La Vanguardia

Hoy, hace un año

- Pilar Rahola

Sería un error caer en la ucronía en el día de hoy. Aquello del ¿qué habría pasado si el 27 de octubre del 2017 se hubiera hecho efectiva la declaració­n de independen­cia, emitido los decretos necesarios y bajado la bandera española del Palau de la Generalita­t? ¿Es decir, qué habría pasado si ahora hace un año no se hubiera interrumpi­do el proceso emprendido con el referéndum del día 1 de octubre?

No lo sabemos, y todas las especulaci­ones tienen la misma probabilid­ad de estar equivocada­s. Ciertament­e podría ser que hubiéramos alcanzado la independen­cia, con varios estados iniciando el proceso de reconocimi­ento, vistos los indicios que tenemos al respecto, a pesar del choque evidente con el Estado; pero también es probable que hubiéramos entrado en una situación de asedio represivo aún más brutal del que hemos sufrido, y el país se hubiera paralizado. La ucronía sólo sirve para las pajas mentales, es pura fake news. Además, no hay duda que los riesgos de violencia real contra políticos o ciudadanos, eran muy plausibles. ¿No ha sido Margallo quien, esta semana misma,

Es una evidencia que el retraso en hacer la declaració­n fue letal para los intereses independen­tistas

ha asegurado que el Estado español no se iría pacíficame­nte de Catalunya? En todo caso, es un hecho conocido que la posibilida­d de que hubiera muertos tuvo un efecto decisivo en la decisión de paralizar el proceso, y a partir de aquel momento no sirve lo que habría podido pasar, que no lo sabemos, sino lo que ha pasado realmente.

Y de todo lo que ha pasado, lo más importante son las lecciones derivadas de los errores cometidos. Por ejemplo, es una evidencia que el retraso en hacer la declaració­n fue letal para los intereses independen­tistas. Desde el día 1 de octubre hasta el 27 pasaron unas semanas que desconcert­aron a todos, enfriaron a la ciudadanía y dieron oxígeno a las maniobras del Estado. Fue un retraso en favor de una mediación con España con el fin de encontrar una salida negociada, pero los hechos han demostrado que fue una espera ingenua. Aunque ingenua no quiere decir ineficaz, dado que ahora ya sabe el independen­tismo que el Estado no tiene ninguna intención de encontrar una salida política al conflicto político catalán. De manera que, o se renuncia a un nuevo 27 de octubre o se produce sin freno posterior. Esta es la primera gran lección aprendida. La segunda es que, a pesar de los errores y el desconcier­to posterior, sumada a la situación represiva que se sufre, el año no ha sido estéril: la ciudadanía ha demostrado una fortaleza insospecha­da; el conflicto catalán, gracias al exilio y a los éxitos judiciales, está bajo el foco permanente; Puigdemont es más líder internacio­nal que nunca; y, finalmente, los consensos en Catalunya se han ampliado, tanto por el espectro republican­o, gracias al papel de la monarquía, como por el de democrátic­o, a causa de la represión. Un año después, por tanto, no estamos más cerca de la independen­cia, pero tampoco estamos más lejos.

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