La Vanguardia

El club de las extraordin­arias

- DOMINGO MARCHENA

El club deportivo Algar, fundado por los hermanos Alberola Garvi en Elx en 1992, quizá no sea el más grande ni el más moderno de España, pero sí uno de los mejores. Destaca en competicio­nes nacionales e internacio­nales en disciplina­s olímpicas como judo, con promesas júnior como Giorgi Khachidze y Juan Antonio López. También en gimnasia rítmica. Cinco niñas de su equipo de alevines acaban de lograr una medalla de plata en un torneo de Xàbia.

¿El secreto? “Aquí sólo hay deportista­s”, explica una de las entrenador­as, Titi Alberola, de 44 años, que fue gimnasta rítmica y campeona de España por conjuntos en

1989. Aquí sólo hay deportista­s puede parecer una respuesta obvia, pero esperen a conocer las peculiarid­ades de este pequeño gran club.

Otra de las entrenador­as, Lidia Marín, que ha desarrolla­do toda su carrera aquí, se inició en la gimnasia rítmica de niña, en 1999. Acudía al club con su hermana Sara, que entonces tenía tres años y la misma cara de ángel de hoy. Sara es una joven con síndrome de Down, es decir, una joven normal. La única diferencia entre ella y nosotros es que tiene un cromosoma de más. Bueno, en realidad hay más diferencia­s. Es un prodigio de agilidad y puede hacer con su cuerpo cosas extraordin­arias que nosotros nunca haremos.

Titi Alberola intuyó la potenciali­dad de Sara mientras entrenaba a su hermana y la veía jugar. La instructor­a, una mujer con mano de hierro en un guante de seda, se interesó por la trisomía, las alteracion­es genéticas y la discapacid­ad intelectua­l. Lo primero que escuchan muchos padres de bebés con síndrome de Down es: “Su hija nunca podrá, su hija nunca hará, su hija nunca será...”. Alguien que se enfrenta a una adversidad es un valiente. Y alguien que se enfrenta a mil adversidad­es, una gimnasta. “¿Quién dice que tú no podrás hacer lo mismo que tu hermana?”, se preguntó Titi Alberola, que empezó a trabajar con Sara.

El tiempo le ha dado la razón. Aquella niña pecosa y con una sonrisa que enamora colecciona hoy éxitos en las competicio­nes de gimnasia rítmica para personas con discapacid­ad intelectua­l: campeona del mundo este año, diez veces campeona nacional en individual y nueve veces campeona en conjuntos. La gimnasia rítmica aún no forma parte de los Juegos Paralímpic­os, pero en los primeros Trisome Games, que tratan de suplir este vacío, logró cinco medallas de oro. Ella es el buque insignia, pero no navega sola. Aunque compiten por separado, gimnastas con y sin discapacid­ad intelectua­l se entrenan juntas.

El club Algar ha roto moldes por eso y también porque ha abierto esta especialid­ad a los hombres: Vicente y Sergio participan en los ejercicios de Sara y sus compañeras. Los reconocerá­n si examinan una de las fotos de esta página, la del campeonato de España, celebrado en A Coruña en abril. Allí cosechó sus últimos laureles por ahora la escuela de integració­n Algar. Esta institució­n, que nació en el 2007 como una prolongaci­ón del club, es un ejemplo de triunfo deportivo y social. No ha sido un camino fácil. “Muchos padres no nos trajeron a sus hijas porque temían que si se entrenaban con compañeras con síndrome de Down no progresarí­an. No los critico, pero se equivocaba­n”, dice Titi Alberola.

Cuando una gimnasta sin (sin discapacid­ad intelectua­l) se queja, Titi le señala a las otras. “Míralas. No lloriquean. Lo intentan hasta que les sale bien. Haz tú lo mismo”. Y si son las con quienes dicen que les exige mucho, responde: “Es que a vosotras os tengo que exigir el doble”.

Y ahí se acaban las diferencia­s y las preposicio­nes. “Aquí sólo hay deportista­s”, repite Titi Alberola, que al principio lloraba en casa cuando recordaba que había gritado por igual a unas y otras. Las dudas la corroían. “¿Seré insensible?”. Pero eran los gritos o la resignació­n ante una condena injusta (“su hija nunca podrá, nunca hará, nunca será...”).

“¿Seré insensible?”. La otra tarde, en el pabellón municipal ilicitano de El Toscar, le contestó una de sus pupilas: “Gracias a tus gritos, somos campeonas de España”. Sacrificio, trabajo duro y muchas lágrimas en la soledad del dormitorio hasta que el esfuerzo comenzó a dar frutos. Ese es el único secreto. El suyo y el del resto de entrenador­as: Lidia Marín, Mayte Morales, Susana Mañogil y Rocío Molina.

Amor sin paternalis­mos. Exigencia sin hipocresía­s. Sólo así niñas con problemas de coordinaci­ón y de hipotonía derriban muros. Sara es la más conocida, pero no hay que olvidar a Elena, Eva, África, Laura, Naiara, Alicia, Aída, Juanita, Raquel, Carolina, Lucía, Lara, las dos Ángelas, las tres Marías... Y a Vicente y Sergio. Una vez en que nada le salía bien, una de las dos Ángelas trató de justificar­se: “¿Te recuerdo que soy una discapacit­ada?”. Y la entrenador­a reprimió una lágrima: “¿Te recuerdo que eres una deportista? ¡Arriba!”.

LA PREGUNTA “¿Te recuerdo que soy una discapacit­ada?”, dijo una alumna para justificar un fallo

LA RESPUESTA “¿Te recuerdo que eres una deportista?”, contestó la entrenador­a, Titi Alberola

El club Algar, de Elx, rompe esquemas y da toda una lección de integració­n: gimnastas con y sin discapacid­ad intelectua­l se entrenan y aprenden juntas

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T.A. GARVI
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T.A. GARVI

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