Y sin Neymar
Se anuncia un Barça-Madrid sin Messi y sin Cristiano Ronaldo, las dos figuras que han publicitado el clásico hasta extremos desconocidos. A través de ellos, tenía sentido hablar del partido más atractivo del mundo. Eran los mejores futbolistas de los dos equipos que han dominado la escena europea y mundial en los últimos 10 años. Cuatro victorias del Real Madrid en la Liga de Campeones (2014, 16, 17 y 18) y tres del Barça (2009, 11 y 15) acreditan una hegemonía que ha coincidido con el zenit del jugador argentino y del delantero portugués. Los dos han coronado algo más que una época excepcional de sus equipos: tanto Messi como Cristiano excedían el fulgor del Barça y el Madrid y concedían al campeonato español el derecho a situarse a la cabeza de las Ligas. ¿Se puede hablar en los mismos términos ahora? Probablemente, no. Y nada lo explica mejor que la ausencia del que estaba destinado a sucederles: Neymar.
Se jugará el gran clásico sin Neymar, cuyo tercer puesto en la escala jerárquica se daba por descontado cuando abandonó el Barça por el París Saint Germain, una mala operación para el jugador brasileño y un preocupante síntoma para la Liga española. Desde el día que Florentino Pérez irrumpió en el fútbol –verano de 2000, fichaje de Figo, capitán y gran estrella del Barça–, la Liga ha atraído el mejor género que los aficionados hayan podido imaginar: Zidane, Ronaldo, Ronaldinho, Henry, Cristiano Ronaldo, Kaká, Ibrahimovic, Neymar y Bale, además de estrellas de producción propia como Messi, Xavi, Iniesta y el impresionante elenco español que dominó el escenario mundial entre 2008 y 2012.
No todos triunfaron, o no consiguieron revalidar en España el crédito que habían logrado en otros campeonatos, pero es evidente que durante este siglo había que jugar en el Real Madrid y en el Barça, y por extensión en la Liga, para sentirse en la cumbre del fútbol. El fichaje de Neymar en 2012 aseguró la renovación del liderazgo. No había nadie en el horizonte capaz de disputarle la condición de sucesor in pectore de Messi y Cristiano, aunque Florentino Pérez pretendió discutir esa idea con el fichaje en 2013 de Gareth Bale, el primer 100 millones en la historia del fútbol. Cuando menos, el Real Madrid envió otro mensaje de gran calado: retiró de la Premier League a su futbolista más popular. La Liga seguía oficiando de faro absoluto.
Nada evitará que el Barça y el Madrid dispongan de grandes futbolistas y de fenomenales equipos. Es el destino histórico que se marcaron desde hace décadas. Su vocación de grandeza es incuestionable. Sin embargo, los últimos dos o tres años han significado un viraje en su desempeño. De Bale hasta aquí, lo más parecido a un fichaje de poderío –prestigio, carestía y procedencia– es el de Luis Suárez, que abandonó la Premier tras un breve pero brillante periodo en el Liverpool.
Sin Cristiano, ahora en la Juve, y sin la simbólica ausencia del lesionado Messi, la figura del sucesor se antojaba indispensable para mantener el liderazgo de la Liga. Desde esa perspectiva, la marcha de Neymar fue una decepcionante noticia para el campeonato español, sujeto a un cambio de ciclo que jugadores como Dembélé o Coutinho no pueden combatir. En el mejor de los casos son buenos jugadores que no pueden medirse libra por libra con las estrellas que definieron la etapa anterior. Lo mismo ocurre en el Real Madrid, el club que invariablemente rompía el mercado y que ahora destina sus mayores dineros a Vinicius y Rodrygo, dos juveniles brasileños.
Neymar es más que un jugador, es un síntoma. Representaba un potencial que la Liga ha perdido y que parece que cuesta recuperar, hasta el punto de que su ausencia afecta menos a la repercusión del Barça-Madrid que al valor referencial del campeonato español a los ojos del mundo.
El brasileño es más que un jugador, es un síntoma. Representaba un potencial que la Liga ha perdido y que parece que cuesta recuperar