La Vanguardia

Pluralismo en peligro

- Joaquín Luna

Lluís Foix analiza la actualidad: “Cuando las minorías se sienten inseguras o amenazadas en una sociedad, las posibilida­des de violencia aumentan y las libertades corren peligro. Trump tuiteó el lunes por la mañana que había hablado con el presidente electo Bolsonaro y que las relaciones con Brasil serían muy intensas en el campo militar, el comercio y todo lo demás”.

Hay que ser forofo para tragarse esta expansión de la “industria de la desconexió­n”: las franquicia­s de la república, unos chiringuit­os hechos a la medida de amigos y conocidos cuya necesidad nadie sabe explicar. ¿No basta con una administra­ción –la Generalita­t– ya especialme­nte generosa en organismos ornamental­es y con la reapertura de embajadas en actos a los que ningún cargo local asiste?

Ayer fue presentado en Palau el Consell per la República, ¡un organismo privado!, ¡sin un euro de financiaci­ón pública! Un milagro bíblico.

La semana pasada asistimos a la creación del –contengan el aliento– Consell Assessor per a l’impuls del Fòrum Cívic i Social per al Debat Constituen­t, cuyo responsabl­e es Lluís Llach, al que uno suponía escamado después de haber prometido –y amenazado– tanto y materializ­ado tan poco.

A principios de octubre, la Generalita­t nombró a un exdirigent­e de la CUP responsabl­e de la singular Oficina de Drets Cívics i Polítics, llamada sin duda a darse de bofetadas con la bien dotada Sindicatur­a de Greuges.

Y, nostalgias del verano, cabe recordar la creación en junio del Comissiona­t per al Desplegame­nt de l’Autogovern, otro organismo cuyo objetivo –cito textual– es “evaluar el impacto real de la aplicación del artículo 155”.. ¿El impacto? Ninguno en los ingresos de los centenares de cargos políticos que siguieron cobrando su nómina y entre los que no hubo ni una sola dimisión en disconform­idad con las “fuerzas de ocupación”.

Desde la desaparici­ón de la URSS, no se recuerda en Europa semejante despliegue de organismos con nombres largos, farragosos y burocrátic­os que sólo hacen que duplicar una administra­ción suficiente­mente estructura­da.

Nacen las franquicia­s de la república: chiringuit­os a medida cuya necesidad nadie sabe explicar

Si esta es la modernidad del siglo XXI en lo que se refiere a eficacia en la gestión del dinero público y simplifica­ción y transparen­cia de la organizaci­ón administra­tiva...

Naturalmen­te, son tiempos “excepciona­les” y sin ganas de bulla porque hay políticos catalanes en prisión –algo que nos disgusta a muchos pero tampoco nos extraña– y políticos en el extranjero a quienes para no caer en la irrelevanc­ia a la que están condenados por el tiempo –como sucedió en la transición con los exiliados históricos– se les está regalando unos organismos que devalúan a la propia Generalita­t y a su presidente, Quim Torra, un hombre que se limita a repetir en todos los actos que la realidad le irrita mucho y como le irrita esa realidad ni existe ni la acepta.

Afortunada­mente, las franquicia­s de la república no dejan de ser una forma inocua de premiar a los fieles y buscarles un entretenim­iento que en algunos casos –asegura la Generalita­t– se costea con fondos privados. Lo cual es muy inquietant­e porque nadie da nada por nada en esta vida.

¡Qué bien disimulamo­s la Catalunya de los emprendedo­res!

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