La Vanguardia

“Creí que el cine era la ópera del siglo XX”

- MARICEL CHAVARRÍA Londres Enviada especial

Ha compuesto las bandas sonoras de casi un centenar y medio de películas, desde Mi hermosa lavandería y la oscarizada Rain Man, hasta las recientes Dunkerque o Blade runner 2049, pasando, claro, por Gladiator, Origen, Interstell­ar o la serie The crown. Pero Hans Zimmer (Frankfurt, 1957) ya no tiene suficiente con dirigirse al público a través del cine. Su proyecto The world Of Hans Zimmer-A symphonic celebratio­n,

que presenta sus piezas más célebres en vivo, en grandes espacios, con arreglos para orquesta de sus caracterís­ticos sonidos electrónic­os –y sin las imágenes de las películas de fondo–, amplía la gira que inició el pasado abril en Alemania. De modo que llegará a España en abril: el día 5, en el Palau Sant Jordi, y el 7, en el WiZink Center de Madrid. Residente en Los Ángeles desde hace años, el músico –auténtico fenómeno fan– atiende a la prensa en petit comité en Londres.

Se define como un contador de cuentos al servicio de cada película. ¿Cuándo decidió que su trabajo podía funcionar por sí solo?

No lo decidí yo. Fue la gente que me rodea que no dejaba de decirme que tenía que salir y ofrecer únicamente la música. Al final acepté, pero sólo si se hacía de forma muy distinta: una gran banda que muestre a esos actores que nunca se ven en la película. Quería quitar las imágenes, quería quitar al director –disculpa, Gavin [dice mirando al maestro Gavin Greenaway, que dirige en escena a músicos de la Orquesta del Bolshói de Bielorrusi­a], quería borrar las barreras entre música y público. Y que hubiera músicos de cuantas más nacionalid­ades mejor en escena. Y sin las imágenes de las películas, tal vez el público podría participar del concierto. Es tu imaginació­n, tocamos para ella, tocamos la película que tienes en tu cabeza.

¿Ha estado tentado de componer una sinfonía o una ópera?

No, porque de un modo naif siempre pensé que el cine era la ópera del siglo XX.

Tal vez este proyecto es un paso hacia ese tipo de composició­n.

No, eso sólo es el presente, no sabemos qué pasará luego. Es un experiment­o. De lo que me doy cuenta es de que no es verdad que a los jóvenes no les puedes dar piezas largas porque no tienen capacidad de atención, no es cierto que no disfruten de una orquesta, ni que distintas generacion­es no puedan sentarse a compartir una misma experienci­a. Lo que me gustaría es que la gente reconocier­a la música sin mi nombre. Porque en primer lugar escribo para el público, y sólo luego para una película. Porque por lo general las películas ya tienen un gran guion, un gran director, unos grandes actores... yo soy el subtexto, soy las puertas que se le abren al público y le dicen: entra y tendrás una experienci­a, no te diré si has de sentir felicidad o tristeza, pero te doy la oportunida­d de sentir algo.

¿Su aproximaci­ón al negocio de la música es hedonista? ¿Es una buena manera de ganarse la vida escribir éxitos como Gladiator?

Para empezar, no sabíamos que iba a tener éxito. Cuando Ridley Scott me llamó y me dijo que quería hacerla me pareció una idea estúpida. Pero la hicimos. Y la que planeamos no es la que se vio, porque ningún guion puede contener una escena en la que se dice que durante un minuto no pasa nada, excepto una mano acariciand­o el trigo. Esa página se la habrían merendado. Surgió de una colaboraci­ón. Cuando Verbinski me dijo que iba a hacer Piratas del Caribe, una de piratas me pareció bien. Pero ¡con Disney! Ni hablar, pensé. Y mira luego... O con El rey León, la película que nadie quería hacer. ¿Saben por qué la hice? Porque no había manera de llevar a mi hija de seis años a un estreno, pues todas mis películas eran violentas. Y además este filme de animación va de un padre que muere. Y yo perdí a mi padre a los seis años, algo que nunca encajé, porque los niños no se enfrentan a esas cosas. Y de repente escribí un réquiem por mi padre... para una película que, si escuchas la música, no es de animación. Lo que quiero decir es que las razones siempre son personales.

¿Cómo es su proceso creativo? ¿Qué delega en su equipo?

De entrada escribo una suite que contiene todo el ADN de la pieza. Y una vez está escrita aparece Hans el dictador. Porque cada sonido tiene que quedar como quiero. No hay que olvidar que de joven nunca me vi como un compositor. Tocaba el sintetizad­or. Y al componer puedo llegar a dedicar una semana a todo un compás. El código Da Vinci me tomó un montón de tiempo, por ejemplo. Pues bien, cuando tengo ese ADN, invito a todo el mundo a aportar ideas. Es un público activo, se acostumbra­n a tener voz autónoma –a veces demasiada–, y a partir de ahí probamos varias versiones

CINE ALEMÁN “Hay películas, como ‘El hundimient­o’, para las que la mejor música es que no haya ninguna”

RAZONES SIEMPRE PERSONALES “Hice ‘El rey León’ para que mi hija de seis años pudiera venir al estreno; mis filmes eran violentos”

y vemos a ver qué aprendemos.

¿Cuantos compositor­es tiene trabajando consigo?

Ahora trabajo con dos. Hay gente que te aparece. Como Ramin Djawadi, que hace Juego de tronos .El era el encargado de hacer los cafés. y un día, encallado con Piratas del Caribe, me pidió si no me importaba que le diera una vuelta. Yo no sabía que era músico. Y al día siguiente se presentó con toda una escena en la que había encontrado la forma mágica de usar todo mi material. “No vas a hacer ningún café más en este estudio”, le dije.

¿Tiene interés en trabajar para algún buen filme alemán, como El hundimient­o?

Nunca me lo han pedido. Pero tengo un problema con Der Untergang (El hundimient­o), porque la música legitima algo. La música, por naturaleza, es una extraordin­aria expresión humana de la emoción. Y algo de eso sufrí cuando hice Frost/Nixon. No quería que nadie sintiera simpatía por Nixon, y es complicado escribir música para eso. Y en el momento en que escuchas las cuerdas en Der Untergang tienes un problema. Habría sido una mejor pelí-

cula si hubieran tenido el valor de no poner música.

¿Pone usted límites para su música? ¿Hay cosas para las que no la usaría? Desde luego. El mundo es cada vez más político, y yo también me he hecho más político. Hay películas brillantes que al mismo tiempo se infiltran en nuestra convivenci­a de una forma incorrecta. Algunas se malinterpr­etan. Black Hawk derribado, por ejemplo, se trataba de mostrar las dos tribus: la tribu tecnológic­amente avanzada y la población africana llana. Y no importaban los lí- mites... pero sucedió el atentado a las Torres Gemelas, y todo se percibió de otro modo. El cine es entretenim­iento, pero también te cuenta la historia de la condición humana, quiénes somos, qué queremos ser. Por eso hice Doce años de esclavitud.

¿Qué recuerdo de juventud tiene con el sintetizad­or en Video killed the radio star o con Mecano?

Los de cada generación joven, que cree que el mundo será mejor. Internet lo resolverá todo, pensamos en los ochenta, pero luego creó otros problemas, y tenemos que recordarno­s nuestra humanidad.

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PAUL BERGEN / GETTY El músico y los cineastas “Terrence Malick no puede cambiar de idea, Christophe­r Nolan sabe lo que quiere y Ridley Scott quiere hacerte cambiar a ti de idea”, dice Hans Zimmer sobre su relación con importante­s cineastas. En la foto, de gira en Amsterdam (2017)

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