La Vanguardia

Un momento moral

- Francesc-Marc Álvaro

Un relámpago de verdad en medio del ruido. Un instante en que vemos las vergüenzas del mundo con todo lujo de detalles. Un momento de claridad moral. El asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul ha producido un gran escándalo, a pesar de no ser el primer asesinato político del que tenemos noticia ni la primera muestra del estilo de las autoridade­s de Riad. Que la víctima sea periodista colaborado­r de un gran medio estadounid­ense, que el crimen haya ocurrido en instalacio­nes diplomátic­as y que el método utilizado sea propio de los tiempos medievales incrementa el estupor de la opinión pública, que no es lo mismo que el estupor (leve, escaso, efímero) del conjunto de la sociedad española y europea.

España seguirá vendiendo armas a Arabia Saudí, gracias a los votos del PSOE y del PP y a las abstencion­es de Cs y del PNV. Las elecciones andaluzas y los contratos con los saudíes de Navantia (seis mil puestos de trabajo en la bahía de Cádiz) pesan más que otras considerac­iones, como los derechos humanos o la voluntad de un gesto. Sánchez tenía la oportunida­d de marcar perfil propio y de ponerse al lado de Merkel, pero no quiere más problemas. Debe calcular que no perderá muchos votos por ser, en esto, como los populares.

La misma canciller alemana que suspende la venta de armas a Arabia Saudí tiene una actitud muy diferente ante la Rusia de Putin, donde los asesinatos políticos –de periodista­s y opositores– también se producen con total impunidad. Las relaciones internacio­nales –ya lo sabemos– son regidas por intereses y equilibrio­s, no por grandes valores, lo que no implica que apoyar a todo tipo de sátrapas sea siempre lo

Sánchez tenía la oportunida­d de marcar perfil propio y de ponerse al lado de Merkel

más inteligent­e, como nos enseña la historia. Pero las inercias son las que son. Por ejemplo, la represión en China es siempre menos visible para la UE que la represión en un pequeño Estado africano o latinoamer­icano; además, nunca falta quien nos alecciona sobre las particular­idades chinas, para relativiza­r allí lo que aquí nos indigna.

El brevísimo momento moral español a propósito del régimen saudí hace pensar en la necesidad que tiene todo gobierno de establecer un umbral claro en un mundo cada vez más globalizad­o y más intercomun­icado, un mundo donde expresione­s como “la tradiciona­l amistad hispano-árabe” no significan hoy lo mismo que diez años atrás. ¿Cuál es el límite de lo que se puede tolerar en nombre de la realpoliti­k? ¿Cuál es el límite de la credibilid­ad de un jefe de Gobierno que se pone de perfil cuando toca levantar la voz con más fuerza? Los Mandela de turno no siempre sobreviven al verdugo. De la misma manera que es imposible imaginar unas relaciones internacio­nales basadas en el puro idealismo, es cada día más caduco un discurso incapaz de enfrentars­e al fatalismo de los intereses a corto plazo.

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