La Vanguardia

Trump, contra el derecho de suelo

El presidente quiere negar la nacionalid­ad por el hecho de nacer en EE.UU.

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El dilema se repite casi con cada tuit, cada provocació­n, cada polémica del presidente Donald Trump. “Va a decir cualquier cosa antes de las elecciones. No piquéis”, advirtió ayer la senadora demócrata Amy Klobuchar después de que Trump anunciara una orden presidenci­al para negar la nacionalid­ad a los nacidos en Estados Unidos de padres extranjero­s. “Debe terminar”, dijo, “es ridículo” ser “el único país del mundo” que reconoce ese derecho.

Trump domina como nadie el ciclo informativ­o y la prensa estadounid­ense lo sabe. Pero en las elecciones presidenci­ales del 2016 también aprendió que “no picar”, no tomar en serio y dejar correr sin más sus “afirmacion­es falsas o engañosas” –mentiras, en román paladino– supone validarlas. Así que ayer los medios estadounid­enses se resignaron a cambiar de conversaci­ón y dejar de hablar, por ejemplo, de la retórica incendiari­a que el presidente sigue gastando con sus rivales políticos a pesar de las advertenci­as y pruebas de que puede dar ideas a los fanáticos, para hacerse eco de su última promesa electoral y advertir de las falacias que contiene.

En contra de lo que aseguró ayer Trump, Estados Unidos no es el único país del mundo que reconoce el derecho de suelo a la hora de atribuir la nacionalid­ad. Canadá, Brasil y la mayor parte de América Latina, más de 30 países en total, también se guían por el mismo principio, mientras en Europa (España incluida) impera el derecho de sangre y la nacionalid­ad, salvo excepcione­s, se decide por los padres. Desde 1868, la 14.ª enmienda de la Constituci­ón estadounid­ense reconoce explícitam­ente que “todas las personas nacidas o naturaliza­das en EE.UU. y sujetas a su jurisdicci­ón son ciudadanos de EE.UU.”, un redactado aprobado originalme­nte para aclaUnidos, rar la situación de los esclavos.

“Siempre se me había dicho que necesitas una enmienda constituci­onal” para cambiarlo, pero “¿saben qué? No hace falta. Puedes hacerlo con un acto del Congreso, pero ahora me dicen que puedes hacerlo mediante una orden presidenci­al”. Por decreto, pues, asegura Trump, en contra de la opinión de la mayoría de expertos constituci­onalistas que se han pronunciad­o sobre el tema durante el último decenio, cuando algunos republican­os han planteado que era necesario acabar o modificar este derecho.

La 14.ª enmienda es una pieza clave de la identidad de Estados del país del melting pot y la fusión de culturas bajo una identidad pero, a la vez, la pesadilla del movimiento nativista. Los supremacis­tas blancos miran con angustia el reloj conforme se acerca el 2045, el año en que según las previsione­s del censo nacional los blancos dejarán de ser el grupo mayoritari­o del país y Estados Unidos se convertirá en un país con mayoría de minorías. Un término recurrente en el debate es “bebé ancla”, el supuesto uso de niños para adquirir la nacionalid­ad, aunque no puedan facilitárs­ela a los padres hasta que no tienen 21 años. Ahora es el miedo a la llegada de inmigrante­s de América Latina lo que ha abierto el debate. Antes fue la ansiedad que provocaba la llegada de trabajador­es asiáticos y chinos, sobre todo a California y la Costa Oeste, lo que llevó a algunos a cuestionar la aplicación de la provisión constituci­onal. Una sentencia del Supremo de 1890 zanjó el debate al reconocer la nacionalid­ad estadounid­ense a Wong Kim Ark, nacido en el país de padres chinos.

Si Trump lleva a cabo su promesa, anunciada en una entrevista con Axios, desatará probableme­nte una nueva batalla judicial que podría acabar en el Tribunal Supremo. Es lo que ocurrió con el veto migratorio impuesto caóticamen­te a varios

¿QUIÉN ES ESTADOUNID­ENSE? El líder de EE.UU. miente al asegurar que es “el único país” que aplica este derecho

LAS MANERAS DE TRUMP Paul Ryan advierte al mandatario que no puede acabar con el derecho por decreto

países musulmanes días después de tomar posesión. Al final, tras reformular­lo, la justicia lo avaló.

“No puedes acabar con el derecho por nacimiento a la ciudadanía con sólo una orden ejecutiva”, replicó el presidente de la Cámara de Representa­ntes del Congreso, el republican­o Paul Ryan. “Como conservado­r, creo que hay que seguir fielmente la Constituci­ón y la enmienda 14.ª es muy clara”, dijo Ryan, a punto de dejar la política, mientras los demócratas censuraron el oportunism­o de Trump. “No puede borrar la Constituci­ón con una orden ejecutiva”, afirmó Omar Jadwat, de la Unión Americana de Libertades Civiles. El anuncio, dijo, es “un intento descarado e inconstitu­cional de sembrar la división y avivar las llamas del odio a los inmigrante­s a días de las elecciones”.

Entregado a la causa de movilizar a las bases republican­as con la agenda antiinmigr­ación que le llevó a la Casa Blanca, Trump anunció el lunes el envío de 5.200 militares a la frontera de México (la misma cantidad que tiene en Irak) para ayudar a la guardia de fronteras a afrontar la llegada de miles de inmigrante­s de Centroamér­ica. Trump se ha referido a esta caravana humana como “invasión” y ha sugerido que está financiada por George Soros, el multimillo­nario de origen judío que los supremacis­tas blancos tienen en la diana como supuesto instigador de una conspiraci­ón para acabar con la pureza blanca de Estados Unidos.

Es la teoría que defendía el ultraderec­hista detenido el sábado por el ataque a la sinagoga de Pittsburgh, que se cobró once víctimas mortales. En contra de lo que le pidieron las autoridade­s locales, el presidente y la primera dama se desplazaro­n ayer a la ciudad para expresar su duelo. En un gesto institucio­nal poco habitual, tanto el gobernador de Pensilvani­a, Tom Wolf, como el alcalde de Pittsburgh, Bill Peduto, decidieron no acompañarl­es. Varias familias de las víctimas se oponían a que estuviera allí durante los funerales. Sus comentario­s sobre la falta de guardias armados en la sinagoga “fueron considerad­os muy inapropiad­os por todo el mundo”, dijo Stephen Halle, sobrino de un fallecido.

Miembros del Congreso, republican­os y demócratas, declinaron la invitación a sumarse al viaje. “Si quiere venir a Pittsburgh, le ruego que no lo haga mientras enterramos a los muertos. Nuestra atención debe estar en ellos, no tenemos medios de seguridad pública suficiente­s” para los dos acontecimi­entos, le pidió el alcalde. La apretada agenda de mítines del presidente podría explicar su insistenci­a en ir ayer pese al hostil recibimien­to.

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ADREES LATIF / REUTERS Integrante­s de la caravana de migrantes hacia Estados Unidos cruzando el río Suchiate para entrar en México desde Guatemala

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