaña, además, fue el pichichi de toda la Segunda B con 32 goles. Fue en aquel equipo donde se forjó su mote actual después de que entre el vestuario se populariza­se el tema Panda del rapero Desiigner y los emoticonos del panda de Whatsapp. Las bromas de sus compañeros hicieron que pronto asumiese él un alias que definía a aquel Panda Team. De buen grado, ya que entre apuestas y goles llegó a tatuarse el panda que hoy luce sobre el tobillo derecho con un 9 de picas.

Sus números llamaban mucho la atención y el Celta prefirió cederlo antes que dejarlo sin minutos en el primer equipo a la sombra de Iago Aspas y Maxi Gómez, por más que fue allí donde llegó a debutar en Primera ante el Sevilla. Rubi fue el primero en querer pescarlo para su proyecto en el Huesca, pero Iglesias se dejó seducir por el de Natxo González y recaló en Zaragoza. Con sus 23 goles, el club blanquillo lo convirtió en un ídolo y él sigue declarándo­se un enamorado del club, del que es socio, y de la ciudad, donde aún vive su novia, Teresa. De hecho, lo suyo aún es un ir a venir a la capital aragonesa, que en las últimas fiestas del Pilar lo nombró hijo predilecto. Pero el Zaragoza se quedó en la promoción y el proyecto se desmoronó.

Rubi volvió a llamarlo e Iglesias esta vez no lo dudó. El Espanyol puso sobre la mesa los 10 millones de euros de su cláusula de rescisión, si bien se aseguró un pago fraccionad­o a cuatro años con los dos primeros a razón de 2,5 y un tercero a 4 que, en un principio, llevó a pensar en un traspaso a dos años. Visto lo visto en tan sólo 9 jornadas el club no lo dejará salir así como así.

EN EL PUNTO DE MIRA

Rubi ya le llamó para su proyecto en el Huesca, pero el Panda apostó por el del Zaragoza

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MONTSE GIRALT / ARCHIVO El ariete gallego celebra el primer gol que consiguió con la camiseta blanquiazu­l, ante el Valencia en Cornellà en la segunda jornada de Liga

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