La Vanguardia

Jóvenes por la acogida

- María-Paz López

Mientras en las pasadas semanas discurría en Roma el sínodo de los obispos sobre la juventud, la Comunidad de San Egidio, movimiento de laicos católicos con muchos jóvenes en sus filas, celebraba no muy lejos, en Bolonia, su encuentro interrelig­ioso anual por la paz. El sínodo concluye hoy, y los de San Egidio, que entre los días 14 y 16 de octubre vivieron jornadas de apretado debate sobre males que aquejan al mundo y voluntades aunadas para intentar superarlos, se preparan para su próxima gran cita anual, que en el 2019 será en Madrid.

Entre los muchos asuntos tratados en Bolonia estuvo la acción transforma­dora que puede ejercer la juventud a través de gestos sólo en apariencia pequeños. Quien esto escribe participó en un diálogo sobre jóvenes, religiones y culturas celebrado en San Lazzaro di Savena, localidad de 32.000 habitantes del área metropolit­ana de Bolonia. Allí resultó alentador constatar cómo, en esta época de populismos nacionalis­tas y excluyente­s que cautivan a amplias capas de población en Europa, hay siempre jóvenes y no tan jóvenes que se movilizan con entusiasmo en proyectos que afrontan en positivo grandes cuestiones globales desde lo local.

Así, supimos de la iniciativa Viaggio intorno al mondo, por la que ocho chicas y chicos de distinto credo, italianos y no italianos, se lanzaron a conocer las tradicione­s religiosas presentes en Bolonia, una ciudad de 390.000 habitantes donde hay 60.000 extranjero­s de 149 nacionalid­ades. Una cámara les siguió en todas sus visitas a templos y hogares. “Hemos observado dos conceptos : la necesidad de religión, y la búsqueda religiosa tanto personal como comunitari­a –contó la responsabl­e del proyecto, Giulia Cella–. Y los jóvenes tuvieron la honestidad de decirse a la cara que no siempre es posible el consenso, pero que se puede vivir juntos igual”.

Otra ponente, Micaela Casalboni, actriz con 20 años de labor escénica en la región, habló del proyecto teatral Acting together with refugees, con su doble significad­o: actuar junto a los refugiados para que salgan adelante, y actuar junto a ellos en el teatro. “Desde hace cuatro años nos reunimos una vez a la semana durante meses; es un momento de encuentro y de juego, asisten solicitant­es de asilo y personas de otros países que viven en Italia por las causas más diversas, se improvisa en italiano, inglés, francés… y en julio montamos un espectácul­o teatral”, relató Casalboni.

Estábamos en el mismo teatro municipal que sirve de marco al proyecto, y entre los conversado­res estaba Sulayman Camara, un

En el encuentro anual de la Comunidad de San Egidio se ha visto la acción integrador­a de vincular juventud autóctona y migrante en el teatro, el hogar o la fe

gambiano de 23 años llegado a Italia en el 2014. Sulayman participa en el taller de teatro de Casalboni –donde aprendió a hablar un italiano aún vacilante pero prometedor–, y vive en la Obra Padre Marella, que tiene centros de acogida para personas con diversos riesgos de exclusión social.

“Ha sido un gran reto, y todavía lo es –explicó Massimo Battisti, responsabl­e de la Obra–. En la época 2008-2010 empezamos a acoger a trabajador­es italianos en apuros por la crisis económica, y a partir del 2014 llegaron nuevos huéspedes, los migrantes, con lo que se creó la tensa dinámica nosotros-ellos; pero ahora ya se sientan juntos a la mesa”.

Sulayman aseguró que la Obra Marella es para él un verdadero hogar, “no sólo un lugar donde comer y dormir”. Presidía el acto el cardenal John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria), quien recordó entonces que “no basta con comer y dormir,... ¡pero hay que comer y dormir!”

Esta cronista, que intervenía en el diálogo como representa­nte de la Asociación Internacio­nal de Periodista­s de Religión (IARJ), apreció que los impulsores y participan­tes en los proyectos de San Lazzaro di Savena asumieran en público con honradez que determinad­as diferencia­s culturales y religiosas son insalvable­s, lo cual no obsta para que se dé una convivenci­a armoniosa.

Por mi parte, apunté que la experienci­a sugiere que los jóvenes cristianos implicados en tareas de acogida a refugiados suelen estar mejor equipados para comprender los sentimient­os religiosos de los jóvenes migrantes de otras religiones. Por supuesto, los jóvenes no creyentes aportan la misma humanidad al trato con los recién llegados. Pero captar la comprensió­n que del sentido de Dios tienen unos coetáneos procedente­s de otro contexto cultural y religioso, y que llegan a Europa con dolor en el alma y quizá también en el cuerpo, está más al alcance de otras personas de la misma edad que también creen en Dios.

La capacidad de conexión de los jóvenes ejerce un papel fundamenta­l en la acogida.

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CIRO ATTANASIO / C.S.E.
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