Un momento moral
Un relámpago de verdad en medio del ruido. Un instante en que vemos las vergüenzas del mundo con todo lujo de detalles. Un momento de claridad moral. El asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul ha producido un gran escándalo, a pesar de no ser el primer asesinato político del que tenemos noticia ni la primera muestra del estilo de las autoridades de Riad. Que la víctima sea periodista colaborador de un gran medio estadounidense, que el crimen haya ocurrido en instalaciones diplomáticas y que el método utilizado sea propio de los tiempos medievales incrementa el estupor de la opinión pública, que no es lo mismo que el estupor (leve, escaso, efímero) del conjunto de la sociedad española y europea.
España seguirá vendiendo armas a Arabia Saudí, gracias a los votos del PSOE y del PP y a las abstenciones de Cs y del PNV. Las elecciones andaluzas y los contratos con los saudíes de Navantia (seis mil puestos de trabajo en la bahía de Cádiz) pesan más que otras consideraciones, como los derechos humanos o la voluntad de un gesto. Sánchez tenía la oportunidad de marcar perfil propio y de ponerse al lado de Merkel, pero no quiere más problemas. Debe calcular que no perderá muchos votos por ser, en esto, como los populares.
La misma canciller alemana que suspende la venta de armas a Arabia Saudí tiene una actitud muy diferente ante la Rusia de Putin, donde los asesinatos políticos –de periodistas y opositores– también se producen con total impunidad. Las relaciones internacionales –ya lo sabemos– son regidas por intereses y equilibrios, no por grandes valores, lo que no implica que apoyar a todo tipo de sátrapas sea siempre lo
Sánchez tenía la oportunidad de marcar perfil propio y de ponerse al lado de Merkel
más inteligente, como nos enseña la historia. Pero las inercias son las que son. Por ejemplo, la represión en China es siempre menos visible para la UE que la represión en un pequeño Estado africano o latinoamericano; además, nunca falta quien nos alecciona sobre las particularidades chinas, para relativizar allí lo que aquí nos indigna.
El brevísimo momento moral español a propósito del régimen saudí hace pensar en la necesidad que tiene todo gobierno de establecer un umbral claro en un mundo cada vez más globalizado y más intercomunicado, un mundo donde expresiones como “la tradicional amistad hispano-árabe” no significan hoy lo mismo que diez años atrás. ¿Cuál es el límite de lo que se puede tolerar en nombre de la realpolitik? ¿Cuál es el límite de la credibilidad de un jefe de Gobierno que se pone de perfil cuando toca levantar la voz con más fuerza? Los Mandela de turno no siempre sobreviven al verdugo. De la misma manera que es imposible imaginar unas relaciones internacionales basadas en el puro idealismo, es cada día más caduco un discurso incapaz de enfrentarse al fatalismo de los intereses a corto plazo.