Empleo, bien, pero…
EL tercer trimestre del año 2018 ha rebajado en 164.000 personas la cifra de desempleados. La Encuesta de Población Activa (EPA) de los meses de julio, agosto y septiembre pasados sitúa el paro en el 14,5% de la población activa –que supera los 19,5 millones de personas–, los mejores datos, ambos, desde el mismo periodo del 2008. Es preciso recordar que en el invierno del 2013, la tasa de paro rozaba el 27%.
Esto significa que la economía española da muestras de dinamismo en la creación de empleo desde hace más de cuatro años, aunque el número de parados sigue en una cifra demasiado alta, más de 3,3 millones, y la mayor parte del trabajo que se genera sigue siendo temporal, de baja cualificación y de salarios reducidos. Pero, aun así, es evidente que el descenso del paro es un dato para el optimismo, puesto que en el último año se han creado más de 475.000 puestos de trabajo.
Como viene siendo tradicional en los terceros trimestres de cada año, el sector más dinámico ha sido el de los servicios y, especialmente, el ligado al turismo, aunque de hecho, la creación de empleo afecta a todos los sectores de producción, excepto el de la agricultura, cuya población activa ha descendido en este periodo estudiado. Las comunidades más dinámicas han sido, por este orden, Baleares, Catalunya y CastillaLa Mancha.
Pero también es cierto que la dinámica de creación de empleo que subraya la EPA no esconde que se viene produciendo una desaceleración, especialmente si lo comparamos con la encuesta del tercer trimestre de los cuatro años anteriores, puesto que el del 2018 es el que menos ha reducido la tasa de desempleo. Dato que se relaciona con el menor dinamismo del sector turístico, debido a la competencia de otros mercados que han recuperado su atractivo, pero también a la incertidumbre que se proyecta, de unos meses a esta parte, sobre el conjunto de la economía mundial.
Todo esto significa que la economía española sigue generando empleo, aunque lo hace con menor dinamismo, y que el trabajo que crea continúa siendo de baja calidad y escasa productividad. Lo que pone en evidencia la situación de debilidad congénita del mercado laboral español y la necesidad de seguir ahondando en reformas que no sólo consoliden el crecimiento del empleo, sino sobre todo que tiendan a mejorar su calidad y su retribución salarial, no sólo para fortalecer el dinamismo del consumo interior, básico para la economía, sino también para dotar de confianza a sectores en los que la temporalidad actúa como un cuello de botella.