Actos de contrición sin propósito de enmienda
BENJAMIN Franklin, que fue unos de los padres fundadores de Estados Unidos, pero igualmente un científico notable, un inventor relevante y un escritor correcto, es el autor de una frase que merecería un ensayo: “Nunca arruines una disculpa con una excusa”. En general, a los seres humanos le cuesta aceptar sus errores, pero aún más pedir perdón por sus decisiones equivocadas. La gente piensa que la disculpa es un acto de debilidad, cuando resulta una manifestación de grandeza. La disculpa es una determinación de la voluntad, que no debe confundirse con un sentimiento. Pedimos perdón como una expresión de humanidad, así que no hace falta escudarse detrás de ningún pretexto. Erramos porque no somos perfectos, porque no tenemos toda la información o porque nos ciega la pasión. Nos excusamos no para cambiar el pasado, que no es posible, sino para mejorar el futuro, que es algo para lo que estamos a tiempo.
Este diario lleva hoy en sus páginas disculpas de personajes públicos, entre ellas de dos personajes de gran significación social, un exvicepresidente del gobierno como Rodrigo Rato y el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes. Rato pidió perdón a la sociedad antes de entrar en la cárcel de Soto del Real por su gestión en la crisis de Bankia, donde se gastaron sin control tres millones de euros con las llamadas tarjetas black. Lesmes se disculpó ante los ciudadanos que se hayan podido sentir perjudicados por el embrollo originado con la sentencia del Alto Tribunal que indica que las entidades deberán pagar el impuesto de actos jurídicos de las hipotecas. Este país se encuentra en un acto permanente de contrición por lo mal que se han hecho las cosas en la política, la economía y la justicia. Pero aún no hemos alcanzado el propósito de enmienda, y nada nos permite creer que en adelante se hagan mejor. Ni siquiera sabemos si los responsables se avergüenzan de sus despropósitos.