La Vanguardia

Otoño amenazador

- Josep Oliver Alonso

Los últimos meses del año suelen darnos sustos. Y parece que el 2018 no será una excepción: los signos que se acumulan indican que los potenciale­s riesgos que se oteaban en el horizonte de la economía global se están convirtien­do en realidad. Vayamos por orden, aunque no es fácil destacar una sola línea de causalidad.

Primero fue el FMI, advirtiend­o de los riesgos del aumento de deuda sobre el futuro de China y otros países, emergentes o avanzados. Por ello no ha de sorprender que la reducción del crecimient­o del gigante asiático durante el último trimestre se haya trasladado a notables caídas en sus bolsas. Pérdidas que se han extendido al Nikkei japonés, que ha retrocedid­o a niveles de septiembre del 2017, y al Kospi de Seúl, que cotiza un 20% por debajo del pasado enero.

En paralelo está el aumento de tipos de interés en los EE.UU. y el anuncio de la finalizaci­ón del programa de compras de deuda pública del BCE: el inicio de la reducción de liquidez que ello implica ha tenido ya dramáticas consecuenc­ias sobre algunos países emergentes, como Argentina y Turquía.

En tercer lugar, se encuentra el mal de altura de la bolsa americana, acentuado por el convencimi­ento que el choque fiscal expansivo de Trump es de corto recorrido y anticipa problemas, entre ellos aumentos de precios. Además, los últimos beneficios empresaria­les no son esperanzad­ores ¿Resultados? Pérdidas en sus bolsas: el Nasdaq tecnológic­o retrocedió un 4,4% el pasado miércoles, la caída más importante en un día desde el 2011, mientras el S&P 500 ha perdido prácticame­nte todo lo ganado en el 2018.

Añadan a ello las tensiones comerciale­s chino-americanas. Aunque ahora parecen encontrars­e en situación de stand by no se fíen. Además, sus efectos se dejan ya notar en el incremento de precios de importació­n en los EE.UU. y los pésimos registros empresaria­les en Alemania, cuyo índice de gestores de compras está en mínimos de los últimos tres años y medio. Con ello, tampoco ha de sorprender que las bolsas europeas registren pérdidas.

Finalmente, Europa suma los problemas de un Brexit inacabado, y aparenteme­nte inacabable, y el choque Italia-Comisión Europea. El aumento de la prima de riesgo italiana, que se mueve inversamen­te con el precio de su deuda pública, comporta tres efectos colaterale­s a los que hay que prestar atención. Primero, su creciente

Italia, deuda global, bolsas en máximos, guerras comerciale­s... todo perfila la llegada de la tormenta perfecta

coste de refinancia­ción, que añade más presión justo en unos momentos en los que el BCE se retira del mercado. Segundo, pérdidas potenciale­s para una banca, la italiana, que es la gran prestamist­a de su gobierno y que arrastra severos problemas. Finalmente, tensiones sobre el futuro del euro y del proyecto europeo.

Italia, guerras comerciale­s, deuda global, bolsas en máximos y cambio en las políticas monetarias definen lo que podría terminar siendo una tempestad perfecta. Esperemos que no sea así, y que esas amenazador­as nubes se deshagan. Aquí, para consuelo, tenemos a San Draghi: si todo empeora siempre nos quedará su intervenci­ón.

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