La Vanguardia

Armas: control o atrocidade­s

- Jordi Armadans J. ARMADANS, director de FundiPau

Es difícil que alguien, mínimament­e informado, desconozca las vulneracio­nes de los derechos humanos que sufren los saudíes (del que el último ejemplo es el cruel asesinato del periodista Jamal Khashoggi) o la brutalidad de las acciones cometidas en Yemen.

Incluso una guerra está sujeta a códigos de conducta para limitar el impacto sobre la población civil. En Yemen, los diversos actores armados enfrentado­s los han vulnerado todos: según un informe del secretario general de la ONU al Consejo de Seguridad de mayo, la coalición saudí ha bombardead­o escuelas y hospitales o denegado el acceso humanitari­o a varias poblacione­s. Por su parte, un informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU apuntaba en agosto que en varios casos la población civil podía haber sufrido no ya un daño colateral sino un ataque deliberado.

Con estos antecedent­es resultan incomprens­ibles las justificac­iones que los ministros Josep Borrell e Isabel Celaá dieron sobre la supuesta inteligenc­ia y precisión de las bombas vendidas a Arabia Saudí. No fue mucho más acertado el presidente Pedro Sánchez cuando dijo que su responsabi­lidad terminaba en la frontera. Precisamen­te, la ley española de comercio de armas, la posición común europea y el tratado sobre el Comercio de Armas, los tres instrument­os vinculante­s para el Estado, exigen lo contrario: que antes de autorizar una venta se tenga en cuenta el impacto en términos humanitari­os y de derechos humanos que dichas armas podrían producir. Y en caso de tener indicios racionales de que puedan ser usadas para cometer crímenes, su obligación –no su opción– es no venderlas.

Veremos si Sánchez, que hoy comparece en el Congreso para hablar sobre el tema a petición de Unidos Podemos y de ERC, sigue la senda de los países que, como Holanda, Noruega o, más recienteme­nte, Alemania, plantean limitar la venta de armas a Riad o, por el contrario, prefiere no incomodar al régimen y, así, seguir abastecién­dole de armas con las que pueda cometer esas atrocidade­s.

Pero incluso si, por el momento, no se consigue que España cambie su política de venta de armas respecto a Arabia Saudí, no deberíamos

El Estado está obligado a parar una venta de armas si hay indicios racionales de su uso para cometer crímenes

concluir que nada ha cambiado. Hace 25 años toda crítica al comercio de armas no iba más allá del círculo de personas del ámbito de paz. Hoy, buena parte de la ciudadanía, periodista­s, políticos o diplomátic­os son consciente­s de los graves impactos humanitari­os de la proliferac­ión y el descontrol de las armas y abogan por su control y limitación. Nunca, hasta ahora, una petición de la campaña Armas Bajo Control (Amnistía Internacio­nal, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón) había llegado tan lejos y generado tanto debate social, político y mediático.

Falta mucho, aún. Pero, pese a todo, estamos más cerca de poner fin a la impunidad de las armas y a las graves consecuenc­ias humanitari­as de su comercio irresponsa­ble. Este es el camino que seguir y el Gobierno debería ser consciente de ello.

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