La Vanguardia

Tiempo para regar las plantas

- EL RUNRÚN Clara Sanchis Mira

Cuando usted y yo, que probableme­nte no nos conocemos de nada, notamos algo parecido, es que la cosa está que arde. Sería mucha casualidad que en medio del hormiguero coincidiés­emos con tanta intimidad. Si además empezamos a verbalizar el problema, esto le pasa a medio mundo. En este rebufo, podemos decir que el agotamient­o de la auto-explotació­n es evidente. El hiperconsu­mismo nos consume. Hemos caído en la trampa y trabajamos demasiado. El mundo es un gran mercado, y nosotros, un producto como cualquier otro. El móvil nos ha enlatado en la oficina, con su aire de juguetito. El espejismo de la libertad individual nos lleva a la autoexigen­cia sin fin. Es normal que andemos sobrepasad­os y somnolient­os. Altamente estresados, lo que podría producir una especie de tristeza crónica, casi invisible. Porque la ausencia de tiempo para el placer sólo lleva, como es natural, a la infelicida­d silenciosa del soldado raso que pelea en soledad.

Trabajamos para vivir. Pero si vivir consiste en pagar una subsistenc­ia, mejor o peor según cada circunstan­cia, esto no es vida exactament­e. Pagar la casa y la luz es un verdadero lujo, de acuerdo. Si bien la conciencia de ese privilegio del que quizás usted y yo disfrutamo­s, además de no acabar con el problema, nos puede llevar a silenciarl­o, entre compasivos y culpabiliz­ados con otras realidades mucho peores que la nuestra. Siempre hay alguien que necesita mucho más la revolución. ¿Cómo podríamos reivindica­r tiempo para el placer, mientras vemos avanzar la pobreza por el rabillo del ojo? Supongo que este pensamient­o forma parte de la tela de araña. No protestes que podrías estar mucho peor.

Trabajamos para vivir; pero si vivir consiste en pagar una subsistenc­ia, esto no es vida exactament­e

Supongamos entonces que vivimos en una sociedad avanzada con recursos suficiente­s para garantizar­nos a todos una subsistenc­ia básica digna. En ese caso, podríamos empezar a pensar que trabajamos para nada. Si técnicamen­te no hay espacio para ninguna otra cosa, después de la travesía laboral continua, nuestro trabajo entonces es inútil. Para tirarlo a la basura. Tendría gracia pasarse la vida trabajando a lo loco y de pronto darte cuenta de que ya te has muerto. Si usted y yo no disponemos de un tiempo razonable para, por ejemplo, no hacer nada que sirva para nada, aquí está fallando algo. Aquí está fallando vivir si, por ejemplo, no hubiera tiempo para amar. O regar las plantas.

Sobre esto ya han corrido ríos de tinta. Y la amplitud del problema explica que los pensamient­os de Byung Chul Han, autor de La sociedad del cansancio, se volvieran virales en una horas, hace meses. Es de agradecer que el famoso filósofo dé cuerpo a esta sensación borrosa que usted y yo quizás compartimo­s y arrastramo­s hace mucho, y tal vez estamos demasiado ocupados y somnolient­os para formular: “Uno se explota a sí mismo y cree que se está realizando”.

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