Villarejo ataca de nuevo

GÉNOVA, tenemos un problema. La filtración de que el comisario José Manuel Villarejo se reunió con María Dolores de Cospedal en la sede del PP (Génova, 13) hace nueve años para recibir información privilegiada sobre las investigaciones de la policía en el caso Gürtel supone una mala noticia para el PP, pero sobre todo para la que fue hasta hace tres meses secretaria general del partido. No sólo se ha hecho pública la información, sino también se han filtrado los audios entre el inefable comisario y el marido de Cospedal, el empresario Ignacio López del Hierro. Este país ha sido en los últimos años una gran oreja, donde todo se escuchaba, en lo que era un remedo del Gran Hermano orwelliano. Se decía en la transición que una democracia era un país donde cuando llamaban de madrugada era el lechero, pero tras cuarenta años de democracia se debería exigir que la democracia fuera un lugar donde lo que uno dijera en la intimidad no resultara de dominio público.

Si hace unas semanas era la ministra de Justicia, Dolores Delgado, la que tuvo que dar explicaciones por una grabación privada, ahora es la ex secretaria general del PP quien tiene dificultades para explicar qué hacía viéndose en secreto con Villarejo, mientras le manifestaba: “No hay nadie ahora (…) esta planta está en obras y aquí no hay nadie. Aquí estamos sólo Mariano y yo, y ahora no está, o sea que no hay nadie (...) ni debe saberse. Soy la primera que se vendría abajo”.

Cospedal se ha defendido en un comunicado, argumentando que estas conversaciones no aportan nada a ningún proceso en curso y sólo tratan de cubrir a la ministra Delgado, “que negó tres veces conocer a Villarejo”. Pero el PP ha marcado distancias con ella, y su candidatura a las europeas queda en el aire. Mientras, el comisario sigue utilizando el ventilador. Su único problema es que, después de apuntar contra exjefes del Estado, ministros y políticos de la oposición, se está quedando sin balas. Y sin defensa.