Tiempo para regar las plantas
Cuando usted y yo, que probablemente no nos conocemos de nada, notamos algo parecido, es que la cosa está que arde. Sería mucha casualidad que en medio del hormiguero coincidiésemos con tanta intimidad. Si además empezamos a verbalizar el problema, esto le pasa a medio mundo. En este rebufo, podemos decir que el agotamiento de la auto-explotación es evidente. El hiperconsumismo nos consume. Hemos caído en la trampa y trabajamos demasiado. El mundo es un gran mercado, y nosotros, un producto como cualquier otro. El móvil nos ha enlatado en la oficina, con su aire de juguetito. El espejismo de la libertad individual nos lleva a la autoexigencia sin fin. Es normal que andemos sobrepasados y somnolientos. Altamente estresados, lo que podría producir una especie de tristeza crónica, casi invisible. Porque la ausencia de tiempo para el placer sólo lleva, como es natural, a la infelicidad silenciosa del soldado raso que pelea en soledad.
Trabajamos para vivir. Pero si vivir consiste en pagar una subsistencia, mejor o peor según cada circunstancia, esto no es vida exactamente. Pagar la casa y la luz es un verdadero lujo, de acuerdo. Si bien la conciencia de ese privilegio del que quizás usted y yo disfrutamos, además de no acabar con el problema, nos puede llevar a silenciarlo, entre compasivos y culpabilizados con otras realidades mucho peores que la nuestra. Siempre hay alguien que necesita mucho más la revolución. ¿Cómo podríamos reivindicar tiempo para el placer, mientras vemos avanzar la pobreza por el rabillo del ojo? Supongo que este pensamiento forma parte de la tela de araña. No protestes que podrías estar mucho peor.
Trabajamos para vivir; pero si vivir consiste en pagar una subsistencia, esto no es vida exactamente
Supongamos entonces que vivimos en una sociedad avanzada con recursos suficientes para garantizarnos a todos una subsistencia básica digna. En ese caso, podríamos empezar a pensar que trabajamos para nada. Si técnicamente no hay espacio para ninguna otra cosa, después de la travesía laboral continua, nuestro trabajo entonces es inútil. Para tirarlo a la basura. Tendría gracia pasarse la vida trabajando a lo loco y de pronto darte cuenta de que ya te has muerto. Si usted y yo no disponemos de un tiempo razonable para, por ejemplo, no hacer nada que sirva para nada, aquí está fallando algo. Aquí está fallando vivir si, por ejemplo, no hubiera tiempo para amar. O regar las plantas.
Sobre esto ya han corrido ríos de tinta. Y la amplitud del problema explica que los pensamientos de Byung Chul Han, autor de La sociedad del cansancio, se volvieran virales en una horas, hace meses. Es de agradecer que el famoso filósofo dé cuerpo a esta sensación borrosa que usted y yo quizás compartimos y arrastramos hace mucho, y tal vez estamos demasiado ocupados y somnolientos para formular: “Uno se explota a sí mismo y cree que se está realizando”.