El arte de Herralde
Horas después de que Casado llamara golpista a Sánchez y poco antes de que Rato entrara en la prisión, muy cerca del crispado Congreso de los Diputados y del revuelto Tribunal Supremo, algunos hombres cultos de Madrid y Barcelona se reunieron ayer para hablar de arte y literatura, de creadores y mecenas, de museos y galerías. Ocurrió en el auditorio del CaixaForum de la capital de España. Era la entrega de premios de Arte y Mecenazgo que cada año otorga la fundación de la entidad bancaria catalana. Y como invitado especial intervino Jorge Herralde, presidente y fundador de Anagrama. Lo hizo para ensalzar la labor que hoy día, en medio del maremágnum y el ruido de la gran ciudad y sus foros más sonoros, ejercen los galeristas, editores y mecenas: “Por el amor al arte”, según el título del discurso.
En esas grandes urbes con sus “aparatosas tiendas de marcas clónicas”, escaparates del consumo en la era de la globalización, “de pronto entramos en una librería, una galería, un museo... En estos oasis del arte y de la cultura. Qué placer. El tiempo parece detenerse, adquiere otra dimensión”, dijo Herralde, casi lo declamó. Ante él se sentaban responsables de cercanos museos como el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, o el gerente del Thyssen, Evelio Acevedo. Allí estaba también el director de la feria ARCO, Carlos Urroz.
Herralde remarcó las similitudes en las tareas del editor y el galerista. “Son eslabones de la cadena de exploradores que proporcionan conocimiento, emoción estética y placer, y que se dedican a su profesión de forma obsesiva pero también gratificante”.
Gran parte de la alocución la dedicó Herralde a dar cuenta de su propio amor al arte, sobre todo a partir de la “explosión de creatividad” que Barcelona vivió en los años sesenta y setenta, cuando a pesar de la censura franquista él creó Anagrama y las galerías vivieron una época de esplendor en la calle Consell de Cent y alrededores.
La artista Dora García, la galería Espaivisor y el coleccionista Carlos Rosón reciben los premios de La Caixa
Gaspar, René Metras, Riera o Joan Prats fueron algunos de los galeristas que citó, sin olvidar a otros de Madrid como Juana Mordó, Enrique Vijande, Buades o Theo. Después aludió a los mecenas, con mención de los barceloneses Leopoldo Rodés, VilaCasas y Suñol. Sacó pecho del abundante arte que siempre llevaron cubiertas y páginas de los libros publicados en su casa. Y terminó con sendas citas de Walter Benjamin y Coco Chanel. “El coleccionismo es un modo de afrontar la muerte; una colección siempre está viva, nunca se completa”. “La moda pasa, el estilo permanece”. Y de su cosecha añadió: “¡Chapeau, Coco!”
Fue el prólogo a una entrega de galardones que esta vez distinguió a la artista vallisoletana Dora García; a los directores de la galería valenciana Espaivisor, Mira Bernabeu y Miriam Lozano, y al coleccionista gallego Carlos Rosón. Antes de la entrega en sí, mesa redonda con tres premiados anteriores: el artista catalán Antoni Miralda, el coleccionista cántabro José María Lafuente y la galerista barcelonesa Silvia Dauder. Todos coincidieron en dos ideas clave para un desarrollo sano del arte, más allá del puro economicismo: la importancia de los equipos humanos y el papel crucial que las galerías, con su factor local y como centros de comunicación directa entre los actores del artes, sigue teniendo hoy pese a la preponderancia de las grandes ferias. Se trata de oasis. en suma.