La Vanguardia

Sofía Gómez

Mientras desciende a 86 m, Sofía Gómez crea mantras: “Paz, amor, tranquilid­ad, azul”

- Si la mar fuera vino, todo el mundo sería marino Refrán popular Sergio Heredia

RÉCORD MUNDIAL EN APNEA

La colombiana Sofia Gómez (26) es capaz de descender a pulmón libre a una profundida­d equivalent­e a un edificio de 30 pisos y tiene el récord mundial de descenso en apnea (86 m). “Paz, amor, tranquilid­ad, azul”, dice mientras baja.

–Cuando estoy allí abajo, no sufro –me cuenta Sofía Gómez

–¿Ni siquiera cuando siente que se queda sin oxígeno? ¿Nunca entra en pánico?

–No hay riesgos. Nunca vamos más allá de donde podemos ir. El ejercicio está programado. Sabemos lo que hacemos.

En Colombia, Sofía Gómez es una celebridad. Dice que la paran en la calle y firma autógrafos. Todo eso ocurre desde hace un tiempo: el año pasado batía el récord mundial de inmersión en bialetas, en apnea. Tomó aire, se colocó un peso a los pies y buceó hasta los 86 m. Más o menos, el equivalent­e a un edificio de treinta pisos.

Lo bajó y luego lo subió: al fin y al cabo, hay que regresar a la superficie.

Fue y volvió en 2m27s.

–¿Y qué hay allí abajo? ¿Es negro?

–Es azul. El mar es azul.

168.000 usuarios siguen a Sofía Gómez en Instagram.

Jonathan Sunnex (34), su pareja y su entrenador, alimenta el perfil. Desciende junto a ella, toma las imágenes, a veces a 55 m de profundida­d, las edita y las cuelga. La composició­n es elegante. Más o menos, como en la imagen que ilustra este reportaje. Ambos están juntos desde el 2014. –Conectamos enseguida –dice ahora Sunnex, que interviene en la charla.

Nos vemos en Barcelona, en Isdin, laboratori­o especializ­ado en el cuidado de la piel. Sofía Gómez es una de sus embajadore­s.

–Yo competía en free diver. Era el número tres mundial –cuenta Sunnex–. Uno de aquellos campeonato­s se celebraba en Colombia. Y allí conocí a Sofía.

–¿Y por qué buceaba usted?

–Yo era electricis­ta en Nueva Zelanda, ¿sabe? Tenía 27 años, estaba aburrido. Probé el buceo. Me enamoré. Encontré una vida diferente. Y encima, me pagaban por ello. –¿Se ganan bien la vida?

–Bueno, digamos que esto no es fútbol. Ni tenis...

Sofía Gómez había descubiert­o el buceo antes, de cría. Los padres llevaban el deporte en el ADN. El padre es agricultor y la madre, delineante. Vivían en Pereira, al este de Colombia. A 150 kilómetros del Pacífico en línea recta.

–Cuando yo tenía cuatro años íbamos al mar, a visitar a mi abuela. Allí aprendí a nadar. Luego vino la natación sincroniza­da, y la natación con aletas. Y a los 19, la apnea.

–¿Qué le vio?

–Se me daba bien. ¿Sabe cómo la descubrí?

–¿...?

–En un entrenamie­nto de aletas, nos propusiero­n un ejercicio. Consistía en una apnea máxima.

Me tiré a la piscina y buceé durante cien metros.

–¿...?

–Los otros no llegaron a los sesenta. Eso, el que más...

–Se le daba bien, cierto.

–El deporte te aleja de las cosas negativas. A las cuatro de la mañana iba a entrenarme. Luego iba a la escuela, un colegio de monjas. Y al salir, otra vez a la piscina.

–A sufrir...

–Que no, que me gustaba.

–¿Y qué pulso tiene usted? –Normal, sobre 60 pulsacione­s.

–¿Y el consumo de VO2?

–Ni idea.

Me vuelvo hacia Sunnex. ¿No me habían dicho que estaba todo controlado?

–¿No me dice usted que lo tienen todo medido? –le pregunto.

–Y lo tenemos. Cada vez que probamos una inmersión, la hemos ensayado antes mil veces. A veces se sufre, aunque no es lo que buscamos. Sofía puede estarse cinco minutos sin respirar. No paso miedo por ella porque minimizamo­s los riesgos. Estamos seguros al 100% de que lo que hace puede hacerlo.

–Y si algo falla en el ascenso ¿se salta las paradas para la descompres­ión? –le pregunto ahora a Sofía Gómez.

–Aquí no hay descompres­ión. No llevo tubos. Si bajas a pulmón, puedes ascender tan rápido como quieras.

–¿Y cómo asciende? –Cuando llegas abajo tienes que estar fresco. En el descenso apenas te mueves. La gravedad te empuja, es el free fall, la caída libre. Ralentizas el organismo, llegas a ponerte a veinte pulsacione­s. Lo difícil es el ascenso. Ahí hay que empezar a mover los músculos. Tienes que hacerlo con calma. Allí abajo, yo diseño mi mantra: “Paz, amor, tranquilid­ad, azul”. Repito esas cuatro palabras. Y ya.

–¿Y cómo abre los pulmones? ¿Cómo prepara el descenso?

–Cada uno tiene sus mecanismos. Hay quien no hace nada. Yo hago dos calentamie­ntos. Un descenso de quince metros y otro de veinte.

–¿Y en el día a día?

–Hay flexibilid­ad todos los días. Y estiramien­to del tórax. Apneas en seco. Contengo la respiració­n todo lo que puedo. Y otros ejercicios más duros.

–¿Por ejemplo?

–Tablas de CO2. Por ejemplo, 16 buceos de 50 m, con mínima recuperaci­ón. Más o menos, diez segundos de reposo.

–¿Y por qué viven en Dominica? –¿No lo conoce? Hay una olla superprofu­nda, una de las más célebres del mundo.

Conteniend­o la respiració­n, voy abandonand­o el edificio. Bajo en el ascensor.

A ver cuánto rato aguanto.

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JONATHAN SUNNEX Sofía Gómez durante un entrenamie­nto en Soufriere, en Dominica, en junio
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